Revista Dedal de Oro N° 64
Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 64 - Año XI, Otoño 2013

CINE HOY

TV CABLE
Gastón Soublette

-Musicólogo. -Maestro en cultura mapuche, filosofía oriental, arte medieval, simbología en cine y sabiduría popular.
-Docente en la Universidad Católica de Chile.

Afiche de "Fanny y Alexander"

El cine es un arte, pero también es una industria y, como tal, una actividad que se mueve sobre el soporte de grandes inversiones que deben ser recuperadas y con las más altas ganancias posibles. Por eso la industria cinematográfica no puede detenerse, y aunque sus realizadores no estén inspirados, deben inventar películas basadas en guiones constituidos por lugares comunes, según los manuales que se han redactado con esa finalidad.

En la TV por cable se proyectan decenas de miles de estas películas que no son nada como arte ni como producto, pero que pueden entretener durante una hora y media a un público masivo, constituido por individuos que no son tales, y que en la trama de dichas películas experimentan emociones de suspenso, miedo, violencia, asombro, rebelión, sensualidad, destape moral, satisfacción vengativa y farándula, las cuales les ayudan a compensar la monotonía de sus vidas estrechas y poco felices.

Pero no se trata de películas que puedan darnos una idea de cómo funciona el cine a nivel mundial, sino exclusivamente de películas norteamericanas en las que el delincuente, el terrorista y el policía son los protagónicos obligados. La verdad es que todo eso puede ser calificado en justicia como basura fílmica.

Hay excepciones, por supuesto, como las películas o series de películas inglesas sobre los usos y costumbres de la sociedad británica del siglo XIX, las que, por lo general, están muy bien realizadas y, no obstante ser las historias narradas una seguidilla de acontecimientos que ocurren en la intimidad de las familias, el guión y la realización tienen la calidad suficiente como para que personas de cierta cultura se interesen en ellas. Quizás otro mérito de esas creaciones cinematográficas sea el contraste que provocan en la pantalla, recargada de violencia y fraude en un mundo que dejó de ser humano entre personas que no han dejado de serlo, y en cuyas vidas el aquí y el ahora vale la pena de ser vivido.

Analizando esas películas uno entiende que los realizadores han procurado conscientemente provocar ese contraste animando y reeditando un mundo donde hubo respeto, identidad cultural de la sociedad, y una cierta corrección moral y delicadeza en el trato, que aunque no siempre fuera sincera, básicamente era sentida como el deber ser en una escala de valores aún vigentes.

Los programadores de los canales de la TV por cable disponen de un vastísimo espectro de buenas películas que se podrían proyectar para mejorar la calidad de su programación, pero es rara la ocasión en que eso ocurre. Una buena película sin espectacularidad, basada en reales problemas humanos, no interesa a la masa de telespectadores. Esa masa está formada por gente victimada por la rutina mecánica de la existencia, y su sensibilidad y apertura de comprensión se han embotado a tal punto, que para ellos se han hecho los disparos, los puñetes, los accidentes de la ruta con autos que se vuelcan a gran velocidad y se incendian, las caídas de aviones y los monstruos que vienen de otros planetas con su anatomía metálica a atacarnos con armas de una tecnología superior a la nuestra.

Tan detestable es esa programación de la mayor parte de los canales de TV por cable que, en compensación, uno podría hasta hallar interesante y digno de verse un tipo de cine de terror que muy de tarde en tarde hace aparición en dos o tres canales. Películas verdaderamente satánicas, en las que honestas e indefensas personas que viven en paz su sencilla y monótona existencia familiar, caen en manos de psicópatas especializados en la tortura y en dar muerte en formas sofisticadas, y no sin invocar fuerzas invisibles del lado oscuro de la vida. He visto algunas de esas películas y debo confesar que aunque haya que hacer de tripas corazón para verlas, no puedo negar que estaban bien realizadas desde todo punto de vista.

Está claro, sí, que si la programación fuera buena, esas películas satánicas no tendrían cabida, pero en medio de tanta basura, y por contraste, uno llega a juzgarlas como bien realizadas al menos, y bien concebido el guión.

Las únicas películas buenas que de tarde en tarde se incluyen en la programación por cable, son aquellas en las que hay espectacularidad y no solo un acontecer humano de contenido espiritual o psicológico profundo. Es el caso de las dos obras maestras de Zemeckis, "El Náufrago" y "Forrest Gump", ambas concebidas para ofrecer al espectador grandes proposiciones e interrogantes acerca del destino y el comportamiento humanos en nuestro tiempo, lo cual se entreteje hábilmente con una historia muy acontecida y por momentos hasta espectacular. De todo eso, el público masivo solo ve lo que como aventura de riesgo vive el protagonista, quedando en la sombra el real mensaje humano de esas creaciones fílmicas.

Se sabe que existe un manual muy hábilmente concebido para la confección de guiones en Hollywood, el cual es seguido a la letra por los realizadores mediocres que no tienen nada que decir, pero que también es consultado por los buenos realizadores, como Zemeckis, quienes aprenden ahí a traducir a un lenguaje fílmico capaz de comprometer nuestra atención y nuestra reflexión por su variedad y riqueza de elementos dinámicos, proposiciones de arte cinematográficas cargadas de un hondo sentido.

Pero películas geniales como "Fanny y Alexander", de Bergman, no podrán nunca programarse para la TV cable, como tampoco las creaciones más altas de Herzog, tales como "Aguirre o la ira de Dios" o "Fitzcarraldo". En películas como esas sus realizadores han actuado como si la insensibilidad y el aturdimiento de la masa mundial no existiera. Ellos viven en un mundo superior y desafían a este bajo mundo y lo intervienen con su arte sin importarles las consecuencias de su obligado ostracismo como personas. Su fe en lo que hacen les da la seguridad absoluta de hallar los medios que hacen posible llevar sus enormes sueños a la pantalla.

Con todo, presiento que esta actividad cinematográfica está llegando a una situación límite, porque la basura fílmica no podrá siempre excitar las emociones de esa masa de aturdidos si esta cambia substancialmente, como se prevé, a mediano plazo, por las grandes mutaciones del mundo en que vivimos. Y el buen cine puede también llegar a su término devorado por la mediocridad de los realizadores, vencidos al fin por la lógica de los negocios. Así, los que se sustraigan a esa lógica avasalladora, para no vender su alma al diablo, puede que, en un futuro ya no muy lejano, no necesiten de la pantalla chica ni de la grande.

 
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