MANIFIESTO V
GASTÓN SOUBLETTE A.

El habla originaria de nuestra tierra ha sido el Mapudungun, vocablo que significa literalmente eso: "Lenguaje de la tierra". Por haberse formado en este territorio contiene todas las claves semánticas de la percepción del mundo de la etnia mapuche, nombre que le viene justamente de su condición de habitante de esta tierra por siglos y milenios.

Las políticas de los gobiernos de la República de Chile han sido concebidas con un reiterado desconocimiento y hasta rechazo de la cultura de nuestros pueblos originarios, pero no han logrado acabar con esta etnia en sus intentos por sumergirla en el modo de ser promedio de la ciudadanía del país, aunque sí, debilitar su identidad y sus tradiciones. Obligados a vivir en las ciudades de nuestro Chile, muchas decenas de miles de mapuches han sido contagiados también por el proceso de masificación que hoy afecta a todos los pueblos. Pero, de lo que los mapuches han sido nos quedan en herencia las obras de arte y artesanía de sus abuelos. Los que aún viven en comunidades ya no logran sino excepcionalmente entregarnos la misma belleza, la misma calidad material, la misma destreza inocente y sabia de sus modelos ancestrales. Los museos no pueden ir más allá de las mentes especializadas de sus antropólogos y arqueólogos, quienes descubren, desentierran y estudian "objetos clasificables"; ni de la curiosidad del público, cuya empatía con el mensaje de las "piezas" cautivas en vitrinas, se detiene en la superficie inalterable del vidrio en que ve reflejada su propia imagen.

Pero por sobre todo eso, nos quedan también sus palabras, su texto hablado y mil veces recordado en actos ceremoniales destinados a sacar la historia de la memoria, esto es, el pensamiento de la etnia, la cual sobre nosotros tuvo el privilegio de conocer una patria no tan distante del paraíso como la que habitamos hoy.

En ese verbo de transmisión oral nos llega el corazón del pensamiento y el pensamiento del corazón de Chile. Porque el corazón ve y siente, y en su visión aprehende la luz del mundo y vive la experiencia de sentir las cosas que suceden o están ahí por su carácter benéfico o dañino para las familias y comunidades. La conciencia de la tribu usaba un lenguaje de participación, en tanto que nosotros usamos sólo un lenguaje de comunicación, instrumentalizado para manipular las cosas y los seres.

El idioma de nuestros mapuches está referido al ser y al sentido, no a la apropiación del mundo. En mapudungun
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la palabra hombre suena así: Huentru. Este vocablo incluye la palabra cielo, esto es Huenu, al que sigue el monosílabo Tru, procedente de la voz Trung, que significa contracción. El hombre es un ser espiritual, porque procede del cielo. Pero es un cielo que se ha contraído en una forma corporal y consistente. Esta concepción del hombre coincide con la de los antiguos hebreos. El hombre es un espíritu encarnado y no un "animal racional", como dice en su mezquina visión el filósofo griego. El hombre procede del cielo y al cielo ha de retornar. Los grandes hombres, esto es, los Fütahuentru, ascienden al firmamento para integrar las constelaciones de estrella y hasta se los puede ver brillar en la noche. De ahí deriva la palabra compuesta Reküpillanhuentru, que corresponde al nombre divino de la Vía Láctea; literalmente: "el espíritu divinizado de un hombre recostado en el cielo". La primera persona del singular, esto es, la referencia a sí mismo, en mapudungun suena Inche. Este vocablo incluye la palabra Chen, que significa desde dentro o desde abajo. El monosílabo In significa comer, en el sentido de asimilar o identificarse sustancialmente con algo. Así el Inche o "Yo" designa la identidad de la persona por el fundamento interior que lo hace ser.

La instancia suprema de la conciencia, o el ser profundo del hombre, es el espíritu, en mapudungun, Püllü o Pellü. Entidad consciente que trasciende las exigencias de los instintos, apetitos e impulsos. Esta palabra deriva de la voz Püllüdün que significa comprimir algo hasta hacerlo desaparecer. Con eso se quiere significar que el espíritu, Püllü, es una entidad inextensa. Esta concepción coincide con el símbolo con que los antiguos sufíes islámicos representaban al hombre, esto es, un círculo con un punto en el centro. La circunferencia representaba el cuerpo, el área del círculo representaba a la psique y el punto al espíritu.

