grandes
y profundos ojos verdes, de suave sonrisa, lleno de ternura
hacia mí. Visitaba muy seguido estos lugares y junto
a otros amigos recorría en bicicleta los paisajes que
tanto le gustaban; llegaba feliz a casa. Él era Scout
y disfrutaba mucho de la naturaleza. Pero su vida feliz se truncó
de improviso por una desagradable experiencia en el colegio
donde estudiaba, producto de lo cual repitió de curso.
Rápidamente una depresión se apodero de él
y vanos fueron mis esfuerzos por ayudarlo a salir de ese estado
de tristeza en que cayó. Lo que ocurrió en el
colegio trastornó su vida a los 14 años y su escapatoria
y refugio fueron estas montañas, donde vino a consumir
unos medicamentos de nombre Tonaril (que producen amnesia y
desorientación). Él quería olvidar, olvidar
sus penas a través de esta horrible aventura... Me pregunto,
¿por qué en los colegios hay educadores que pueden
destruir la vida de un joven?
La responsabilidad
es de muchos. También de Carabineros de San José
de Maipo, quienes acudieron al lugar donde ellos se encontraban
alertados por el llamado de la gente de Alfalfal (donde acamparon).
Viéndolos en condiciones de peligro y ante los ojos
atónitos de los lugareños, los señores
carabineros maltrataron y abandonaron a su suerte a adolescentes
de apenas 15 años de edad, en un lugar geográficamente
peligroso y, más aún, considerando las condiciones
en que ellos se encontraban.
Esa noche
no había luna que le acompañara en su regreso,
y bajo los efectos de los alucinógenos, su pérdida
lo transportó a una suerte de destino que aún
hoy se desconoce.
He vuelto
muchas veces a este sitio; su belleza es brutal y desgarradora
para mi alma. Últimamente, ocasionales videntes que
no he buscado han llegado a mí, trayéndome mensajes
de aliento sobre mi hijo; que está VIVO, sin memoria
en el Cajón del Maipo. Busco y busco... La gente acá
es muy amable, y se conmueve cuando pregunto y muestro la
foto de mi hijo.
Espero
tanto que algún día una de estas personas me
rebele algo que sabe y de lo que yo deba enterarme. Porque
las piedras, ríos y las montañas no hablan,
pero las personas sí. Tal vez logre, aunque sea a través
de un rumor, llegar a la verdad que quiero conocer; porque
detrás de ella está mi hijo y yo soy su madre.
Tengo el derecho a saber ¡¡¡Dónde
está mi hijo y qué pasó con él!!!
Gabriela
Parra Chaparro.