Dvorak, pero su clima musical y psicológico
era tan inconfundible y puro que cuando se le escuchaba se le
reconocía paso a paso sin pensar en el origen de su música:
era siempre Rota, su atmósfera, su sentimiento, su sonido.
Se divertía en revelar poco a poco de dónde provenía
su inspiración, que originaba partituras que parecían
tan clásicas o inmediatas, como si no hubiese nunca una
ruptura entre la música del pasado y las melodías
tan ligeras y populares del presente, la música de consumo
de nuestros días. Le agradaba que se descubriera la relación
de su música con la de los compositores soviéticos
del siglo veinte, o con el sinfonismo descentrado de fines del
siglo veinte; se complacía en poder dar ese tono patético
e irónico, íntimo y confidencial que muchos de
los grandes de la música nunca pudieron conseguir.
Cuando Rota escribió la música para un ballet
de Maurice Béjart basado en Molière, donde los
personajes aparecían aprisionados en una red al ritmo
de una marcha un poco retorcida y nostálgica, se afirmó
que la música era «felliniana»; pero alguien
comprendió que era necesario afirmar que en realidad
Fellini era «rotanio». De hecho, no cabe duda
de que Fellini fue el creador de un mundo visual cinematográfico,
pero Nino Rota fue el autor del mundo sonoro del realizador.
Cierto es que la oportunidad de la música de Rota
se reveló más en el cine para los espectadores
comunes, particularmente a través de la obra de cineastas
privilegiados como Luchino Visconti, Federico Fellini, Mario
Monicelli, Franco Zeffirelli, Pietro Germi o Luigi Zampa,
pero el compositor venía de un medio muy diferente,
aquél en que se revelaría primero «la
otra música».
Nacido en Milano el 3 de diciembre de 1911, era hijo de
la brillante pianista Ernesta Rota Rinaldi y nieto de un importante
compositor del siglo diecinueve, Giovanni Rinaldi. Primero
discípulo de Giacomo Orofico, estudió luego
piano y composición con Ildebrando Pizzetti y Alberto
Casella en el Conservatorio de Milano y la Academia de Santa
Cecilia de Roma. Niño prodigio, escribió a los
once años el oratorio para solistas, coro y orquesta
La Infancia de Juan Bautista, cuyo estreno tuvo lugar en 1923,
y luego a los quince años compuso la comedia lírica
El Príncipe Cerdo. Con la primera de estas obras, Rota
despertó la admiración de Arturo Toscanini y
Gabriele DAnnunzio, quienes se convirtieron en los años
siguientes en sus tutores.
A comienzos de los años treinta Rota viajó
a Estados Unidos, donde ingresó al Instituto Curtis
de Filadelfia. Allí estudio composición con
Rosario Scalero. Ella lo familiarizó con el desarrollo
histórico de los diversos estilos y formas musicales.
Durante su estadía en América trabó amistad
con Aaron Copland, que lo hizo interesarse en el cine. Él
le aconsejó no asumir una actitud «snobista»
y prejuiciosa respecto a la música cinematográfica,
que no era tomada en serio por muchos músicos «serios»,
que la consideraban sólo un pasatiempo idiota o «papel
picado», como afirmaba Stravinsky. Copland también
le enseñó a conocer y apreciar la música
de compositores como Cole Porter, Irving Berlin y George Gershwin.
La inclusión de la canción «Stormy Weather»
en Amacord de Federico Fellini refleja la influencia que ejercería
en el futuro en él la música de los Estados
Unidos.
Nino Rota tardaría muchos años antes de consagrarse
a la composición de música para el cine. Só1o
a fines de los años cuarenta inició esta actividad
que desarrolló hasta su muerte en 1979, alcanzando
un total de 143 partituras para diversos filmes y los más
variados realizadores, la mayoría por desgracia perteneciente
al cine de consumo y nunca considerada como obras de arte.
También debe recordarse una actividad permanente que
ejerció Rota en el dominio de la enseñanza,
revelada sobre todo por los años en que se desempeñó
como profesor de composición en el Conservatorio de
Bari, del que llegó a ser también su director
desde 1939.
En Italia, el prestigio de Rota como músico de concierto
es inmensamente superior en toda consideración a su
renombre como autor de partituras para el cine. Su actividad
en el primer rubro es muy amplia, cubriendo prácticamente
todos los géneros de la música. Entre sus óperas
figuran Ariodante (1942), la farsa musical Los dos tímidos
(1947) y la ópera bufa en tres actos El sombrero de
paja de Firenze (1955). Fue también autor del ballet
El enfermo imaginario y de tres sinfonías, en especial
la que se titula Sinfonía sobre una Canción
de Guerra (1947).
