Mi hermano llegó hoy de Bolivia, donde escaló
y paseo por los alrededores de La Paz. La reunión familiar
de la tarde giró en torno al interesante relato de
su viaje, incluyendo apasionados relatos de montaña
y caminatas por la capital boliviana, vorágine de vida
urbana y movimiento.
Discutiendo sobre el subdesarrollo que se puede apreciar
en aquella ciudad, un familiar contó, para ejemplificar
esta negativa característica, la siguiente anécdota
con un dejo de compasión en su relato: una amiga de
él había visitado La Paz en calidad de turista,
y se había maravillado en una esquina con el pequeño
puesto de una indígena, que vendía hermosas
bufandas de llamativos colores. Ante la sorpresa que le causó
el bajo precio que ella cobraba por las bufandas, le ofreció
comprar todas las que le quedaban (unas 10), ante lo cual
la mujer se negó: «no quiero venderlas todas
de una vez. Pues, ¿qué hago el resto del día
sino es seguir vendiendo mis bufandas?».
Para algunos esta situación demuestra subdesarrollo,
incultura e incluso limitación intelectual. Desde mi
punto de vista, es una maravillosa historia de sencillez,
simpleza material y honestidad. ¡Cuanto mejor sería
nuestro mundo si todos pensáramos como la vendedora
de bufandas! Cuanto mejor sería todo si los occidentales,
aquellos que nos sentimos desarrollados y superiores pero
somos culpables de la crisis ambiental y espiritual que vivimos,
pudiéramos desligar nuestras vidas y nuestro trabajo
de la estúpida lógica comercial, de la lógica
de la maximización de la utilidad económica
(equivalente al acto de vender todas las bufandas de una vez).
Porque en la sociedad occidental, en este «desarrollo»
en el que estamos insertos, todo es y debe ser por dinero,
y quien no lo procure es un imbécil, cómo la
indígena de las bufandas. ¿No puede un ser humano,
alejándose de las asquerosas ambiciones materiales,
buscar otro objetivo en su trabajo, que no sea ganar más
dinero?
La vendedora de bufandas, desde el punto de vista de muchos
un ser inferior, es a mi juicio el ser superior de la historia.
¿No es, al fin de cuentas, superior el hombre que está
por sobre las ambiciones del poder y el dinero, queriendo
simplemente seguir con su sencillez y las tradiciones ancestrales
de las cuales han sido parte sus familiares y antepasados
por cientos de años? Por favor, entiéndanme
entonces que quede con la duda: ¿Quiénes son
los desarrollados? ¿Nosotros o ellos?
KRIST NARANJO.