Hay puertas y amistades de vaivén, esas que de repente
están a un lado y de repente al otro, o a veces debiendo
estar al otro lado se te vienen encima, o simplemente hacen
como que se van y se te caen encima con tuti cuando menos
lo piensas. Las hay también de una y dos hojas, arremangadas
como la de los bares del oeste, o con bellos vidrios empavonados
de figuras esmeriladas. Estas se encontraban en las antiguas
casonas de campo o en las casas de la calle Brasil y Santo
Domingo. Así también son algunos amigos y amigas,
aquellos que te abren sus puertas, que te acogen ampliamente,
como las puertas mampara, en que parado "al ladito ajuera"
puedes vislumbrar lo que pasa adentro, puedes ver hasta el
parrón del patio del fondo junto a la higuera y, cuando
es un amigo, si quieres, puedes verle el corazón.
Quién no se colgó de una puerta cuando chico
para tirarse de un lado al otro agarrado de las manillas.
Quién no se ha pegado alguna vez en esa misma manilla
o en la perilla tirador y lanzado un par de puteadas sobándose
con cara arrugada allí donde luego le saldría
un descomunal moretón. ¿No te pasó que
haciendo el amor de pie, afirmado en la puerta de calle, en
la despedida con tu polola o pololo, en el momento preciso
ésta se te abrió y quedó más de
algún descalabro? ¡Y quién no se ha apretado
un dedo en una puerta, en la puerta del auto más encima!
Te ha hecho ponerte verde y lanzar un rosario de improperios
de los más rojos del diccionario chilensis. El recuerdo
te duraba junto con la uña negra, hasta que se te caía
sola para dar paso a la nueva uña que te volviste a
apretar en otra puerta.
Cuántas puertas se han hecho famosas en el mundo,
como la Puerta de Alcalá, la Puerta del Sol o la de
ese romántico bolero: la puerta se cerró detrás
de ti y nunca más volviste a aparecer..., cantado por
Lucho Gatica para los más viejitos o por Luis Miguel
para los más lolos. Y esa vez que te gritaron ¡ándate
y cierra la puerta por fuera, tontón! Cómo olvidar
ese proverbio troyano que decía algo así como
en puerta cerrada no entran caballos rellenos, y ese otro
que dice que en la puerta de horno se te puede quemar el queque...
de nuestra voluptuosa diva Marlene Olivari. O como dice Juan
Gabriel: en la puerta del horno se te puede quemar el arroz.
También están esos famosos "puerta a puerta"
de las campañas electorales para ser electo en democracia,
en que parado al lado afuera en una casita rural, frente a
la puerta de tablas, uno golpea y grita señora... alóooooo?!
Luego, cuando no te contesta nadie, tú te aventuras
a traspasar la reja y... nunca falta el perro que aparece
detrás de los cardenales, loco como si fuera del partido
contrario, se te tira encima ladrando entre sus afilados dientes
sin ninguna contemplación democrática ni formación
cívica, alcanzándote a morder los talones o
simplemente el poto en tu desesperada carrera a la salvación.
Me tocó también, en los "puerta a puerta",
llegar a esas casas en que la puerta de calle tenía
sólo un cordelito con un nudo que te invitaba a entrar
diciéndote en esta familia confiamos en ti (cada día
se usa menos esta inocente costumbre). Así, en esa
casa de amigos o desconocidos, entrabas a veces hasta la cocina
o un dormitorio buscando a sus moradores con ese conocido
alóoooo... familiaaaa! Cada vez menos encontramos esos
cordelitos, llave maestra en las puertas de la vida, últimos
vestigios de un pasado más sano, más honrado,
más transparente, más amigo. Hubo otros puerta
a puerta más cototúos por ahí, que más
vale olvidar... Mejor acordarse de ese día cuando hiciste
el amor detrás de la puerta o te pusieron la escoba
detrás de la puerta o la suerte llamó a tu puerta,
o esa vez que te pegaron con la tranca de la puerta...
Y hasta aquí nomás llego yo. Te dejo la puerta
abierta para que sigas recordando o inventando de amistades
y puertas... DdO