Por:
                    Juan PabloYañez Barrios.  
                 
                
                  
                    |  El
                      hombre estaba frente a mí. Reconocí en él
                      a uno de esos tipos decididos, que parecen no conocer el
                      miedo y que saben guardar la calma. Era delgado, llevaba
                      un bigotillo recortado y un traje bien planchado. Tendría
                      40 años. Se veía que provenía de los
                      bajos fondos. Lo peor de todo, es que por alguna razón
                      éramos enemigos. Yo estaba en guardia, pero no sentía
                      miedo. Me di cuenta de que por primera vez en la vida me
                      sentía tan seguro en una situación como esa.
                      Estaba decidido a enfrentarlo. Lo miraba, avancé
                      un par de pasos, sabiendo que el enfrentamiento tendría
                      que producirse. Me detuve al ver que sacaba un cuchillo.
                      Jugó con él unos momentos. Supe que dominaba
                      su manejo, pero consideré pensé  que  si  me 
                      lo  lanzaba  yo  tendría tiempo para esquivarlo. sentía
                      seguridad en mí mismo. | 
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                        la
                        distancia que nos separaba y Continuaba sin atemorizarme
                        y  
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                Lanzó
                  el cuchillo. Vislumbré que venía ligeramente desviado
                  hacia mi derecha, de modo que no me moví. Cuando vi el
                  acero clavarse con vibrante firmeza en un árbol algo
                  más atrás que yo, comprendí que sólo
                  había querido mostrarme su destreza. Lo había
                  logrado, pero no era suficiente para atemorizarme. Yo sabía
                  que debía atacar, así que me decidí. Avancé
                  tres pasos y me eché a correr hacia él, que, al
                  verme, sacó un segundo cuchillo, me lo mostró,
                  sonrió, lo empuñó y echó a correr
                  hacia mí. Ninguno de los dos sentía temor, eso
                  yo lo comprendía a la perfección. Entonces, cuando
                  nos íbamos a trenzar en una lucha cuerpo a cuerpo, cambió
                  mi estado de conciencia y me trasladé de realidad. Todo
                  había sido muy nítido, tanto, que marcaba una
                  diferencia con la generalidad de mis sueños, con una
                  que otra excepción, por cierto, ya que siempre hay sueños
                  más lúcidos. Lamenté el hecho de no haber
                  tenido el tiempo necesario para que se diera la lucha. Me sentía
                  frustrado.Algunos sueños se dan en otra realidad, tan
                  real como ésta de la vigilia. Algún día
                  visitaré la realidad de ese sueño, entraré
                  en ella a través de otro sueño o de cualquier
                  medio que altere el estado de conciencia que me mantiene en
                  esta realidad de la vigilia, en la que sufro de una cierta sensación
                  de impotencia frente al pensamiento de que me ataquen con un
                  cuchillo. Imagino la hoja de acero penetrando en mi pecho, imagino
                  fluir la sangre manchando el acero brillante, y me invade la
                  debilidad. Este sentimiento es enfermizo, y debe haber una razón,
                  una realidad que contiene su origen, una realidad en que se
                  da el hecho que origina mi decaimiento ante los cuchillos clavándose
                  en la carne de un cuerpo humano, rompiendo venas y nervios:
                  quizás alguna vez alguien apuñalándome
                  hasta la muerte.Yo le temo al acto de que me ataquen con un
                  cuchillo, esa es parte de la realidad que vivo, pero de pronto
                  la conciencia se asoma a otra realidad, a una en que ese temido
                  acto ya no me paraliza. Esa nueva realidad puedo integrarla
                  a mi sentir cotidiano, puedo hacerla mía. Esto es sólo
                  un ejemplo. Se puede decir que la existencia está constituida
                  de infinitas realidades, y que, en nuestra evolución,
                  todas ellas pueden ser visitadas. Sólo hace falta que
                  se den las condiciones para que nos podamos asomar a una o a
                  otra.La vida consiste en vivir en el tiempo. La palabra vida
                  sugiere evolución, acontecer, y encierra la noción
                  de tiempo. Los idiomas funcionan en pretérito, presente
                  y futuro. Estamos prisioneros en el tiempo, al que hacemos existir
                  en la burbuja de nuestra vida terrenal, esa burbuja que nos
                  aísla de otras realidades. En ciertos estados de conciencia
                  se puede intuir lo que significa estar de pronto fuera del concepto
                  normal de tiempo. Queramos o no, el tiempo de un sueño
                  influye en el tiempo de la vida de la vigilia. Es lógico
                  que si en la pelea el hombre me acuchilla y me deja herido o
                  muerto, al despertar tendré dentro de mí impresiones
                  muy diferentes a que si soy yo el que logra herirlo o matarlo.
                  Si la visita a otra realidad realizada en el sueño, si
                  esa visita a otra dimensión, a otro tiempo, es lúcida,
                  afectará fuertemente a mi realidad de la vigilia.Surge
                  una pregunta: ¿qué podría ser el no-tiempo?
                  La fantasía humana ha jugado siempre con la idea de una
                  máquina del tiempo, en la cual una persona se introduciría,
                  pulsaría una tecla y viajaría hacia el pasado
                  y el futuro. El ser humano sabe, en su inconsciente, que vive
                  en forma constante abandonando esta realidad y visitando otras;
                  sabe que cada noche, al dormir, viaja en el tiempo al introducirse
                  en realidades que ya fueron o que serán, es decir, en
                  realidades pasadas, ya conocidas, ya visitadas (aunque quizás
                  olvidadas), y en realidades futuras, aún no visitadas
                  pero igualmente concretas.No será en el tiempo que saltaré
                  de una realidad a otra, no será en el tiempo donde vuelva
                  a encontrar al hombrecito del cuchillo. El tiempo es lineal
                  y progresivo, en cambio las visitas a los pretéritos
                  y a los devenires no lo son. Se trata de visitas espontáneas,
                  más acá y más allá de la muerte,
                  que pueden realizarse sólo en un presente llamado eternidad. 
                   
                  
                  
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