Un cierto
curso de un cierto colegio en una cierta temporada escolar...Cada
año el mundo progresa, la humanidad evoluciona, las aulas
abren sus puertas a las clases... Pero en la infinita rueda
de la vida el ser humano sigue siendo el mismo: igual y diverso.
Hay
gente alta, baja, gorda, flaca, coja, manca, fea, hermosa,
blanca, negra, amarilla, noble, plebeya, rica, pobre, etc.
Sin embargo, la raza humana es una. Todos tenemos el mismo
origen y caminamos hacia el mismo fin, ese que tú
conoces o crees conocer.
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Todos somos
los mismos, pero somos diversos. No todos somos Hitler, aunque
algunos se le parezcan; no todos somos La Madre Teresa o el
Dalai Lama, por más seguidores que tengan. Sin embargo,
todos tenemos un poquito de cada cosa. El que realmente sea
santo, que tire la primera piedra. La casa de brujas en
muchos sentidos- que se ha desatado desde hace un tiempo en
nuestra sociedad, tiene mucho de hipocresía. O se es
víctima o se es criminal, como si la moneda tuviera una
sola cara. Políticos, periodistas, qué sé
yo, todos se dedican a descubrir culpables, como quién
descubre la pólvora.
¿Por
qué? ¿Qué diablo es el que nos mueve a
actuar así? Sin duda en nuestro modo de ser hay un componente
fuerte de doble moral, de falsedad. Cuando es bien visto convertirse
en un cazabrujas, cada cual se olvida de su parte brujil y saca
a relucir su parte cazadora, que es la que en ese momento vale.
Otra cosa sería que cada cual se reconociera tal cual
es y que aprovechara el conocimiento de la parte maldadosa que
lleva en sí para utilizarla de algún modo a favor
de la parte bondadosa. El milenario libro chino de sabiduría
llamado I Ching explica que jamás debe lucharse directamente
contra el mal, pues éste siempre saldrá
triunfante de esa lucha, y que la mejor forma de enfrentarlo
es trabajando en pro del bien. Si uno conoce sus
partes malas y buenas, tiene, entonces, las armas para salir
adelante de manera honesta, sin necesidad de convertirse en
un cazabrujas.
Y bien,
la idea al comenzar a escribir estas líneas era dedicarles
unas palabras a los jóvenes que ahora en marzo ya está
nuevamente en los colegios. Se me ocurre poner: Sé honesto:
no seas un cazabrujas ni deja que te conviertan en uno. Por
lo demás, es bueno informarse sobre lo que es una bruja;
no es lo que cuentan algunos cuentos: una mujer mala que mata
niños o que hace cosas por el estilo. A las brujas, antiguamente,
se las perseguía y se las eliminaba porque entendían
el mundo en forma diferente a la forma de entenderlo de aquellos
que tenían el poder en sus manos. Si quieres saber quiénes
tenían el poder, averígualo. Por ejemplo, dile
a tu profesor o profesora que haga una clasecita al respecto.
Quizás entonces te des cuenta que la mala fama de las
brujas existe sólo porque eran lo suficientemente nobles
consigo mismas como para atreverse a decir así soy yo.
Si uno se
reconoce partes malas no hay que sentirse culpable por ellas,
no hay que ensañarse para reprimirlas, no hay que avergonzarse.
Como dice el I Ching, lo mejor es poner la atención sobre
las partes buenas, y, poco a poco, estimulándolas, cubrir
con ellas las que se consideren malas. Además, hay que
tener claro qué es bueno y qué es malo. Es decir,
volvemos al tema del principio: todos somos humanos y por tanto
iguales, pero somos diversos. Nadie posee la verdad. Si alguien
dice que eso es malo, muy probablemente puede ser malo para
él, pero no para mí. Todo es relativo, y con la
relatividad y la diversidad tenemos que aprender a convivir.
No se trata, entonces, de volverse atrevido para imponer los
propios puntos de vista; tampoco de aceptar así porque
sí lo que dicen los que se creen poseedores de la verdad;
ni mucho menos de volverse deshonesto y andar buscándole
las hilachas a los demás. Se trata, más bien,
de poder decir con una sonrisa en los labios así soy
yo y tú eres asá. Todo está en orden. Amén.
J.P.Y.B.
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