Revista Dedal de Oro N° 66
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 66 - Año XII, Primavera 2013

HISTORIA

EL HIJO DESCONOCIDO DE MANUEL RODRÍGUEZ
Manuel Rodríguez.
MANUEL RODRÍGUEZ.


Juan Esteban Rodríguez S., daguerrotipo del año 1843.
JUAN ESTEBAN RODRÍGUEZ S., DAGUERROTIPO
DEL AÑO 1843, CUANDO TENÍA 25 AÑOS DE EDAD.


Anverso de la medalla del rosario de Juan Esteban Rodríguez.

ARRIBA : ANVERSO DE LA MEDALLA DEL ROSARIO
DE JUAN ESTEBAN RODRÍGUEZ. ABAJO: REVERSO
DE LA MISMA, CON INICIALES Y FECHA DE NACIMIENTO.

Reverso de la medalla del rosario de Juan Esteban Rodríguez.

El día 25 de abril de 1818 un llanto despertó a los habitantes de una casa ubicada en la Alameda de la Delicias. No era una mansión ni mucho menos, pero tenía cierto decoro y se veía confortable.

Doña Francisca Segura y Ruiz había dado a luz un rubio varón, las comadronas que la atendían le secaban la sudorosa frente, fruto de un esfuerzo supremo que la había dejado extenuada; en esos años dar a luz a los treintaiséis años no era fácil, y no pocas perecían en el intento, así como sus retoños.

Todo se mantuvo en un sigilo extraordinario; la familia Segura no era de las principales ni tampoco de la aristocracia, pero tenía cierta educación, lo que le permitía vivir en forma acomodada. Doña Francisca leía y escribía regularmente, hecho no muy habitual en las mujeres por esos años. Por lo tanto, tener un hijo natural o "huacho", si bien era de lo más común y normal, al mismo tiempo se escondía con mucho celo. Además, razones de cautela hacían silenciar el hecho. Su padre, Manuel Rodríguez, era un indeseable para el gobierno de O'higgins, y era perseguido implacablemente, debido a que sin duda alguna era el chileno más popular del momento, adorado por el pueblo, respetado por los dirigentes, feroz crítico de la dictadura de O'higgins, y para rematar, amigo y colaborador entrañable de José Miguel Carrera.

El hijo de Rodríguez no era producto de un matrimonio constituido por la leyes de Dios, solo era el fruto de un inmenso amor de sus padres. Manuel Rodríguez no era un personaje convencional, vivía su existencia con una pasión incontenible en aras de la patria, su libertad y la justicia social. Eso no lo transaba, incluso a costo de la vida propia, como ocurrió. Lo entregó todo, incluida su vida, sin esperar nada más a cambio que el bien de su patria.

Manuel Rodríguez había conocido a Francisca en sus correrías, y doña Francisca, en esos días de junio de 1817, quedó prendada de esos negros ojos fulgurantes de Manuel, así como de toda su aura patriótica acumulada desde aquellos días de la Patria Vieja, en que vivía y moría con su amigo José Miguel Carrera, como su secretario, ministro y confidente.

Su fama se vio incrementada durante la Reconquista, en que el patriota -asediado por las circunstancias- se transforma en el Guerrillero de la patria, personaje que lo haría célebre e inmortal. Para coronar su fama de recio valiente y decidido está su actuación posterior al Desastre de Cancha Rayada, en la cual reúne al pueblo de Santiago, le infunde con sus palabras: "Aún tenemos patria, ciudadanos", el valor necesario para no decaer en la lucha contra el tirano español. Doña Francisca siempre entendió que Manuel no sería solo para ella, estaba primero la patria, y segundo, todas las tentaciones que lo acechaban en su intensa vida junto a su querido bajo pueblo, al que amaba sin dejar de criticarlo, y del cual no provenía, puesto que él había nacido en el seno de una familia importante pero sin fortuna.

Pero volvamos a la casa de la Alameda. A los pocos días, y mediante relaciones de la familia con la Iglesia, el niño fue bautizado. Por precaución no se llamó como su padre, sino Juan Esteban Rodríguez Segura, por el temor a la dictadura de O'higgins. El bautizo quedó registrado Dios sabe dónde, sin embargo quedó en poder de la familia -y se conserva- un rosario con las iniciales y fecha de nacimiento del único hijo conocido del prócer.

Un mes y algunos días después de esa fecha caía asesinado por la espalda el patriota valeroso; murió por las balas de cobardes que, amparados en sus altos cargos, mandaron sicarios a cumplir con esa macabra misión, como lo relatara uno de aquellos en su lecho de muerte, y cuyo relato escrito con todo detalle cayó en nuestras manos y lo conservamos como un tesoro de la infamia.

Cincuentaiséis años más tarde, ya en sus últimos días, doña Francisca, sentada en un cómodo sillón de la Hacienda Pumanque, miraba con atención y admiración un cuadro de su amado, que colgaba del salón principal, y recordaba los escasos momentos en que habían estado juntos, debido a la vorágine en que Manuel estaba involucrado y que le había costado la vida a los treintaitrés años.

Su hijo Juan Esteban la había llevado a vivir a ese lugar de su propiedad, alejándola de las habladurías de la pacata sociedad santiaguina, y allí ella cerró sus ojos para siempre en 1874, en esas tierras colchagüinas. Fue sepultada cristianamente en la Parroquia de Pumanque, donde permanecen sus restos hasta la actualidad. Su certificado de defunción reza escuetamente: "Viuda de Manuel Rodríguez".

De este hijo póstumo no sabemos mucho hasta que cumple veinticinco años, y recibido de abogado se une en matrimonio, en 1842, a una viuda llamada Carmen Herrera Gallegos.

Pero esta historia, así como la vida del hijo de Manuel Rodríguez y su descendencia, ya vendrá…

Juan Esteban Rodríguez B.,
agosto 2013.

 
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