por
Julio Arancibia O.
Hay
seres que vagan en el ocaso de la eternidad. ¿Quién
comprenderá mi locura de buscarlos más allá
de la realidad? Oh necios, que buscáis la racional explicación
de estas cosas, ¿por qué no vagáis en vuestras
tumbas junto a los gusanos?, que esta vida es una solamente,
¡carajo que estáis equivocados, escépticos!,
lo sabréis cuando seáis sepultados con vuestra
estúpida incredulidad.¡Qué locura ésta
de amar la locura y de amar a la muerte!
Francisco
Javier Bécquer
Hay
historias terribles que amedrentan a algunos, pero a otros
no. Muchos de los que supuestamente son valientes se burlan
de los que temen. ¿Quién les da ese derecho?.
¿Por qué no respetamos las creencias de
los otros?. ¿Cómo podremos asegurar si estas
historias son reales o fantásticas? ¿Dónde
está el límite entre fantasía y realidad?.
Los escépticos no saben la verdad y no la podrán
saber por una cuestión de entendimiento. Por eso
les digo que pongan atención a este relato. No
quiero obligarlos a creer, pero sabrán que no todo
lo que se cuenta en las leyendas es mentira. Lo paranormal
convive con nosotros todos los días. ¿Cómo
podemos decir entonces que creemos en la vida más
allá de la muerte, si no creemos por ejemplo en
fantasmas y en la reencarnación?
|
|
|
¿Cómo
algunos podemos afirmar que existe el mal y el bien, el Diablo
y Dios, si no creemos en los seres y espíritus que vagan
eternamente en nuestra supuesta realidad? Por eso quiero contarles
esta leyenda, que como una fábula dejará una enseñanza
que ustedes mismos deberán descubrir.
Un hombre
de este valle me contó su historia, el gran secreto de
su existencia. Su vida siempre había sido el desmentir
y burlarse de las personas que veían fantasmas o que
tenían experiencias que estaban más allá
de toda explicación razonable, en especial de los que
veían fantasmas. Nunca había visto algún
espíritu y no creía en la existencia de estos.
Pensaba que en el morir se acababa todo, que venir al mundo
era sólo para disfrutar de las cosas materiales y aprovechar
de sobrevivir. Un día aquellas ideas se fueron para siempre
de su mente.
Llegó
tarde a su casa, las luces estaban apagadas. Su madre no se
encontraba, pero todo parecía igual que siempre. Se sentó
en un sofá a leer el periódico, pensando que pronto
llegaría su madre o su hermana, pero esa noche no llegó
nadie a casa. Entonces, después de horas, nuestro protagonista
se fue a acostar. Cuando la luna posó su rostro sobre
la ventana de su pieza, en la puerta apareció su madre.
Junto a ella estaba su hermana. Ambas presentaban una palidez
horrible. Las retó por llegar a esas horas de la noche,
a lo que éstas no contestaron, mirándole con tristeza.
-¡Vayan
a acostarse mujeres! les gritó, y se durmió profundamente.
Al día
siguiente vinieron a contarle la mala noticia: su madre y su
hermana habían fallecido atropelladas cerca de El Toyo
y sus cuerpos habían sido llevados a casa de otra hermana.
Inmediatamente corrió a comprobar si esto era cierto.
Cuando supo que todo era verdad lloró amargamente, y
después se fue lejos, muy lejos. Y se puso a pensar en
todo lo sucedido.
Después
de los funerales, al llegar a su casa vio con extrañeza
que su madre y su hermana le miraban tristemente desde la entrada
de la cocina. Se quedó pálido, observándolas,
y éstas desaparecieron. Desde entonces, en la casa de
este hombre, cuya identidad no debo revelar, hasta el día
de hoy aparecen los fantasmas de las dos mujeres. A veces no
le dejan dormir, golpeando los objetos, llorando a medianoche
por el patio o los pasillos hogareños.
Algunos
saben que en las noches pálidas de luz de luna se dejan
ver, a los que pueden ver, las almas de los difuntos. Muchos
se escandalizan y horrorizan con este don especial, y niegan
lo que ven sus propios ojos o los de otros, o lo asimilan a
alucinaciones producidas por el alcohol, aunque se trate de
algún familiar fallecido que viene a participar un mensaje
importante. Así sucede en las épocas oscuras,
por ejemplo en el de la inquisición de la iglesia. Pero
la verdad siempre está viva, y siempre surge a la realidad.
Así le pasó a nuestro protagonista en su propia
leyenda familiar. Por burlarse de los muertos, o de los que
los veían, la muerte ha venido a instalarse junto a él
a través de su madre y su hermana, que lo atormentan
día y noche...
|