niebla
asfixiante y que tiene el poder de transformar rápidamente
a los pueblos en masas inconscientes. Eso que sólo
se mide en cifras de macroeconomía y transforma el
aliento de los aires en CO2 y la vida cotidiana en estruendo
ensordecedor.
Si yo
fuera el Pontífice llegaría a la conclusión
de que no es el momento para discutir pequeños problemas
de moral doméstica, porque más grave, mucho
más grave que eso es el hecho de que el hombre dejó
de ser el protagonista de la historia y le cedió
su lugar a la tecnología, y eso sin problemas de
conciencia, y ya no sabemos si entre tanta gente que deambula
por las calles hay alguien realmente ahí.
Si yo
fuera el Pontífice buscaría afanosamente en
medio de este basural un espacio donde el reino de Dios
pudiera establecerse, aunque fuera provisoriamente, un espacio
donde no pudieran tener acceso los emisarios del orden.
Y después de esa afanosa búsqueda terminaría
dándome cuenta de que ese lugar no está en
el templo, no está en la sacristía ni en el
confesionario sino dentro de cada uno de nosotros. Así
la voz de alarma ¡Wachen Auf! alcanzaría su
plena significación.
Sería
el primer despertar en que los hombres no encenderían
la radio ni el televisor para oír noticias, sino
que se enfrentarían con el otro que llevan dentro,
que es más de lo que son ellos mismos; el único
que sabe cómo hallar el camino a la casa del Padre
del que todos nos alejamos como el hijo pródigo,
para dilapidar toda nuestra riqueza y quedar vacíos
de alma.
Ya has
podido experimentar tú una cierta seguridad interior
cuando mantienes y alimentas la llama de tu fe y de tu amor;
cuando entras en el silencio y el gozo del espíritu.
Esa seguridad es una real protección y puede ser
más grande de lo que ha sido hasta hoy.
Si yo
fuera el Pontífice exhortaría a los llamados
a salir hacia las montañas, recordándoles
esas palabras escritas en griego indeleble: "Aquel
que se halle en la terraza no descienda a tomar lo que hay
en su casa; que aquel que se halle en el campo no vuelva
atrás para coger su túnica".
La verdad
es que el reino sin violencia ni injusticia, sin maldad
ni confusión está dentro de ti. Si aprendes
a situarte en él habrás creado las condiciones
para que las calamidades del mundo, que hoy constituyen
su estado normal, no puedan dañarte ni dañar
a quienes comparten tu espacio interior.
Todos
los llamados a salir tienen una pequeña llama vacilante
en el corazón, por esa pequeña luz pueden
reconocerse en esta oscuridad moderna que todo lo cubre.
Todos los llamados a salir se han desarrollado por dentro,
del mismo modo como se han desarrollado como cuerpos de
hombre y de mujer. Todos cuidan su modesto fuego interior
para que no se extinga, como esa zarza ardiente inagotable
que sorprendió al profeta. Unos lo hacen por medio
de palabras que brotan de ese fuego y se elevan al cielo.
Y otros haciendo silencio en la ermita de su corazón.
La paz los llama desde dentro. Con humildad y paciencia
obedecen a ese llamado que les viene de las profundidades;
cruzan sus piernas, enderezan su columna vertebral, cierran
sus ojos, ponen su mano derecha sobre su izquierda, y respiran
el aire de vida que el Ser sopló en las narices del
primer ejemplar de nuestra especie. Así el agua turbia
se decanta y la claridad se establece por si misma. Ellos
cuidan de esa claridad, esa transparencia, esa pureza, porque
a través de ella alcanzan a ver al Ser.
Los
llamados a salir viven en otra dimensión aunque concurran
al mismo supermercado como cualquier otro que nunca se ha
inquietado por el sentido de su vida. Esa otra dimensión
es una prueba de que hay mundos paralelos compenetrados.
Por eso el Maestro dijo: "De dos que duermen en un
mismo lecho uno será tomado y el otro dejado".
Pero
más allá de la profecía, un iluminado
del siglo XX (Jung) descubrió un paralelismo analógico
permanente entre el acontecer interior y el acontecer exterior.
De eso, muchos que leerán este manifiesto han tenido
ya la experiencia. Por eso puedes estar tranquilo y no inquietarte
más allá de la medida, pues eso que sientes,
eso que piensas, eso que tiene en prenda tu corazón,
eso es lo que vendrá a ti en el momento oportuno,
porque lo semejante se atrae con lo semejante.