tendrían
otra oportunidad de hacerlo. Arriaba con su prole. Así
pasamos lindos veranos en la Puntilla, el Alfalfal, la Calchona,
el Estero de las Monjas y finalmente el Paso de la Arena, en
San Juan de Pirque.
Instigado
por su gran cumpa, el tío Manuel Rojas, se decidió
intentar la ascensión del Purgatorio. Formaban parte
de la expedición cinco de las guides, mi tía
Meche, comandante de la brigada, Manuel Rojas y su hija, la
Pachi. Largos y minuciosos preparativos, cantimploras porque
en el Purgatorio no hay agua, sacos de dormir porque la expedición
duraría dos días, chicles para atenuar la sed,
linternas y comistrajos.
Finalmente,
después de almuerzo, partimos hacia la ansiada cumbre.
Todo marchó como previsto, hasta el anochecer en que
enfrentábamos el tramo final, el más árido,
y pensando en el lugar en que pernoctaríamos, nos topamos...
¡con una vaca!, absolutamente poco usual para esas altitudes
y soledades. El animal insistió en seguirnos, con muy
naturales mugidos. Al ser alumbrada con las linternas sus
ojos se iluminaban con visos demoníacos. Apuramos el
paso. La vaca nos seguía con sus intermitentes "¡muus!".
El tío Manuel tuvo la genial idea de contarnos que
una vaca rondaba los parajes y que estaba loca por haber perdido
su ternero.
Recorrimos
rápidamente un buen trecho, faltos de resuello, tratando
de deshacernos de la molesta presencia. Finalmente, ayudados
por unos certeros piedrazos, la demoníaca vaca decidió
dar vuelta atrás. Pasamos una plácida noche
bajo las estrellas, recostados en un trozo sin piedras, en
medio de las huellas de los conejos.
Al día
siguiente, emprendimos la marcha para descubrir que la vaca
había contribuido a acercarnos a la cumbre. Encontramos
el tarrito con las fotos que íbamos a buscar(*), y
nos topamos con el Patricio Rojas y su amigo el Pelado Cuevas,
que venían desde el otro lado. Pero esto se pone muy
largo. Les contaré nuestro viaje de regreso en otra
oportunidad.
(*)Ver
Dedal de Oro Nº 34: "Manuel
Rojas y la Lola en el Cerro Purgatorio".