La psique, o el cuerpo que es soporte de la psique (el yo psicológico), en mapudungun se dice Am. Al momento de la muerte la energía inestable del Am se disgrega si el hombre no adquirió sabiduría en su experiencia de la vida. Sabiduría en mapudungun se dice Kümün. Deriva de la palabra Küme, que se traduce por bondad, virtud, humanidad. También se disgrega la energía del Am si el hombre no fortaleció su voluntad, no adquirió libertad de decisión. La palabra para designar esa idea en mapudungun es Yafüduam, la cual resulta de la conjunción del vocablo Yufü, que significa firmeza, y el vocablo Duam, que significa voluntad.

El sustantivo "mujer" en mapudungun se dice Domo. Deriva de la conjunción de dos monosílabos, esto es, Do y Mo. Do deriva de Doin, que significa exceder, y de Doi, esto es, el adverbio "más". El segundo monosíbalo, Mo, significa "a causa de". La mitología mapuche arroja luz sobre la polisemia de esta palabra. Traducida literalmente resulta significar: "Aquella por quien (o a causa de la cual) se es más". La polisemia reside en la función real que desempeña la mujer como madre y compañera. El primer significado es obvio, esto es, aquella por medio de la cual nuestra especie se multiplica. El segundo se refiere a la mujer como espejo del alma de su pareja. El mito del origen nos dice que el hombre fue lanzado desde el cielo sobre la tierra y quedó inconciente, y que la mujer, puesta por Nguenechen (el dueño de las gentes) sobre la tierra, caminó largo tiempo en su búsqueda y lo despertó. De ahí deriva el alto concepto que los mapuches antiguos tenían de la relación de amor entre el hombre y la mujer. La presencia de lo femenino cumple para el varón la función de despertar su conciencia y completar su ser. A la hora del alba, la madre le dice a su hijo varón: Trepelaitungue küme koná, vale decir: «Despierta buen guerrero». La disciplina psíquica del mapuche antiguo giraba en torno al verbo despertar. Hay catorce formas verbales relacionadas con el despertar. Hay un vocablo sobre el despertar similar a lo que en el budismo zen se designa con la palabra japonesa "Satori". Se trata del verbo darse cuenta, que suena así: Trepen, el cual incluye el estado de bienestar espiritual y el de abrupta comprensión. El prefijo Tre deriva de la palabra Trekman, que sugiere la idea del estallido de chispas en dirección a una persona. El sufijo Pen significa encontrar y ver de un modo sorpresivo.

Desde muy antiguo los mapuches empleaban el sustantivo Ülmen o Gülmen para designar a los hombres superiores de sus comunidades. Esa palabra incluye el vocablo Üi, que significa "nombre", y a la vez, "encender", "arder", con lo cual se sugiere que el hombre superior de algún modo es un trasunto del ancestro mítico que tiene la misión de instituir los nombres. De esto parece resultar que el hecho de nombrar una cosa equivale a encenderla, alumbrarla para la conciencia. La alusión al fuego en las palabras mapuche antes mencionadas aproxima el espíritu al simbolismo del cuarto elemento, como ocurre en el Antiguo Testamento de la Biblia hebrea. La palabra Ülmen contiene también el sufijo men, que alude al penacho de plumas de ciertas aves, símbolo de señorío y nobleza.

Gran hombre, en mapudungun, también se dice Fütahuentru, como antes se dijo, palabra compuesta, de la cual la primera, sin la segunda, puede usarse en el mismo sentido, como en el caso del vocablo Fütapura aplicado a la doncella, la que aún no ha conocido varón. Con esta designación se alude a una situación ideal de una muchacha digna y sabia que merece ser "teñida" por un gran hombre. El verbo teñir, impregnar, está presente en las sílabas tercera y cuarta, esto es Pura. En el supuesto de que la primera relación amorosa marca para siempre el carácter de una mujer.

Este breve recorrido por los secretos del mapudungun procede de los trabajos de investigación lingüística realizados por el profesor Ziley Mora, el único investigador que ha sabido hacer manifiesta la sabiduría del habla original de la tierra de Chile. DdO