Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 58 - Año X, Primavera 2011

PALABREANDO

Ahora que los ladros perran
ahora que los cantos gallan

VANIA RÍOS MOLINA

Mirando la tele el otro día, una graciosa situación llamó mi atención. En uno de esos programas de conversación, la animadora presentó al primero de sus invitados, el popular vocalista del grupo La Noche: “Y ahora en nuestro estudio… ¡el gran Reo Ley!”. Luego de un breve silencio, una lluvia de carcajadas inundó el set sonrojando a la desdichada, y de paso, dándome la idea para comenzar a escribir este Palabreando.

Yo no sé mucho del consciente ni del subconsciente; menos del inconsciente, pero tengo la impresión de que el tema de hoy, desde una perspectiva psicoanalítica, tiene alguna relación con una famosa cuestión freudiana. Se trata de los llamados “lapsus linguae”, errores involuntarios que se cometen al hablar. Para Freud, este tipo de “acto fallido” sería la expresión de un contenido (deseo) inconsciente que busca una salida para manifestarse ya que una censura interna lo mantiene oculto. El lapsus linguae sería una especie de traición perpetrada por el inconsciente, haciéndonos decir lo que conscientemente no queríamos verbalizar, por no ser considerado apropiado o correcto.

Un ejemplo: Dos respetables señoras observan a varios hombres haciendo fila para meterse a una piscina. Una le pregunta a la otra: ¿cuál de todos los muchachos te gusta? La amiga levanta el índice, cuenta a los chicos, señala al que se ubica en el lugar número seis y responde: ¡me gusta el sexo! Gran metida de pata. Claramente ella quiso decir que le gustaba el sexto, pero su inconsciente le jugó una mala pasada a través de un embarazoso lapsus linguae. ¿A quién no le ha pasado?

Otro punto de vista desde el que se puede estudiar este fenómeno es el lingüístico. De acuerdo a éste, todos alguna vez nos hemos equivocado involuntariamente al hablar, o sea, hemos caído en un lapsus linguae que nos ha hecho avergonzar, causando gracia a quienes lo escuchan. Un famoso ejemplo de esto, lo repetía capítulo tras capítulo el recordado Chapulín Colorado, cuando frente a algún peligro tranquilizaba a sus amigos gritando: ¡Calma, que no “panda el cúnico”! Lo que hacía el héroe azteca (sin darse cuenta) era intercambiar las raíces (parte inicial de una palabra) y los sufijos (parte final de una palabra) de los vocablos que utilizaba, originando dos divertidas nuevas palabras compuestas por las cuatro mitades de todas. ¿Complicado? Mejor les doy más ejemplos: como cuando mamá me invitó a almorzar un apetitoso ¡churé con puletas! o cuando alguien por ahí dijo que al Gobierno le había salido ¡el culo por la tirata!

En el ámbito del juego de palabras, el fenómeno se llama Lapsus burlesco de contraposición. Lo he encontrado con distintos nombres: Trabucación, Contrepéterie (en francés), y en inglés recibe el nombre de Spoonerism, por W. A. Spooner, una eminencia en este tipo de creaciones. Cualquiera sea el nombre, este “lapsus deliberado” –que en el caso de ser escrito se llama lapsus cálami (cálamo=pluma para escribir)- consiste en la trastocación de las letras o de las sílabas de un conjunto de palabras especialmente escogidas, con el fin de obtener otras, cuya reunión tenga igualmente un sentido, de preferencia, burlesco. Por lo absurdo de sus contenidos estos juegos caen dentro de lo conocido también como Nonsense (sin sentido), y por el juego fónico y su musicalidad también se les llama Jitanjáforas.

Veamos un par de ejemplos: El horimento bajo el firmazonte (Carmen Jodrá Davó)

¡Democrad, Libertacia! ¡Puebla el vivo!

¡No dictaremos mas admitidores! pro lometemos, samas y deñores, nuestro sotierno va a gobisfacerles. Firmaremos la gaz, no habrá mas perra, zaperán juntos el queón y el lordero, y quiero promerer y lo promero, vamos a felicirles muy hacerles.

La Serenata (José Manuel Marroquín) Ahora que los ladros perran, ahora que los cantos gallan, ahora que albando la toca las altas suenas campanan; y que los rebuznos burran, y que los gorjeos pajaran y que los silbos serenan y que los gruños marranan y que la aurorada rosa los extensos doros campa, perlando líquidas viertas cual yo lágrimo derramas. Y friando de tirito si bien el abrasa almada, vengo a suspirar mis lanzos ventano de tus debajas. Tú en tanto duerma tranquiles en tu rega camalada ingratándote así burla de las amas del que te ansia ¡Oh, ventánate a tu asoma! ¡Persiane un poco la abra y suspire los recibos que esta pobra exhale alma!

(Y el horimento bajo el firmazonte, y el firmazonte bajo el horimento -ye ca no sé-, brillaba, grona y aro). Que me se raiga un cayo si les miento: fumos soertes y, mo lás pimportante, ¡blasamos hiempre claro!

Ven, endecha las escuchas en que mi exhala se alma que un milicio de musicas me flauta con su compaña, en tinieblo de las medias de esta madruga oscurada. Ven y haz miradar tus brillas a fin de angustiar mis calmas.

Esas tus arcas son cejos con que flechando disparas. Cupido peche mi hiero y ante tus postras me planta. Tus estrellos son dos ojas, tus rosos son como labias, tus perles son como dientas, tu palme como una talla, tu cisne como el de un cuello, un garganto tu alabastra, tus tornos hechos a brazo, tu reinar como el de un anda. Y por eso horo a estas vengas a rejar junto a tus cantas ¡y a suspirar mis exhalos ventano de tus debajas!

Lapsus linguae, lapsus burlesco de contraposición, trabucación, contrepéterie, spoonerism, nonsense, jitanjáfora… Diversos -y difíciles- nombres para un fenómeno que tiene también diversos resultados: rubor para quienes involuntariamente los dicen, mucha risa para quienes los escuchan, y un verdadero deleite para quienes pueden leerlos.

¡Prosta la háxima!

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