:: PREÁMBULO.
   El peor crimen.

Por : Juan Pablo Yáñez Barrios.

A mediados de diciembre del año recién terminado, iba conduciendo mi autito a la altura de El Manzano y me encontré con que un bus de la locomoción colectiva había atropellado a un jinete. El caballo, en medio de un charco desangre que le fluía del pecho o cuello, estaba muerto. El jinete, aún un niño, yacía inconsciente, herido. El hecho acababa de ocurrir. No vi el accidente mismo, no sé cómo sucedió. Sin embargo, pude darme cuenta que en una ruta por la que transitan jinetes, ciclistas y peatones (no hay aceras ni pistas especiales) hay que conducir a la vuelta dela rueda.

Al pasar por el lugar vi los dos cuerpos tirados, vi a una chica pálida vomitando, a una mujer sujetando a otra que lloraba, a una madre lanzando aullidos corriendo hacia su hijo herido de
muerte. No tomé ni una foto, no reporteé, pero sí me fui pensando que Dedal de Oro debe defender la vida comentando este tipo de sucesos, con la esperanza de lograr un poquito de lucidez al menos en algunos lectores, lectores que son conductores. (De seguro no me dirijo a aquel chofer de colectivo que, habiendo pasado recientemente por el lugar del accidente, un par de kilómetros más adelante me alcanzó raudo, se pegó a mi auto y me persiguió intentando adelantar, aunque yo iba a 70 kilómetros por hora, velocidad máxima en la ruta.)

Cada día, yendo en mi autito, puedo constatar el estilo de conducir de la mayoría de los conductores que van por las rutas del Cajón y, me atrevería a decir, de Chile. El exceso de velocidad, adelantar donde hay línea continua, pegarse agresivamente a la parte trasera del vehículo que se pretende adelantar, soportar el grito malintencionado de “ahuevonao” si uno se ciñe a las reglas, hablar por celular y otras faltas, son pan de cada día. La agresividad del conductor reina, pareciera que manejando quisiera sacarse sus frustraciones personales. En el último tiempo he constatado en varias oportunidades que Carabineros está controlando la velocidad en la recta de entrada a San José, viniendo de Santiago, tramo en que los vehículos suelen alcanzar velocidades de carretera, aunque sea 50 kilómetros por hora la máxima. Por muy molesto y caro que sea para los multados, damos nuestro apoyo a quienes deben fiscalizar y cuidar las vidas de los ciudadanos. Se trata, en definitiva, de aprender a conducir, que es mucho más que mantener un vehículo en movimiento y ser bueno para hacerle el quite al que se pone por delante.

Para terminar, un dato. En los mediocres noticieros de la televisión chilena y en otros medios se habla de lo terrible que es la criminalidad en este país. En Chile mueren al año 850 personas asesinadas (en criminalidad es el país en el puesto 16 más seguro del mundo) y en accidentes de tránsito mueren 2000. Es sólo un dato.