El viernes 13 de abril cayó una copiosa lluvia que desbordó la acequia que pasa sobre mi casa, provocando un alud de barro y piedras que inundaron mi habitación. Al día siguiente se había planeado, por iniciativa de Jonathan, una limpieza del estero. La mitad de los efectivos acudió en mi ayuda, por lo que no se pudo efectuar el trabajo ese fin de semana, dejándose el resto para el sábado siguiente. Participaron los miembros del Club Andino, el grupo de Jonathan y vecinos del sector. Cuando volvía a mi casa tuve oportunidad de ver a un grupo de turistas haciendo camping en el sector ya limpio, y botando alegremente su basura. Ese hecho me dio la idea de escribir esta nota.
Desde que se declaró los esteros como "zonas de libre acceso" los habitantes del sector tenemos que soportar múltiples molestias y pérdidas materiales, pues al ser un lugar público sin servicios como vigilancia policial, acceso a bomberos o retiro de basura, estamos expuestos a ruidos molestos, riñas, destrucción de cercos y puertas, robo de frutas y animales domésticos que, además, resultan dañados por lazos para cazar conejos, rayados -a veces obscenos- de las rocas, pozas hechas con plásticos que contribuyen a la extinción de los peces, en fin, el deterioro progresivo y sistemático del medioambiente.
Obviamente no todos los visitantes se portan de una manera tan desaprensiva, también hay gente linda que acude en una sana búsqueda de contacto con la naturaleza, a tomar fotografías, hacer trekking, observar la flora y fauna, o simplemente a disfrutar de una tranquilidad que la vida urbana les niega.
Entonces la pregunta es: ¿cómo discernir a quién damos la pasada y a quién se la negamos? Por supuesto nosotros, como víctimas de los depredadores, no tenemos autoridad alguna ni para lo uno ni para lo otro. La respuesta será acudir a la autoridad, pero ¿qué podemos esperar de una autoridad que no hizo ningún estudio de impacto ambiental ni inició ninguna campaña de educación antes de soltar a las hordas al asalto de los pocos lugares "vírgenes" que van quedando cerca de Santiago?
Creo que la única opción que nos queda es iniciar nosotros mismos una campaña de educación, aunque me confieso pesimista, ya que los vándalos que cortan cactus a machetazos, que pillan iguanas para torturarlas o se entretienen disparando sus escopetas contra todo lo que se mueve no van a leer esta nota. No importa, igual daremos algunas indicaciones sobre el comportamiento en el campo: