:: GASTÓN SOUBLETTE A.
    Manifiesto 3 - Si yo fuera el Pontífice.

Por Gastón Soublette Asmussen.

Si yo fuera el Pontífice daría la voz de alarma. Diría con fuerza ¡Wachen Auf! ¡Despierten! La casa amenaza ruina, y en cualquier momento puede derrumbarse. Nuestros cuerpos están minados por la osteoporosis, y el día menos pensado nuestras piernas pueden quebrarse y nuestra alma quedar sin soporte y hundirse en la confusión general.

Si yo fuera el Pontífice los llamaría a todos a refugiarse en la catacumba hasta que los escombros del imperio terminaran de caer sobre el suelo que se extiende sobre nuestras cabezas.

Si yo fuera el Pontífice advertiría al mundo de lo que se nos viene encima, eso que ya viene cayendo sobre nosotros, eso que desde hace varias décadas invade nuestro mundo con una
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niebla asfixiante y que tiene el poder de transformar rápidamente a los pueblos en masas inconscientes. Eso que sólo se mide en cifras de macroeconomía y transforma el aliento de los aires en CO2 y la vida cotidiana en estruendo ensordecedor.

Si yo fuera el Pontífice llegaría a la conclusión de que no es el momento para discutir pequeños problemas de moral doméstica, porque más grave, mucho más grave que eso es el hecho de que el hombre dejó de ser el protagonista de la historia y le cedió su lugar a la tecnología, y eso sin problemas de conciencia, y ya no sabemos si entre tanta gente que deambula por las calles hay alguien realmente ahí.

Si yo fuera el Pontífice buscaría afanosamente en medio de este basural un espacio donde el reino de Dios pudiera establecerse, aunque fuera provisoriamente, un espacio donde no pudieran tener acceso los emisarios del orden. Y después de esa afanosa búsqueda terminaría dándome cuenta de que ese lugar no está en el templo, no está en la sacristía ni en el confesionario sino dentro de cada uno de nosotros. Así la voz de alarma ¡Wachen Auf! alcanzaría su plena significación.

Sería el primer despertar en que los hombres no encenderían la radio ni el televisor para oír noticias, sino que se enfrentarían con el otro que llevan dentro, que es más de lo que son ellos mismos; el único que sabe cómo hallar el camino a la casa del Padre del que todos nos alejamos como el hijo pródigo, para dilapidar toda nuestra riqueza y quedar vacíos de alma.

Ya has podido experimentar tú una cierta seguridad interior cuando mantienes y alimentas la llama de tu fe y de tu amor; cuando entras en el silencio y el gozo del espíritu. Esa seguridad es una real protección y puede ser más grande de lo que ha sido hasta hoy.

Si yo fuera el Pontífice exhortaría a los llamados a salir hacia las montañas, recordándoles esas palabras escritas en griego indeleble: "Aquel que se halle en la terraza no descienda a tomar lo que hay en su casa; que aquel que se halle en el campo no vuelva atrás para coger su túnica".

La verdad es que el reino sin violencia ni injusticia, sin maldad ni confusión está dentro de ti. Si aprendes a situarte en él habrás creado las condiciones para que las calamidades del mundo, que hoy constituyen su estado normal, no puedan dañarte ni dañar a quienes comparten tu espacio interior.

Todos los llamados a salir tienen una pequeña llama vacilante en el corazón, por esa pequeña luz pueden reconocerse en esta oscuridad moderna que todo lo cubre. Todos los llamados a salir se han desarrollado por dentro, del mismo modo como se han desarrollado como cuerpos de hombre y de mujer. Todos cuidan su modesto fuego interior para que no se extinga, como esa zarza ardiente inagotable que sorprendió al profeta. Unos lo hacen por medio de palabras que brotan de ese fuego y se elevan al cielo. Y otros haciendo silencio en la ermita de su corazón. La paz los llama desde dentro. Con humildad y paciencia obedecen a ese llamado que les viene de las profundidades; cruzan sus piernas, enderezan su columna vertebral, cierran sus ojos, ponen su mano derecha sobre su izquierda, y respiran el aire de vida que el Ser sopló en las narices del primer ejemplar de nuestra especie. Así el agua turbia se decanta y la claridad se establece por si misma. Ellos cuidan de esa claridad, esa transparencia, esa pureza, porque a través de ella alcanzan a ver al Ser.

Los llamados a salir viven en otra dimensión aunque concurran al mismo supermercado como cualquier otro que nunca se ha inquietado por el sentido de su vida. Esa otra dimensión es una prueba de que hay mundos paralelos compenetrados. Por eso el Maestro dijo: "De dos que duermen en un mismo lecho uno será tomado y el otro dejado".

Pero más allá de la profecía, un iluminado del siglo XX (Jung) descubrió un paralelismo analógico permanente entre el acontecer interior y el acontecer exterior. De eso, muchos que leerán este manifiesto han tenido ya la experiencia. Por eso puedes estar tranquilo y no inquietarte más allá de la medida, pues eso que sientes, eso que piensas, eso que tiene en prenda tu corazón, eso es lo que vendrá a ti en el momento oportuno, porque lo semejante se atrae con lo semejante.