Revista Dedal de Oro N° 70
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 70 - Año XIII, Primavera 2014

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RETORNO AL ORIGEN
CRISTIAN DONOSO CHRISTIE
Cristian Donoso en la cumbre del monte Gunnbjorn Fjeld.
CRISTIAN DONOSO EN LA CUMBRE DEL MONTE GUNNBJORN FJELD.

Hace una semana regresé a Chile, luego de navegar 5000 kilómetros a vela por el Atlántico norte, desde Alemania hasta Groenlandia -con escalas en Escocia e Islandia-, y de caminar 415 kilómetros por los glaciares y montañas de esa enorme isla americana, la más grande del mundo luego de Australia, todo ello para ascender el monte Gunnbjorn Fjeld, también llamado Hvitserk en las "sagas" islandesas.

El Gunnbjorn Fjeld, con sus 3694 metros de altura, es la montaña más alta de Groenlandia y de todo el territorio ubicado al norte del Círculo Polar Ártico. Lleva el nombre del primer europeo en llegar a Groenlandia, el vikingo Gunnbjorns Ulfsson. Su cumbre es un "nunatak" o gran roca que sobresale por encima de los glaciares que la rodean.

Fue escalada por primera vez el 16 de agosto de 1935 por una expedición británica, integrada por Augustine Courtauld, Jack Longland, Ebbe Munck, Harold G. Wager, y Lawrence Wager. Desde entonces, el Gunnbjorn Fjeld sólo ha sido ascendido en tres o cuatro ocasiones desde el mar.

Nuestra travesía de 415 kilómetros sobre el hielo groenlandés comenzó y terminó en el fiordo Jacobsen, y se realizó entre el 2 y el 27 de agosto. La cumbre fue alcanzada el 18 de agosto, casualmente el mismo día en el que cumplí 10 años de relación con mi esposa Fabiola Torres.

Con esta expedición, sumo un nuevo hito en mi trayectoria como explorador, convirtiéndome en el único chileno en haber realizado expediciones de largo aliento en los dos extremos polares de la tierra: el Ártico y el Antártico.

Sólo un mes antes de comenzar esta navegación hacia Groenlandia, había terminado otra travesía a vela, de 15.000 km., desde Holanda hasta Chile, al mando de la goleta Ladrillero.

Esa travesía tuvo el mérito de haberse realizado solo con el empuje del viento, con la sola excepción de las maniobras dentro de los puertos, que en algunas ocasiones también se realizaron a vela únicamente. Este mérito no es menor, considerando que hoy en día es cada vez más común que los cruceros oceánicos hagan uso de motor cuando el viento no es favorable. Durante el viaje visité 14 países en tres continentes: Europa, África y América, navegando 2/5 partes de la circunferencia de la Tierra.

Mi condición de navegante de alta mar es la culminación de una larga y profunda relación con el mar, que comenzó hace mucho sobre la embarcación más antigua del mundo, aún en uso: el kayak de mar.

Antes de subirme por primera vez a un kayak y de emprender mis primeras travesías marinas, el mar, y en general el medio acuático, habían sido totalmente extraños para mí. Inicialmente, no fue el deseo de navegar el que me puso sobre un kayak, sino que ello fue solo la consecuencia de un impulso espiritual y una curiosidad casi irrefrenable por llegar a los rincones inexplorados de los archipiélagos de Patagonia Occidental, a los que sólo podía acceder por vía marítima.

Arrastrado por estas ansias de exploración, pasé años organizando expediciones hacia sitios nunca antes visitados de Patagonia, navegando lagos y ríos de aguas vírgenes, ascendiendo montañas inescaladas, cruzando selvas compactas y penetrando enormes cavernas desconocidas. Luego de consolidar mis habilidades como expedicionario en Patagonia, pasé a Antártica, realizando una travesía autosuficiente en kayak de 900 kilómetros, sin ninguna clase de apoyo externo. Esa travesía sigue siendo hasta la fecha, la más larga en kayak realizada en el continente Antártico, a nivel mundial. Luego de esta primera experiencia polar, realicé otros cuatro viajes al continente blanco, donde emprendí otras expediciones por hielo y mar, entre las que destaca una ambiciosa travesía de 91 días por la Tierra de O´Higgins, en la que realizamos el primer cruce a pie de las mesetas Herbert y Foster, y la primera incursión en el glaciar Bleriot, uniendo por primera vez la meseta Herbert con el mar. Las millas navegadas en kayak durante esos viajes, me posicionan como el humano que más distancia y tiempo ha navegado en kayak en Antártica.

Luego de Antártica, lleve mis expediciones a otros rincones de la Tierra, incluyendo el Ártico, donde realicé una travesía en Svalbard, y más recientemente, la expedición en Groenlandia.

