Traíamos del pasado ciertas tradiciones y modos de
vida que le daban sentido a la existencia, pero esa herencia
se dilapidó enteramente. Hoy vivimos en una civilización
puramente financiera y tecnológica. Una dictadura militar
marcó el hito trágico de esa pérdida.
Chile ya no es Chile, es cualquier cosa que resulte de la
buena o mala administración de los recursos y las técnicas.
Todavía flamea al viento el pabellón del Estado
en lo alto del palacio de La Moneda (bandera y escudo), pero
un gigantesco cartel de publicidad neutraliza el significado
de ese emblema en la misma Plaza de laConstitución.
Las universidades, en las que reciben una educación
superior la elite de la juventud chilena, se han visto afectadas
por esta vasta mutación de la sociedad toda, en elsentido
de que ya no hay "vida universitaria". El alumno
es un "hombre solo" que asiste a clases, estudia
y pasa pruebas para calificar su rendimiento. Los espacios
interiores de los planteles de educación superior,
de hecho, están muertos. Las iniciativas de acción
cultural y convivencia son cada vez más raras. Podría
pensarse que las orientaciones que emanan de los gobiernos
en materia de educación han tenido éxito en
lograr que las cosas se hayan dado de ese modo, pues el lenguaje
de nuestras autoridades confirma a cada paso que el país
no es más que eso: una "economía",
muy injustamente administrada, por lo demás, en beneficio
de una elite empresarial nacional e internacional.
Tenemos grandes poetas, pero somos la "sociedad de los
poetas muertos". Su mensaje ya no nos toca. Ya nadie
se acuerda que Pablo Neruda escribió en su poema "Alturas
deMachu Picchu": El hombre es más ancho que el
mar y que sus islas, y hay que caer en él como en un
pozo para subir trayendo un ramo de agua secreta y de verdades
sumergidas. Yo estoy aquí para contar la historia,
dijo también en su poema "La lámpara en
la tierra". ¿Qué historia? La de América
contada hasta hoy desde la perspectiva del dominador europeo
y nunca desde el sufrimiento del dominado habitante originario.
El que esto escribe ha sido profesor de la Pontificia Universidad
Católica de Chile desde hace treinta y cinco años
en el hermoso Campus Oriente y ha sido testigo presencial
del cambio antes mencionado. Dicha sede universitaria es actualmente
la que alberga a la Facultad de Artes y al Instituto de Estética,
y con todos sus espacios, pudiendo ser animados con acciones
de arte, teatro, música, es como un bello claustro
deshabitado. La atmósfera del "paíseconomía",
del "país-tecnología", domina todo
e inhibe el entusiasmo creativo de un alumnado que antes seguía
la tradición secular de una comunidad juvenil bullente,
que sabía cantar y danzar, que tenía una poética
de vida y un pensamiento crítico, al margen del rodaje
reglamentario del plantel y en los espacios mismos del plantel.
Con todo, en los últimos tiempos la movilización
de los alumnos de la educación secundaria para protestar
contra la LGE movió a las comunidades universitarias
a solidarizar con ellos, lo cual abrió espacios de
conciencia, diálogo ydeliberación que ordinariamente
están cerrados y en los que a propósito de estas
luchas puntuales se despertó nuevamente la dormida
conciencia crítica de la nación, y esta vez
con la convicción de que un cambio de mentalidad en
el país no vendrá ya de las fuerzas políticas
ni de ninguna institución tradicional, sino que son
los jóvenes universitarios los que deben generar orientaciones
ideológicas no alineadas políticamente y acciones
concretas en ese sentido.
En ese contexto, ni siquiera previsto, el suscrito organizó
un acto poético-ceremonial en el patio principal de
la sede Oriente de la UC, el cual consistió en una
lectura comunitaria de fragmentos de los poemas "La lámpara
en la tierra" y "Alturas deMachu Picchu", de
Pablo Neruda; acto que fue realizado varias veces en los tiempos
de la dictadura militar y que hacía veinte años
que no se volvía a realizar. La respuesta de la comunidad
universitaria fue excelente, como en los mejores tiempos de
las movilizaciones y manifestaciones universitarias de aquella
época de triste memoria.