En el
camino hay muchas historias conmovedoras con finales trágicos.
La de una perrita quiltra llamada Llory, es una excepción.
Este animalito tiene la costumbre de mostrar sus dientes como
si se estuviese riendo de uno. La Llory sonríe. Lleva
abandonada aproximadamente tres años. Su hocico es
largo, asemejando a un galgo con un cuerpo delgado y patas
eternas que le dan la posibilidad de correr a gran velocidad,
incansablemente, detrás de los autos. Fueron estas
características las que llamaron la atención
de la deportista Loreto Elizondo, quien la vio correr mientras
entrenaba y alimentaba a Los Perros del Camino. Era tanta
la rapidez de Llory y su testarudez al correr detrás
de los automóviles, junto a otro perro llamado Flaco,
que Loreto la entrenó para competir en el Eco Challenger
Canino que se realizó en Pucón este verano.
A pesar de no poder terminar la carrera por razones de salud,
producto de la vida difícil que su amo eligió
para ella al abandonarla en el camino, destacó en las
diferentes pruebas por su esfuerzo y destreza. Una historia
esperanzadora, p e r o a i s l a d a , q u e contrasta con
la suerte del resto de los perros del camino. Como el final
que han tenido más perros abandonado en Pirque, terminando
muertos a un lado de la berma.
Recorrer
el camino de punta a cabo alimentando a los perros es la tarea
titánica que, como contamos en el número pasado,
realiza Marcela Opazo tres veces a la semana. Costeando el
alimento de su bolsillo, llenando bidones de agua, sube al
camino en compañía de su familia, sola o con
amigos. El paisaje es el mismo, el río es el mismo,
pero cada vez que sube hay caras nuevas, perros abandonados
recientemente que se asoman al camino desorientados, creyendo
que es su amo quien los viene a buscar.
El proceso
siempre es el mismo cuando se abandona a un perro: corre tras
el auto que acelera, perdiéndose en la carretera. El
animal, desorientado, trata de seguir el olor de su amo, camina
en dirección a Santiago, a un costado de la carretera,
esquivando los autos. Cuando se da cuenta de que está
perdido es recibido por el resto de los animales abandonados.
La bienvenida puede ser amistosa por parte de perros acostumbrados
a interactuar con más canes en la ciudad, o al contrario,
puede ser atacado por jaurías furiosas con el "nuevo
huésped". Lo perritos pequeños, especialmente
de raza, son los que lo pasan peor.
A pesar
de la lucha por el territorio, los principales peligros provienen
del ser humano en sus vehículos a altas velocidades.
Incontables son las veces que Marcela se encuentra con perros
a t r o p e l l a d o s e n l a carretera, especialmente cachorritos.
Los recoge, los coloca en bolsas y los va a dejar lo más
lejos posible, hacia los cerros, velando por la seguridad
del resto de los animales a b a n d o n a d o s . A s í
trascurre el día en el c a m i n o d e P i r q u e
, parando en cada lugar donde se encuentra un grupo de perros.
La jornada es agotadora, pero no existe mejor siquiatra que
un perro lamiendo tu cara, nos dice Marcela al llegar la noche.
El cansancio se declara en su rostro, pero una anécdota
la hace reír. Recuerda cuando una señora bajó
de su carísima camioneta para decirle que estaba mal
que alimentara a los perros abandonados, ya que así
estaba promoviendo la llegada de más perros. Cuenta
que al cabo de unos minutos de conversación, la misma
señora se despide cordialmente de ella, felicitándola
por su labor y deseándole suerte.
Se hace
tarde. La luna observa asomándose detrás de
un cerro. Hay que volver a Santiago. Marcela no sabe con qué
se encontrará la próxima vez que visite a Los
Perros del Camino.
A pesar
del agua y alimento repartidos, el título de este artículo
-"Sonríe, Llory"- parece una completa ironía.
DdO
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