El
walking palabra inglesa- consiste sencillamente en
caminar, y, por tanto, aquí usaremos esa palabra
española. Aunque caminar es un ejercicio suave, si
no se ha hecho deporte desde hace tiempo y se ha llevado
una vida sedentaria, conviene tomárselo con moderación
al principio. En esta actividad no hay reglas fijas, y lo
mejor es guiarse por lo que determina el cuerpo... y el
alma. Lo ideal es que la duración de las caminatas
aumenten poco a poco. Un buen método para saber si
se está haciendo lo correcto es el aliento: nunca
debe faltar, y siempre se debe estar en condiciones de mantener
una conversación normal.
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...si
te cansas. entonces descansas...
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Para sacar
el mayor provecho a las caminatas se requiere cierta constancia.
Caminar esporádicamente no mejora en forma significativa
el estado físico. Lo más conveniente es regularizar
las salidas, ya sea dos, tres, o hasta siete veces por semana.
Las caminatas pueden ser tan sencillas como sacar a pasear al
perro antes de irse a la cama en lugar de quedarse dormido frente
al televisor. Se puede empezar con una caminata diaria de 30
minutos, para ir modificando el tiempo hasta llegar a 50 minutos
y más. Otra opción es fijar excursiones a los
cerros, que en nuestra región no faltan.
Cada cual
tiene su ritmo personal, que se expresa en la rapidez con que
se actúa en general. Esta forma de actuar revela aspectos
del carácter propio de una persona. Para encontrar el
ritmo adecuado cuando se camina, basta confiar en el propio
instinto. Sin embargo, es diferente si se practica con la intención
de mantenerse en un buen estado físico o con el objetivo
de mejorarlo. Si sólo se desea mantenerse en forma, entonces
basta con que la frecuencia cardiaca (el pulso) se encuentre
en los límites mínimos. Si la intención
es mejorar el estado físico, hay que practicar un caminar
más intenso, de modo que las pulsaciones se sitúen
en el límite superior indicado para la edad de la persona
(ver recuadro El ritmo cardiaco).
Al caminar,
es importante sentir. Uno podría moverse con los ojos
cerrados, la nariz y los oídos tapados y los poros de
la piel tan cubiertos que no se podría sentir ni la brisa.
Así se pierde el placer de vivir. Al caminar no sólo
se debe ejercitar el aparato locomotor (músculos, tendones,
etc.), sino también aprovechar los sentidos, de modo
que la caminata se convierta en una experiencia completa. Es
bonito abrir los ojos, abrir la mente, abrirse entero; es enriquecedor
mirar la corteza de los árboles o el jardín florido
de aquella casa, o los cactus erguidos hacia el cielo, o los
pájaros y la vida toda; es placentero captar los aromas
del campo, escuchar los murmullos de la naturaleza, sentir el
roce del aire y de los arbustos en la piel; es alentador conseguir
caminar siempre, con buen o mal tiempo, con o sin zapatos, por
la tierra, la arena, el pavimento, la nieve... Al caminar se
puede sentir el mundo, se puede crecer y se puede aprender a
desear y amar.
EL
RITMO CARDIACO
La frecuencia
máxima del pulso o ritmo cardiaco es de 220 pulsaciones
por minuto menos el número de años que se tiene.
Si esta frecuencia máxima es dividida por 100 y multiplicada
por 75, tenemos el número de pulsaciones ideal durante
un entrenamiento.
Un ejemplo: Una persona de 40 años debe calcular su frecuencia
máxima del pulso restando a 220 su edad: 220 40
= 180. Esto significa que si esa persona desea mejorar su estado
físico, debe exigirse hasta ese límite, pero sin
sobrepasarlo. Ahora bien, si la persona sólo quiere mantenerse
en forma, entonces calculará el 75 por ciento de su frecuencia
máxima: 180 dividido por 100 da 1,8. Este resultado se
multiplica por 75 y tenemos la frecuencia ideal para un entrenamiento:
135 pulsaciones por minuto.
MÚSICA
En Alemania
existe la tradición de caminar cantando. Hay, incluso,
música compuestas para este fin, que siempre puede tararearse.
Por ejemplo, tenemos la Wanderersymphonie (sinfonía para
caminar), de Schubert y Liszt. Hay personas que prefieren alguna
canción de los Beatles, como Yellow submarine, o canciones
para niños. Pero hay que ser cuidadoso con otro tipo
de música, que hoy en día se escucha con exageración
no sólo en las discotecas, sino también en los
gimnasios. Es música de un ritmo tan marcado, que puede
llegar a ser convulsiva. Esta música produce adicción
y daña no sólo los tímpanos, sino también
el corazón, además de provocar la pérdida
del funcionamiento simétrico de los dos hemisferios cerebrales,
fenómeno llamado switching. Las consecuencias son: dificultad
de percepción, mayor propensión a cometer errores,
estrés, ansiedad pronunciada y dificultades para tomar
decisiones correctas. Para evitar estos efectos no basta con
bajar el volumen. Acostumbrarse a estos ritmos resulta nocivo,
sobre todo porque la persona adicta a esta música pierde
la percepción de otras calidades de vida y tiene la sensación
de tener más energía.
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