Encabezado Dedal de Oro
TRADICIÓN ORAL
Mal de Ojo
Dedicado a mi abuela, que ahora se encuentra con los maestros
por Cecilia Sandana GonzÁlez.
Ilustración para Mal de Ojo

Ruda

No existe una explicación científica de lo que es esencialmente el mal de ojo, sin embargo las madres, incluso hoy en día, luego de un largo llanto o dolencia extraña llevan a sus hijos a santiguar. En todo Chile han existido personas, sobre todo mujeres, que a través de rezos se encargan de sacar ese mal espíritu que ha ingresado al infante cuerpo.

Conocí a una anciana mujer que tenía ese don. Su mirada era profunda, limpia y sincera. La vida para ella no había sido fácil, criando a varios hijos en el campo, sacando leche, cosechando la siembra; pero ese don que fue entregado por Dios o los dioses, ella lo tenía guardado y equilibrado.
Su madre había sido yerbatera y conocía los secretos de la naturaleza, sobre todo el de las plantas, las cuales -según ella misma decía- tenían un espíritu, el que ingresaba a los cuerpos sanando el alma humana. Cada espíritu o vegetal estaba indicado para alguna dolencia. La medida debía ser justa; si se sobrepasaba, el mismo remedio se podía convertir en veneno. La anciana, según contaban, desde niña fue escogida por los espíritus para hablar con ellos. Sólo con mirar a una persona averiguaba su pasado y su futuro, lo cual nunca revelaba; desde siempre pensó en entregar su don para sanar y salvar a los suyos.

De esta manera, a su casa siempre llegaba gente que sabía de su don. Ella no pedía dinero, por eso le llevaban en pago ropas y comida. Un día llegó una madre llorando con su hijo en los brazos. La mujer abrió la puerta y vio que la muerte se acercaba, entonces cerró los ojos y la puerta para alejarla y expulsarla, porque los que tienen ese don se comunican con espíritus buenos y malos. La madre, desesperada, abrió el chal y entregó con fe a su hijo. La mujer lo tomó en brazos. El niño estaba frío y blanco; ella, con los ojos cerrados. Su espíritu se comenzó a encumbrar, quería llegar al mundo superior, donde se puede hablar con seres elevados, para que sanaran a ese niño. Dicen que palideció y perdió fuerzas; las tablas del rancho sonaban, se retorcían con la muerte vestida de negro acechando, porque a veces se enternece y quiere llevar sobre sus hombros a seres puros. La mujer, luego de unos minutos, volvió en sí, rezó tres Padrenuestros, tres Avemarías y el Credo. El niño comenzó a llorar y le volvieron los colores; la ñora fue a la cocina, sacó la tetera del fuego y en un tacho embutió dos cogollos de ruda, que, dicen, aleja el mal; tres hojas de toronjil pa' la pena y nueve gotas de limón. Le tiró encima el agua caliente, se tomó un sorbo para recuperar fuerzas y se la llevó al niño. La madre, con mucha fe, le dio la infusión y él enseguida se durmió. Suspiraba a cada rato, porque dicen que así sale el mal.

La mujer no sabía cómo agradecerle y le entregó unas monedas que tenía en sus pobres bolsillos. La curandera agradeció, puesto que ella entregaba su don sin nada a petición. Cuando se fueron los pacientes, la sanadora se recostó y pensó en lo que había tenido que luchar con la muerte en el más allá; recordaba que le pidió ayuda a maestros que se encuentran en otra dimensión puesto que ese niño tenía tareas que cumplir en esta tierra. DdO

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