Encabezado Dedal de Oro
TRADICIÓN ORAL
EN EL CAJÓN DEL RÍO COLORADO
Relato hablado, rescatado por Cecilia Sandana GonzÁlez.
Imagen del Cajón del Río Colorado

Desde tiempos indígenas el Cajón del Río Colorado ha sido utilizado como piso ecológico apto para el pastoreo, e incluso hoy, cuando han disminuido las cabezas de ganado, sigue siendo usado para ello. Altas cumbres bordean el río, que ha surcado profundamente la tierra con su serpenteante paso a lo largo de los siglos. Sus tonalidades cambian a medida que pasan las estaciones del año, y sus laderas, a veces abruptas, a veces tenues, dan vida a la vegetación de litre y quillay, sobre todo allí donde caen quebradas. Los animales resguardados en los campos tienden a pastar solos, hasta que su dueño o un capataz los va a contar, porque el león ronda los ganados y a los hombres también. Es común que se pierdan y sólo aparezcan sus vísceras, como les pasó a unos campesinos que no hallaban qué hacer para evitar la pérdida de ganado. Intuían sobre un hombre bueno pa'l vino y holgazán que vivía en unas tierras cercanas por el Cajón del Maipo, que tenía muchos hijos que alimentar y que brillaban de gorditos gracias a los animales ajenos.

Un ternero había desaparecido el día anterior, ni rastros de sangre había. El león de frentón no había sido. Era ese hombrecito, pero nadie lo había pillado con las manos en la masa. Seguramente lo había escondido en algún cerro para irlo a buscar después. Y así fue como lo intuyeron: como todo buen cajonino conocedor de sus tierras, el hombrón, junto a otro viejo, dieron muerte al animal, lo carnearon entre unas piedras, no dejando rastro visible de su ilícito, echaron la carne en sacos, subieron cerro arriba y los encaramaron en unos árboles. Al bajar, con sus pies taparon las huellas de sangre. Contentos, a patita se fueron para San José y se tomaron unos vinos en el Colo Colo haciendo brindis por el asado que se acercaba. Ya bajando el sol, cada uno se fue a su hogar, esperando juntarse al día siguiente para ir a buscar el premio antes que se descompusiera. Ese mismo día el dueño del animal dio aviso a carabineros y les dio el nombre de quien desconfiaba para que le dieran una frisca que recordara toda la vida.

Al día siguiente el hombrón se levantó temprano y, sin esperar a su compadre, con un saquito al hombro, haciéndose el tonto, con un pucho en la boca, partió a buscar sus pedacitos de carne. En el camino se encontró con varios arrieros, y sacándose el sombrero saludaba. No faltó quien diera aviso a los carabineros, y rápidamente una pareja de ellos ensilló dos caballos y partieron en busca del cuatrero. Éste, sin apuro, subió hasta donde estaba la carne, buscó leña seca y empezó a echarla en un saco limpio. Después agarró un lomito y unas costillitas ordenándolas al medio del saco, y encima puso más leña. Se arregló el cinturón, se sacudió la chaqueta y el sombrero y comenzó a bajar. En el camino se encontró con los carabineros:

-¿De dónde viene, amigo bueno pa' la carne?

Riéndose, así como avergonzado, respondió:

-No, mi suboficial, qué carne, a puras verduritas no más pasamos con mi vieja.

-¿Y qué andai haciendo aquí con ese saco?

-Pucha mi suboficial, usted no se case nunca, fíjese que la vieja me mandó a buscar unos palitos pa' cocinar –dijo bajando y abriendo el saco para que los carabineros miraran. Y claro que era pura leña. Lo cerró con toda calma y se sentó sobre él.
Riendo, los carabineros lo señalaron:

-Es que dicen que vos soi tan bueno pa' la carne poh… Y ayer se perdió un ternero y el león está claro que no fue, así es que tuvo que ser un cristiano nomás.

-Hay gente tan re mala pues mi suboficial, no como uno, hombre de trabajo.

-Ya poh, entonces vamos a seguir recorriendo.

Un kilómetro más arriba se encontraron con el dueño de los animales, quien preguntó si habían encontrado al hombre. Respondieron que sí, pero que no había ningún problema, si el pobre andaba cansado buscando leña.

-¡Pero cómo! ¡Apuesto que a ustedes también los hizo hueones!

Los carabineros, rascándose la cabeza, no entendían.

-A ver, dónde se lo encontraron…

Y partieron hacia el lugar. Y justo donde estuvo el saco y sobre él sentado el hombrón, había una enorme mancha de sangre.

Y el dueño les dijo:

-¡Puta la leña sangrienta, quizás de qué árbol será!

Los carabineros rieron, pero de pura vergüenza, y tirando de las riendas se fueron al retén.

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