Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 55 - Año IX, Verano 2011
LITERATURA Y ARTE
MANUEL MAGALLANES MOURE Y EL MELOCOTÓN
AMALIA REDONDO MAGALLANES

Pocos saben que en el pueblo de El Melocotón, a comienzos del siglo XX, la Casa Patronal de doña Teresa Carvallo Elizalde, construida a mediados del siglo XIX, fue un centro de descanso para el poeta Manuel Magallanes Moure, miembros de la familia Carvallo, empresarios e ingenieros que estudiaban proyectos en la zona o ejecutaban grandes obras, personas convalecientes, y un lugar de paso y vida social para familiares de los fundos cercanos.

Desde su juventud, Magallanes -que tenía entre treinta y ocho y cuarenta y dos años- había adoptado las ideas naturalistas de Tolstoi; estaba íntimamente convencido de la unión inseparable entre el hombre y la Madre Naturaleza, por lo que constantemente necesitaba subir a la cordillera para renovarse y recibir energías vitales.

A través de cartas enviadas desde El Melocotón (1917-1921) a Mireya, su única hija –adolescente- se descubre el compromiso del artista con su ineludible papel de padre formador, en contraposición a sus deseos de libertad. En ellas se describe, además, la vida que se llevaba en casa de los Carvallo, los personajes del lugar, las visitas, los lugareños y sus problemas; todo, desde su particular punto de vista, enseñando a su hija a redactar, escribir y razonar. Desde luego, se contaban los acontecimientos en el Cajón, como la inauguración de la Casa de Salud, la visita del yerno de Joaquín Sorolla, el pintor Pons Arnau, a casa de Alberto Mackenna, y otros.

Magallanes -reconocido poeta, autor de varios libros de poemas, de obras de teatro y de cuentos- fue también crítico de arte, miembro del grupo de Los Diez y Presidente de la Asociación de Artistas y Escritores de Chile. En su juventud había estudiado con los pintores Cosme San Martín y Pedro Lira en la Academia de Bellas Artes. Y en sus estadías en El Melocotón, salía a pintar al aire libre, en pequeño formato.

Como nieta de Magallanes estudié sus cartas y me pareció que, aun cuando fueran coloquiales, guardaban parte de la vida del artista y su relación con la historia cajonina; que varios de sus poemas describían paisajes de El Melocotón; que al menos una de sus obras de teatro parecía inspirada en el lugar; que la casa de Teresa Carvallo, transformada hoy en una acogedora Hostería Millahue -uso que hizo posible su conservación parcial en el tiempo- de planta rectangular alargada, originalmente con dormitorios para familiares y alojados servidos por un corredor en el segundo piso, y un primer piso con servicios y pequeños salones, todavía guardaba vestigios de la arquitectura chilena del siglo XIX; y que de no haber sido publicadas estas cartas, se hubiera perdido la documentación y la posibilidad de aportar a un mayor conocimiento de las casas y personas que forman parte de la historia del Cajón.

La editorial RIL se interesó en publicar estas cartas de Magallanes a su hija. La edición, recientemente impresa, trae fotografías antiguas, algunas tomadas por el propio escritor, y una escasísima foto de la casa de Teresa Carvallo, tal como era en la segunda mitad del siglo XIX, facilitada solo para este libro por el Dr. Gonzalo Leiva Q., académico investigador del Departamento de Estética de la Universidad Católica de Chile.

 

 




CASA DE TERESA CARVALLO


«...EN SUS ESTADÍAS EN EL MELOCOTÓN, SALÍA A PINTAR AL AIRE LIBRE, EN PEQUEÑO FORMATO...»


 




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