Versión electrónica de la Revista Dedal de Oro. Nº 45 - Año VII, Ocubre y Noviembre 2008

 

MARÍA REYES CASTRO, SANADORA REIKI, TERAPEUTA MASAJISTA Y ARTESANA.

DEDICADO A MARGARITA GAJARDO B.


Hasta hace un tiempo tenía la sensación de que mi vida no llevaba el curso que yo esperaba. Algo inefable se agitaba dentro mío y hacía un ruido cada vez más ensordecedor, como el del magma por salir a la superficie. Si bien no era una sensación nueva, con el paso del tiempo y su persistencia se tornó atemorizante. Muchas veces había experimentado esa inquietud de cambiar algo que no andaba bien en mi vida. Pero díganme, quién no lo ha vivido. Así que no le presté demasiada atención... Sin embargo, puedo decir que no había sentido antes nada comparable con esta energía que pugnaba en mí. Aunque sí se podría comparar con la experiencia del parto, en donde se produce una gran conmoción en el cuerpo de la madre y, con dolores (y sabiduría), éste ayuda a “expulsar” hacia la luz aquel nuevo ser que viene a transformar y enriquecer la existencia. Es así como, previos dolores de parto espiritual, sentí la necesidad de dar a luz una nueva forma de encarar la vida.

HACIENDO HISTORIA…

Hace un par de años comencé a sentirme pésimo. Físicamente estaba enferma. Tenía sobrepeso y había días en que dolores de todo tipo no me dejaban funcionar. Me preguntaba qué sucedía conmigo, que empezaba a estar cansada y desmotivada. En mi angustia, le pedí a Dios que abriera un camino de redención para mis sufrimientos. Entonces fue que alguien en el Universo me escuchó y me envió más dolores, tan intensos, que no tuve otra opción que movilizar mis estancadas energías y reaccionar de golpe. Fui al médico y después de muchos exámenes y derroches de paciencia, se determinó que tenía todo mi sistema desordenado, producto de una seria enfermedad: Diabetes Mellitus tipo 2. Tuve que empezar a cuidarme con rigurosidad. Es decir, tomé en mis manos mi propia recuperación, diciéndome que nadie más que yo podría cuidarme con el amor que necesitaba. Tuve que mostrar mucho respeto por este cuerpo que me contiene desde hace 42 años. Agradeciéndole íntimamente todo lo que me había acompañado hasta ese instante, me comprometí en la tarea de re-equilibrarlo. Gracias a eso, a los seis meses de controles con especialistas y siguiendo al pie de la letra sus instrucciones, la enfermedad principal y sus desórdenes colaterales habían remitido al punto de no aparecer en los exámenes. Ese fue un gran mensaje. A través de esta enfermedad pude poner en práctica el poder que tenía desde siempre a mi disposición para introducir cambios en mi realidad. Quería sanarme y lo logré con creces, porque, además de recuperar mi peso de hacía 20 años, mi cuerpo dejó de ser una carga para volver a ser la bendición que siempre fue. Fui capaz de hacerme un propósito y realizarlo. Gracias a eso, sané. De ahora en adelante, mi compromiso es seguir cuidando y respetando mi cuerpo a conciencia, hasta el día en que ya no lo necesite más.

Pero más tarde me tembló de nuevo el piso y esta vez el sismo se aspectaba de mayores proporciones. Algo me decía que este era el segundo episodio de una saga que empezó en lo físico y debía continuar su evolución en mi espíritu. “Alguien” extraordinario se agitaba dentro mío y llamaba mi atención queriendo expresarse con mayor libertad y autodeterminación.

EN POS DE LA LUZ…

Creo que a todos les ha pasado sentir que en lo profundo de su pecho hay un ser que se ahoga en un mar de represiones y que insiste con irritación en salir a la luz. En esta sociedad tan sobrecargada de estímulos y conflictos, muchos somos los que, en aras de un pasar familiar más armónico, sacrificamos nuestras alas y cortamos los puentes que nos unen con nuestros sueños y anhelos del alma. Porque cruzar el puente que nos lleva a realizar los sueños y a buscar nuestro cáliz interior implica salir al camino de nuevo, después de años de relativa estabilidad, arriesgándose a no encontrar lo que se desea y, sobre todo, dejar atrás el estilo de vida que se ha llevado y perder pareja, hijos, hogar, amigos... Además, arriesgarse a que nadie entienda tu manera de actuar. Sin embargo, abandonar lo seguro por atravesar un puente colgante que nos conduce a lugares desconocidos es un sine qua non del que quiere de verdad ir más allá de sus límites, en pos de la divina magia de la existencia. Hablo de límites mentales y físicos, ya que para el espíritu no los hay.

