Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 51 - Año VIII, Verano 2010
LIBROS
Editorial Cuarto Propio

Antología. Dramaturgia chilena del 2000: nuevas escrituras

María de la Luz Hurtado y Vivian Martínez Tabares (Editoras).

Déjala sangrar de Benjamín Galemiri (2005); El thriller de Antígona y Hnos. S. A. de Ana López Montaner (2006); Rey Planta de Manuela Infante (2006); Porque solo tengo el cuerpo para defender este coto de Juan Claudio Burgos (2008); HP (Hans Pozo) de Luis Barrales (2008) y The day was truly chilian de Andrés Kalawski (2003) son las obras compiladas en esta Antología por las investigadoras y críticas teatrales María de la Luz Hurtado y Vivian Martínez Tabares. Esta colección de obras posee rasgos comunes como nueva escritura y a la vez deja de manifiesto los potentes perfiles autorales de cada dramaturgo, los que impugnan radicalmente los lenguajes canónicos.

En el prólogo, María de la Luz Hurtado plantea ya desde su título –“Dramaturgia chilena del siglo XXI: de cuerpos mutilados a la representación ficcional/textual de la muerte o de su enigma”– la inmersión de estos textos en atmósferas enrarecidas de violencia, los que revisitan la memoria y hurgan en la realidad actual desde múltiples registros y
actitudes en los cuales la parodia, el pastiche, la desmesura, el ludismo, el absurdo contienen vetas de interrogación existencial, ontológica, política y social de honda proyección. Poéticas que, desde la fragmentación del relato y el predominio de la voz narrativa y el monólogo, ponen en entredicho las relaciones entre realidad/ficción y texto/escenificación.

Algunos rasgos de esta dramaturgia son que posee un otro modo de abordar lo político y el ideario (o su falta) y de vincularse con la contingencia y con la memoria; reelabora los modos de dar voz, cuerpo y recorrido diegético al sujeto marginal urbano; construye metatextos y utiliza hipotextos como sustrato de la ficción; trabaja la cita, los anacronismos y recurre inescapablemente a la tecnología virtual; transita desde la máxima economía de recursos a su hiperbolización.

Esta dramaturgia explora los lenguajes textuales en su cualidad performativa redramatizando la escena y, al hurgar en el cuerpo muerto y fragmentado, en ese mismo gesto explora el cuerpo/familia/nación y el cuerpo/teatro.cuerpo/teatro.

La gran familia. Una gira por el circo chileno

Ilan Oxman / Jorge Rowlands / Alex Berezin

Eran años malos en Santiago. Fines de los setenta. Me llega un sobre desde Londres con una carta, un pequeño afiche en blanco y negro y un cheque bancario. Un grupo de chilenos exiliados en Inglaterra habían sabido que se le había incendiado la carpa al Tony Caluga. Se habían reunido en un local londinense, recordaron su infancia, los payasos y reunieron unas libras esterlinas para reponer algo del daño. Hasta allí todo bien. ¿Pero cómo enviárselas? Me pedían en la carta, que la firmaba Sergio Muñoz, profesor y miembro del Consejo Superior de la Universidad de Chile, exonerado, preso y exiliado, que le hiciera llegar al querido Tony ese dinero. Me ocurrió quizá lo mismo que a quienes comienzan a leer este libro maravilloso. El personaje era parte de toda nuestra vida, pero no sabía obviamente el modo de encontrarlo, y por cierto que no aparecía ningún Tony Caluga en las páginas de la guía de teléfonos. Todos sabemos del Circo, pero no sabemos casi nada de lo que ocurre tras las carpas, de la vida, de, incluso, el nombre, de los payasos y trapecistas.

Ahí comenzó una aventura fascinante. Pasaron muchos años y unos estudiantes de antropología se interesaron en realizar unas historias de vida para un curso sobre la materia en el ámbito circense. Un ambiente de nostalgia rodea al Circo y a este libro que estamos prologando. Porque cada historia es más hermosa que la otra y nos refiere a un pasado efímero, la niñez quizá. No creo que exista persona en Chile que alguna vez no pudo entrar al Circo, sentarse en una galería de tablas que parecían que se iban a caer, y ponerse en máxima tensión cuando en lo alto de la carpa la hermosa niña vestida de lentejuelas quedaba suspendida en el aire.

Este libro sin duda les interesará a muchos. Nos ayuda a comprender la historia del circo chileno y sobre todo que el circo está vivo.

