:: TACONES LEJANOS.
  
  ... y no son viejos!!!.

Por Nina Moreno Dueñas, desde Hamburgo, Alemania.

Bajo la premisa uno es tan joven como se siente se ven aquí corrientemente jóvenes ancianos pedaleando alegremente en sus bicicletas, y se desplazan con más seguridad en dos ruedas que en tres pies. Hablo de los ochenta para arriba, de aquellos viejitos que tienen muchas actividades, como hacer viajes organizados, ir a nadar, aprender a bailar, salir a largas caminatas por parques, bosques y montañas, participar en seminarios, etc. Siempre hay algo nuevo que aprender y descubrir. Andan solos o en pareja, se ríen con los niños, como lo que ellos mismos han vuelto a ser. No digo que aquí no haya también viejos amargados y venenosos, los hay. La poca jubilación, las pérdidas y las enfermedades cobran su tributo.

Pero quiero hablar de estos viejos jóvenes, que ven la vida como un regalo y le sacan el máximo de provecho. De pronto en el supermercado te sonríen, dicen algo amable y te comunican optimismo. Sientes que te gustaría ser como ellos.
Me dan mucha ternura. Pienso que su vida no ha sido fácil, son sobrevivientes de una guerra y han vivido experiencias siniestras. Algunos opinan que todos los viejos aquí son ex-nazis. Tal vez algunos lo son, pero también son personas que, cualquiera sea su procedencia, de alguna manera han superado las faltas cometidas en el pasado, cuando vivieron bajo un régimen en el cual había o que someterse u oponer resistencia con todas las consecuencias. Ya sabemos que son pocos los héroes que están dispuestos a sacrificarlo todo por un ideal, en nuestro país lo experimentamos duramente. Una de las cualidades que nos permite seguir viviendo es la capacidad de olvidar o sublimar los traumas sufridos. Así que no es mi propósito juzgar aquí a gente que no conozco y que, después que este país no era más que un montón de escombros, en una tarea descomunal, lograron levantarlo, como el Pájaro Fénix, de las cenizas. Eran mujeres, niños, ancianos y ex-prisioneros de guerra.

No puedo dejar de comparar a estos viejos con la mayoría de mis viejos chilenos, que no salen ni por nada de sus casas si pueden evitarlo. Cuando más van al supermercado o al médico, o salen a regar el jardín. No tenemos la cultura de hacer ejercicio físico, lo que aumenta los achaques, porque el que no se mueve se oxida.

Mi papá nunca fue viejo, era muy activo y hablábamos a menudo. Lo sorprendente era sentir cómo el cuerpo iba envejeciendo cuando el espíritu se sentía tan joven aún. A él le encantaba, por ejemplo, conversar y coquetear con las niñas que atienden en los supermercados y ellas lo trataban muy bien. Eran su jalea real, algo que lo mantenía vital. Le encantaban los niños y cuando éstos fueron adultos siguieron visitándolo y preocupándose por él. Sembró mucho amor y también lo cosechó. Ahora, a tres años de su muerte, todavía mi madre es saludada por personas del vecindario que ella desconoce, que le hablan de lo gentil y amable que había sido su esposo y la pena que dejó su partida. También los niños de otrora se siguen preocupando ahora de mi madre, en honor a esos tiempos en que eran tan bien recibidos y, en casos de urgencia, amparados en casa de mis padres, regaloneados con pequeñas atenciones o golosinas.

Mi suegra es un capítulo aparte. Es una persona fuerte, encantadora, culta y extraordinariamente vital. Siempre la invitan a todas partes, pues aporta alegría con su conversación y con la guitarra, su fiel compañera. Ella ha hecho de su vida un arte y no le fue fácil, pero de alguna manera, siempre se las arregló para salir adelante, con su espíritu de lucha, conservando una alegría natural, su integridad y, lo más sorprendente, su capacidad para crear anticuerpos contra las cosas negativas, que no lograron nunca derrotarla. Yo la veo cada año igual que cuando la conocí. Recuerdo que desde el principio la quise y admiré su aura positiva, que me hizo desear ser parte de esa familia que se reunía a tocar guitarra y cantar alrededor de una fogata los fines de semana en el patio de San José.

Hay tanto que ver y disfrutar. Las amistades son tan importantes, hay que cultivarlas. Para ausentarse de la vida es muy prematuro aún, y el descanso se goza más después del esfuerzo. San José, por ejemplo, es el lugar ideal para salir de caminata, y los pulmones se renuevan con el fantástico aire puro de la montaña. Hay que aprovechar los privilegios de la naturaleza que tenemos a la puerta. ¡A salir se ha dicho!

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