A mi me pasó eso. Experimentar la bofetada física y espiritual que te hace ver que la vida que te dibujaste con tanto esmero ya no funciona. Saber que se hacía urgente un cambio de piel en todo sentido. Tener la certeza de que ese proyecto de vida al cual te entregaste, cerrando los ojos muchas veces a las señales de peligro, se desvanecía en el aire. Las energías que sustentaban mi felicidad hogareña se detuvieron y dieron paso al estancamiento. Se buscó todo tipo de respuestas, hubo rabia, pena, desilusión… y las ganas de responsabilizar al mundo por lo que me estaba sucediendo. Luego reconocí que no había más culpable que yo por haberle entregado las llaves de mi porvenir a quien no le correspondía guardarlas. Sólo yo estoy capacitada para guiar mis pasos. Entonces, vino una vez más esa rebelde naturaleza interna y empezó a hacerme señas inequívocas del gran vuelco que se aproximaba. La primera fue la enfermedad física, ahora tocaba enfrentar el reto de sanar el alma… lo que derivó en ruptura matrimonial y más dolor... Pero era tan fuerte mi ansia de liberación personal que, cuando ésta fuerza encontró una posibilidad de exteriorizarse, lo hizo. Entonces tuve que ser honesta y reconocer que, aunque la pena era enorme, el fin hacía que todo fuera más amable. Tenía que terminar con todo, sin espacio para dudar. Tenía que buscar y seguir el sendero que me llevaría a través de la noche del olvido en que me tenía a mi misma, y recuperarme. Recuperar la conexión directa con mi alma y, por su intermedio, con la gran fuente de vida que para unos es Dios y para otros el Origen.

Ya había pasado, con los años, por momentos de mucha conexión con lo divino, pero ésta aparecía de manera intermitente. Yo anhelaba construir mi existencia “enchufada” permanentemente con esa Realidad Eterna. Porque vivir “unplugged”, sin sentir esa cercanía reconfortante, es vivir con un vacío que nada puede llenar. Entonces, para alcanzar esa Armonía, debía hacer una reingeniería de mis escenarios conocidos y prepararlos para la representación de esta nueva obra.

Cuando uno siente que ya no puede seguir pagando los costos de mantener en pie una construcción mal cimentada y cuando tampoco se puede seguir parchando las grietas, bueno, no hay más que derribar la creación fallida y marcharse a construir algo mejor en otro lugar, o derribarla y reconstruir sobre las ruinas de la anterior, esta vez más acorde con tus necesidades más profundas. Para esto, es preciso aprender a conocerte a ti mismo. Por favor, como te han dicho tantos y en tantas ocasiones: conócete a ti mismo, ¡es urgente!

Yo destruí todo y me fui. Eso fue lo primero que hice. Me fui a respirar nuevos aires, a nutrirme de otras creaciones y a beber de la bondad y alegría de otras personas. Pero tuve que volver a buscar algo que se me había quedado, y sin lo cual esta vez no me pude ir. Como que, en alguna parte, tomé un camino que me trajo de vuelta. Y aquí estoy, reconstruyendo, pero con otros planos, y sabiendo que no es necesario “abandonar” personas con las que has formado espacios en que has vivido con el fin de conseguir tu libertad física y espiritual, porque eso siempre ha sido tuyo. Incluso, tampoco es “necesario” que ellos cambien de alguna manera para que tú seas feliz. Miren lo que estoy diciendo. Porque lo que de verdad hace la transformación es la nueva mirada con que tú puedas intentar abordar el mismo barco. Es decir, cambiando el tipo de relación que tú estableces con esas mismas personas y espacios, cambiará todo a tu alrededor. Y con mayor intensidad si tú tienes claridad sobre quién eres y lo que necesitas, ya que así sabrás hasta dónde los demás te pueden ayudar y acompañar y en qué aspectos es bueno que no dependas de ellos.

Así, después de haber derribado los cimientos de una vida cuya estructura ya no me satisfacía y haberme marchado dejando tras de mí desconcierto y dolor, ahora vuelvo más entera a crearme otra realidad más fiel a mis aspiraciones. He vuelto buscando crear espacios de soledad deliberada donde poder estar en silencio y expandir mis energías. He vuelto buscando crear espacios de respeto y equilibrio emocional que me permitan trabajar sin culpas en lo que deseo y buscando crear más fortaleza para que mis ansias de movimiento y necesidad de nuevas compañías no se vean coartadas. He vuelto para estar más cerca de seres que quiero, pero sin permitir que sus demandas ahoguen las mías y sin dejar que sus miedos y egoísmos (que no son los míos) limiten mi expresión en ningún sentido. Esto es lo que quiero para mí. Porque ahora sé que yo soy el origen y el fin de mi bienestar. Sé que mi integridad viene de mi misma y del valor que soy capaz de darme como forjadora de mi propia realidad. Entonces, o soy completa y fielmente lo que soy y con ello me autorrealizo, o entrego mis opciones de ser feliz al criterio o prejuicio de mi prójimo que, salvo excepciones, conoce menos de mi que yo… Por favor, no entregues el poder sobre tu bienestar a manos de otros. Sé valiente y así no tendrás que culpar a nadie de tus fracasos.

AIRES NUEVOS…

Por todo esto que he contado es que me alegra saber que en distintos lugares de este Cajón de energías tan densas a veces, están surgiendo nuevos aires de sanidad. Están llegando a mis oídos historias de personas de distintas localidades, como San Gabriel o San José, que se cansaron de esperar que otros vinieran a darles buen pasar y tomaron ellas mismas las riendas de su propio beneficio al participar en cursos y maestrías tendientes al alivio de sus males. Me siento identificada con esta nueva ola de gente que, como una, está siguiendo esa llamada interior que los impulsa a encontrar caminos hacia la sanidad propia y de su entorno. Eso me da esperanzas de que no estamos solos y que un nuevo sol de crecimiento puede estar abriéndose paso en el corazón de este Cajón del Maipo. Porque cada uno puede llegar a ser su propia luz en el camino.

San José de Maipo, Mayo de 2008.