José Bengoa, 2009.

Objetos del silencio

Eugenia Prado Bassi

Qué me haces que siento que me muero, a mis nueve, tú tenías once, eras de los hermanos el mayor. Qué me haces que siento que me muero que me agoto y ya no puedo levantarme y la luz de la mañana me encandila y me pone tan triste. Qué me haces, cuando éramos tan niños. Por qué me duele ahora la idea que me sitúa como presa única de tus movimientos feroces. Por qué me besas. Me besas tanto. Por qué lo haces con tanta insistencia. Por qué me tocas. Me chupas tanto, que casi me gusta cuando lo haces y la costumbre a tus hábitos me obliga a soñarte. Te sueño en pesadillas con los ojos brillantes, repasando cada movimiento que me vulgariza de tu hostilidad. Ahora de crecido entiendo lo que hacías, sé que poco a poco fuiste poniéndome todo esto en la cabeza, aún así te atreves a negarnos, niegas el placer del primer día, de nuestro primer día, y yo sin poder entender cómo podrías no privilegiar entre tus recuerdos el momento exacto de ese día, cuando tú y yo, atrapados frente al espejo, enceguecíamos bajo la fuerza de extrañas imágenes, pero todo cambió de un momento a otro y pude
ver cómo te instalabas en mí con inesperada certeza, me revelaste el secreto de la verdadera fuerza, ese primer día, tú y yo nacíamos para la vida, descubriendo sueños que revolotearon en nuestras cabezas, sueños de cuerpos conmovidos, anticipando los deseos que dibujarían el cómo iría dándose todo entre nosotros, pronto nos amamos sin escape, confundidos y desnudos, repletos y cercados, nuestros cuerpos crecieron, mas uno siempre escapaba indistintamente bajo el consentimiento de una suerte de misterio, como si los ángeles del cielo hubiesen advertido nuestro intenso amor en el acecho de las pupilas dilatadas del que escapa, el espacio de la infancia se hizo sofocante cuando apareció definitiva y rotunda la presencia de nuestra madre, nuestro inmenso amor, amparado bajo sus miradas y todos mis recuerdos de cuando no peleábamos, cuando nunca lo hacíamos, al ver a nuestra madre, toda ella, sonreír, fuimos creciendo, descubrí que lo que hacíamos te avergonzaba, y yo, de pudores me ponía triste y tan perdido, tú me habías iniciado y eras tú quien anteponía semejante distancia.

Fragmentos novela, 2007.

El libro mayor de Violeta Parra

Isabel Parra

Pertenezco a una generación que creció con el fantasma de la Violeta rondando desde cerca. Digo el fantasma, porque no tuvimos el gusto de pisar este suelo en el mismo momento que ella, pero aun así, la presentimos siempre, penando como un ánima en las canciones con las que nos hicieron dormir, en el sonido de su guitarrón saliendo del parlante de alguna radio, o en la imagen mítica de esa carpa ruca, carpa casa, carpa fiesta, que recibió a nuestros padres, a nuestros tíos, a nuestros abuelos, pero no a nosotros. Quedamos fuera del festejo de la Violeta, pero me gusta pensar que no de la repartija de su herencia.

El libro mayor de Violeta Parra, es eso, un pedazo más de Violeta que nos llega, para completar el puzle que nos hemos ido armando desde niños. Un puzle donde normalmente la tenemos cantando, guitarra en mano, o cosiendo arpilleras, o bailando una cueca junto a sus hijos y sus hermanos. Un poco cantora, un poco investigadora, un poco viajera. Mujer que denuncia, que documenta, que defiende. Marginal hasta
los huesos. Chilena, recipiente de todo Chile. Mezcla de mito, de tradición y creación, un poco meica, un poco maga, un poco india, un poco china, alquímica, mágica, enigmática, secrética, ocúltica.

Pero las páginas de este libro se abren y otra Violeta, que convive con la que ya tenemos, aparece para completar esta imagen. Es la Violeta de los que sí fueron al festejo, los que sí la disfrutaron, los que la quisieron, los que la aguantaron.

En una de las últimas páginas de este libro mayor, hay una fotografía del velorio de la Violeta. Nunca pensé estar ahí y de golpe esta foto me invita. La veo llena de amigos y flores y deudos y ahora la empiezo a echar de menos de una forma distinta porque siento que la conozco mejor. Efectivamente hay una mujer en ese ataud y no un fantasma.

Nona Fernández, 2009.

Volver a Inicio