Algunos se preguntarán quién es el individuo
que tan gentilmente me envió a tierras galas. Su nombre
es José Pizarro Caravantes, hombre de más de
metro ochenta que un día, culpa de los vacíos
de la vida y de la mente, se lanzó a las calles que
rodean el Museo de Bellas Artes, el barrio Lastarria. No es
alcohólico y tiene estudios universitarios. De caminar
pausado, como contando cada paso, nunca se sabe qué
va a decir o qué hará. Se mezcla entre la gente.
Habitual para los vecinos del sector, atracción para
los sorprendidos transeúntes que lo ven por primera
vez.
Suele empujar un carrito de supermercado lleno de las más
variadas cosas. Como no tiene mucho cabello, usa un pañuelo
de mujer atado, semejando una extrañísima madre
de la Plaza de Mayo. Hasta hace un tiempo usaba falda en vez
de pantalones (más cómodo para ir al baño
según él mismo). Poeta, escritor e inventor,
le hace la competencia a los puestos de antigüedades
instalándose con un paño vendiendo las más
extrañas e inservibles cosas, además de sus
poemas y escritos sobre la actualidad nacional, lo que le
valió que "The Clinic" publicara sus obras.
Una de las muchas rarezas geniales de este mito urbano viviente
es la costumbre de ponerle su toque personal a algunas palabras
usando la terminación ísimo y sus derivados. Es
así como hace cierto tiempo en su improvisada tienda
en la cuneta tenía un cartel que decía: "Sólo
atiendo a mujerísimas". Con el uso de este sufijo
da una originalidad a las frases que se despacha que deja con
la mirada atónita a los transeúntes.
Fueron estos y otros arranques de genialidad
los que le valieron al Divinísimo, a mediados del 2006,
su internación en la Clínica Normita Fournet,
para tranquilidad de su familia y alboroto de los fans agrupados
en torno a una conocida librería del sector. Fue tanta
la repercusión de este hecho, que se formaron dos bandos:
los familiares, quienes pensaban en la seguridad y salud de
José como ser humano con necesidades, y los amantes de
la libertad y de la figura del auto denominado Divino Anticristo
y de su forma de vivir en las calles; los que estaban por el
ser humano versus los que estaban por el personaje icono del
barrio Lastarria.
Finalmente, después de un tiempísimo
en la clínica, el Divino volvió a las calles exactamente
igual de esquizofrénico que antes, sólo que esta
vez con pantalones, a pedido expreso de una inmobiliaria que
lo acusaba de corretear a futuros compradores de departamentos
en el sector con su divino estilo. La familia volvió
a inquietarse por la suerte de su ser querido y los seguidores
le consiguieron un carrito nuevo en reemplazo del que le habían
quitado al ingresar a la clínica. Hasta una máquina
de escribir llegó a sus manos.
"En la locura está la genialidad",
dijo alguien alguna vez, y ahí quedó el Divino
Anticristo -o José Pizarro, como lo prefieran- deambulando
bajo la lluvia, empujando su carrito, enviando mujerísimas
a Europa, vendiendo sus escritos sobre política cerca
del edificio que lo quiso mandar a un manicomio. Pero él
contestó en su particular estilo: "La culpa la tienen
los constructores de edificios sin escrúpulos, que creen
que es llegar y construir una casa sobre otra y que la vida
es chancaca". DdO