Destrucción
Rolando Naveas Leiton
Mayakequ’u quiso un día matar a su enemigo Gural. Primeramente, lo siguió a hurtadillas cuando Gural se dirigía a la floresta para practicar su deporte favorito: atrapar mariposas de té con cucharas de marfil. Sorprendiolo Mayakequ’u a Gural en cuclillas lamiendo el rocío de la chépica y con su maza de estrella le reventó el hueso frontal de su cráneo. Trabajando con su cuchillo de hierro le dejó las órbitas desiertas. Los ojos de Gural sangraban en el barro. Mayakequ’u, con su puñal de hierro Hallstatt, desgarró músculos y el rostro de Gural, quien ya moría. Mayakequ’u se ensañó: primero los orbiculares de los párpados y los zigomáticos mayores. Y con su espada árabe trinchó ligamentos y cortó tendones. Cayó el angular del omóplato, se abrió el glúteo superior y también el extensor común de los dedos de ambos brazos. Más tarde púsolo a distancia de sí, cargó su mosquete de serpentín fabricado en el año 1630 e hizo blanco neto en medio del esternón, haciendo saltar por los aires el mango, el cuerpo del hueso. Tal fue el desparramo, que hasta la primera vértebra dorsal se pulverizó en un santiamén.
| Inertes, los restos de Gural se encontraban apoyados en la base del tronco de un nogal. Con su cuchillo, Mayakequ’u hurgueteó el tórax del cadáver. Deslenguó arterias y venas, acuchilló nervios, arrancó el corazón, los pulmones, a lonjas el estómago y el tripal y trozos de hígado, páncreas e intestino delgado. Finalmente, extasiado, partió a hachazos en varios pequeños segmentos rótula, tibia, peroné y maléolos. Su ritual final fue cortar el pene y las gónadas, y tomándolos entre sus manos callosas se los llevó a su casa e hizo que su mujer adúltera se comiese aquellos miembros crudos, muy crudos y sangrantes. Acto seguido la mató de un pistoletazo en la sien izquierda utilizando un revólver Cádiz de bolsillo. Desnudó a la mujer y le introdujo una granada de mano percutada en la vagina y, parapetado tras un muro, esperó con deleite la grandiosa detonación.