En este último tiempo hemos visto con asombro y profunda
consternación el doloroso episodio de aquellas madres
que se suicidan junto con sus hijos. Los lanzan al río,
al ferrocarril, al metro, a la muerte por degüello o
por asfixia. Tras la muerte de ellos, la madre los acompaña
suicidándose. Aquellas madres que sobreviven confiesan
que el motivo principal de su crimen ha sido la infidelidad
o abandono del progenitor, el padre de sus hijos.
Eurípides, en su tragedia Medea, relata que ésta,
al saber que su esposo Jasón la abandonaría
para desposar a Creusa, mata a la princesa y a su padre, el
Rey de Corinto. No siendo eso suficiente, degolló a
sus dos hijos por venganza y celos. Aparece entonces tan cierta
y conmovedora la tragedia de Medea, que representa en la vida
real un engendro del infierno en el ser humano.
Don Osvaldo Quijada Cerda (Q.E.P.D.), médico ginecólogo
y profesor de sexología, describió, como el
mismo expresa, un doloroso síndrome sociológico
Medea-Fresia (S.S.M.F.). La relación con Fresia
corresponde al mismo aspecto del problema, ya que, como relata
Ercilla: Fresia, al ver prisionero a su esposo Caupolicán,
equivocadamente cree que por cobarde se había dejado
apresar sin morir luchando. No pudiendo, entonces, soportar
esa actitud ignominiosa, lo zahiere y tira al suelo al hijo
de ambos de quince meses y lo abandona en su lugar de detención
y tortura. Lo interesante del caso es que ambos episodios
relacionados están distantes en dos mil años.
El problema, por lo demás, aún se mantiene trágicamente
vigente al observar los dolorosos hechos aludidos al principio.
La naturaleza del ser humano es tan compleja como misteriosa,
pero, a pesar de su complejidad, debemos aceptar el hecho que
la raigambre común de los seres humanos es biológica.
El instinto básico de la mujer es tener hijos de padres
triunfadores