Con todo, mi trayectoria como expedicionario suma actualmente más de 50 expediciones en sitios inexplorados o de difícil acceso de nuestro planeta, las que han sido publicadas en 12 idiomas y en 24 países, y que han sido destacadas con numerosos premios, como el premio "Exploración Extrema" entregado por la Universidad San Sebastián en 2010, el Internacional Rolex 2006 a la Exploración y el Descubrimiento, el premio "Cóndor" al mejor deportista de Chile, entregado por el Círculo de Periodistas Deportivos de Chile, o el reconocimiento como "Explorador del Bicentenario" entregado el 2010 por el diario El Mercurio.

Cuando me detengo a buscar los orígenes de esta pasión por la exploración, la memoria me transporta a mis años de infancia y adolescencia viviendo en el Cajón del Maipo, en las localidades de San Alfonso y El Canelo, junto a mis padres y hermanos.

Las montañas del Cajón del Maipo despertaron mi curiosidad desde niño. Llegar cada vez más lejos, para ver qué había más allá de donde llegaba mi mirada, era un poderoso imán que me arrastraba hacia sitios cada vez más remotos del Cajón. A cada paso, se iba construyendo en mi mente un mapa detallado de los rincones que exploraba, los que se integraban unos con otros. Estos rincones cada vez más inaccesibles, estimulaban fuertemente mi imaginación. ¿Cómo serían esos sitios? ¿Qué bellezas esconderían? Primero fueron las quebradas y bosques que estaban en el "patio de atrás" de mi casa, como La Calchona y las Siete Pozas, donde jugaba con mis hermanos. Luego vinieron los valles y montañas más remotos.

A los 13 años realicé lo que considero fue mi primera expedición, organizada y ejecutada por mí. Me aventuré en solitario hacia el Paso El Azufre desde Baños Colina, hasta donde llegué a dedo desde El Canelo, donde vivía. Pasando junto al glaciar Nieves Negras, seguí hacia el oeste hasta un punto de encuentro de dos esteros. Elegí el que venía del sur, y siguiendo su curso, llegué a la laguna El Azufre, uno de los sitios más bellos que he conocido en el Cajón del Maipo. Desde esa laguna, realicé un intento por alcanzar la cumbre del Puntiagudo. A mi regreso en los Baños Colina, me alojé algunos días en el rancho de don José Gárate, conocido también como el "Ronco Gárate", aunque él prefería que lo llamaran "Negro José". Durante esos días, también me interné por el estero Carreño y subí hasta el portezuelo que comunica con el valle de Lo Valdés. En ese portezuelo, mientras dormía al sol sobre una roca, me despertó el paso de una sombra sobre mis ojos. Los abrí y vi a un grupo de cóndores que volaba sobre mí, haciendo círculos con el volcán San José de fondo. Se trata de una imagen que recuerdo nítidamente, a pesar de tiempo.

Con esa misma curiosidad y espíritu de aventura, con el pasar de los años fui pasando a territorios más remotos e inexplorados de nuestro planeta. Ahora, esa misma pasión por las expediciones me ha puesto de regreso en el Cajón del Maipo, donde comenzó esta historia. Y lo ha hecho de una forma muy especial. Nada menos que como profesor y próximamente Director de la carrera de Ingeniería en Expediciones y Ecoturismo, de la Universidad San Sebastián. Se trata de una bella oportunidad para entregar a los alumnos de esta carrera todo el conocimiento y experiencia conseguidos en mis expediciones en mar y tierra, que se iniciaron justamente ahí donde la Universidad San Sebastián tiene su Sede de montaña: nuestro querido Cajón del Maipo.

Este proyecto educacional, quizás único en el mundo, está entre las mayores innovaciones educacionales que hemos visto nacer en nuestro país. Con una mirada visionaria y estratégica, responde a la creciente necesidad en nuestro país de contar con profesionales especializados en los conocimientos y técnicas multidisciplinarias necesarias para acceder y desempeñarse con seguridad en zonas remotas o de difícil acceso, con propósitos que pueden ir desde el turismo de intereses especiales hasta la prospección científica o minera, por mencionar algunas áreas de interés. En nuestro país, tales zonas remotas o de difícil acceso corresponden a la mayor parte del territorio nacional. Así, este proyecto avanza justamente en la incorporación de valor en territorios rezagados de la economía nacional, que ofrecen un indiscutible potencial comercial. Dentro de estas potencialidades destaca el turismo de intereses especiales, que pese al capital natural que ostenta Chile, único en el mundo, sigue siendo una actividad económica que no ha conseguido un desarrollo acorde con el crecimiento de la demanda mundial, justamente por la inexistencia de profesionales idóneos en el área de las expediciones y del Ecoturismo. Este proyecto educacional responde a esta necesidad, y lo hace desde la mirada de la Ingeniería, llevando el conocimiento científico y tecnológico al ámbito práctico de las expediciones. Me siento muy feliz y orgulloso de incorporarme a este equipo de excelencia, el cual cuenta con profesionales en áreas tan diversas como la física, la medicina, las ciencias naturales, la antropología y las técnicas de supervivencia, el buceo, la vela oceánica, el esquí de travesía y la alta montaña, todos los cuales enriquecen, desde las múltiples miradas de sus especialidades, este proyecto de formación integral para la actividad humana en zonas agrestes.

 
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