:: EVOCACIONES.
   Vaca y Purgatorio.

Por Gino Palma, desde Quebec, ohigginspalma@hotmail.com

Según la expresión "cerruca" de mi madre, mi padre era un "patilludo", queriendo decir que le ponía flecos a todo lo que hacía, haciendo que sonara solemne y trascendente. Su concepción de la vida era mesiánica. Había que destinarla a causas nobles, por el bien de los demás. A su dedicación obsesiva por la montaña, que lo llevó a ser presidente del Club Andino y de la Asociación de Ski y Andinismo, sumó el ser presidente de una brigada de girl-guides de una escuela de un sector más bien humilde. Se dedicó a llevar a las muchachitas que formaban parte a la montaña, a hacer esquí y escalada. Parte de esas actividades eran los campamentos en que, en carpas, llevaba a pasar el verano a las girl-guides, quienes no
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tendrían otra oportunidad de hacerlo. Arriaba con su prole. Así pasamos lindos veranos en la Puntilla, el Alfalfal, la Calchona, el Estero de las Monjas y finalmente el Paso de la Arena, en San Juan de Pirque.

Instigado por su gran cumpa, el tío Manuel Rojas, se decidió intentar la ascensión del Purgatorio. Formaban parte de la expedición cinco de las guides, mi tía Meche, comandante de la brigada, Manuel Rojas y su hija, la Pachi. Largos y minuciosos preparativos, cantimploras porque en el Purgatorio no hay agua, sacos de dormir porque la expedición duraría dos días, chicles para atenuar la sed, linternas y comistrajos.

Finalmente, después de almuerzo, partimos hacia la ansiada cumbre. Todo marchó como previsto, hasta el anochecer en que enfrentábamos el tramo final, el más árido, y pensando en el lugar en que pernoctaríamos, nos topamos... ¡con una vaca!, absolutamente poco usual para esas altitudes y soledades. El animal insistió en seguirnos, con muy naturales mugidos. Al ser alumbrada con las linternas sus ojos se iluminaban con visos demoníacos. Apuramos el paso. La vaca nos seguía con sus intermitentes "¡muus!". El tío Manuel tuvo la genial idea de contarnos que una vaca rondaba los parajes y que estaba loca por haber perdido su ternero.

Recorrimos rápidamente un buen trecho, faltos de resuello, tratando de deshacernos de la molesta presencia. Finalmente, ayudados por unos certeros piedrazos, la demoníaca vaca decidió dar vuelta atrás. Pasamos una plácida noche bajo las estrellas, recostados en un trozo sin piedras, en medio de las huellas de los conejos.

Al día siguiente, emprendimos la marcha para descubrir que la vaca había contribuido a acercarnos a la cumbre. Encontramos el tarrito con las fotos que íbamos a buscar(*), y nos topamos con el Patricio Rojas y su amigo el Pelado Cuevas, que venían desde el otro lado. Pero esto se pone muy largo. Les contaré nuestro viaje de regreso en otra oportunidad.

(*)Ver Dedal de Oro Nº 34: "Manuel Rojas y la Lola en el Cerro Purgatorio".