Entre otras partituras notables pertenecientes a la «otra
música» del compositor se destacan las siguientes:
Trío para flauta, violín y piano (1958); Kysteriun,
oratorio para solistas, coro mixto, coro de niños y
orquesta (1963); Concerto para piano y orquesta de cuerdas
(1964); y Concerto para trombón y orquesta (1968).
Debe agregarse a todo esto un enorme caudal de música
de cámara y música vocal perteneciente principalmente
a un período que se extiende entre 1934 y 1937. Todo
el conjunto de esta obra inmensa en su mayoría ha sido
grabada en Italia, estando en la actualidad a disposición
de los interesados.
En las Emisoras de la Universidad de Santiago de Chile,
en el programa «Escuchemos el Cine», se difundieron
sucesivamente dos conciertos especiales el 25 de diciembre
de 1990 y el 22 de octubre de 1993, ambos consagrados a la
«otra música» de Rota. Entre el repertorio
ofrecido en esa oportunidad se incluyó las siguientes
obras:
Concerto Soiree para piano y orquesta, en una grabación
registrada en vivo el 23 de diciembre de 1962 en el Auditorio
de la RAI de Milano con Nino Rota como solista con la Orquesta
Sinfónica de Milano bajo la dirección de Bruno
Maderna. En esta pieza de concierto, como en la mayoría
de las partituras que Rota escribió para diversos medios,
se admira la habilidad constructiva de su música, hecha
de contrapuntos de una fluidez infalible, armonías
cambiantes y reiterativas en constante referencia a tonalidades
sentidas como fuera de cuadro o como una imagen lejana. Hay
además en ella una habilidad y destreza en el diálogo,
aceleraciones y distensiones, suma y sustracción de
colores, pausas, todo ello depositado instantáneamente
en la memoria del oyente como una composición aparentemente
hecha sólo para entretener.
De igual modo es Homenaje a Casella, una pequeña
pero afectuosa y penetrante pieza para quinteto de vientos
escrita en 1959. Sus cuatro movimientos parecen un saludo
amable y gracioso que simula lo que un alumno quiso decirle
a su maestro y nunca lo dijo.
Entre la música de Nino Rota para un medio distinto
al del cine, sus Quince Preludios para piano figuran entre
sus obras más delicadas. En conjunto parecen ser el
peregrinaje de un caballero con alma de payaso; son preludios
e imágenes nuevas revividas por el movimiento de las
manos en una improvisación sobre el teclado para ser
escuchadas en paz, pero con profundidad. Música que
se ofrece de inmediato como un acompañamiento de los
más íntimos pensamientos del oyente. Fue el
15 de mayo de 1965 cuando Nino Rota grabó personalmente
en vivo como solista estos Quince Preludios en el Auditorio
de la RAI en Roma.
Estos programas radiales que hemos evocado parcialmente
aquí nos permiten rendir un modesto homenaje a la última
expresión del arte de un gran compositor italiano del
siglo veinte. En esas partitura escritas entre 1959 y 1965
es posible encontrar más de un acorde o una armonía
en más de un pasaje de lo que constituye la característica
de la música que Rota escribió para el cine,
con ese estilo habitual que el compositor aplicó en
toda su música para cualquier medio. No debemos olvidar
que la música de Nino Rota era melódicamente
simple y versátil, casi siempre diatónica y
severa, impregnada de un carácter tiernamente sentimental,
empapada de un humorismo discreto y elegante. No obstante,
Rota también contribuyó con su música
a crear ese paisaje apocalíptico de la sociedad contemporánea.
Sus partituras auscultaban también la fisonomía
de un mundo enfermo con sus convulsiones burlescas, los cánceres
interiores, la ausencia dolorosa del amor, la amistad y la
sinceridad; también la búsqueda desenfrenada
de la diversión, de las mascaradas, del erotismo. Estos
temas evidentemente trágicos están en toda su
música, la del cine y la «otra», dejando
así el testimonio de que fue un artista que estuvo
siempre preocupado del mundo en que vivía. De todos
modos, querámoslo o no, para la historia de la música
Nino Rota será siempre el creador del mundo sonoro
de Federico Fellini. DdO