Por casualidad,
temporalmente había una tina antigua en su jardín.
La gente se aprovechó de esto y a fines de abril
la llenó con una cantidad enorme de las últimas
uvas que iban quedando (aunque se las puede seguir comiendo
hasta junio). Pasaron un fin de semana machacando las uvas
y después cubrieron la tina con una malla para mosquitos
dejando que la fruta fermentara durante un mes, pero probándola
de vez en cuando para saber cómo estaba progresando
la bebida.
Llegó el
dia de embotellar. Varias cosas habían desaparecido
de mi casa y ese día me di cuenta del porqué.
Necesitaron una olla, un jarro, un vaso, varias fuentes
y en aquella ocasión reaparecieron todos estos utensilios.
Con una manguera alguien chupó el líquido
hasta que salió y cayó en la olla. De allí,
por medio de un embudo, pasó hasta una garrafa y
desde ella o de un jarro fue directo a los vasos. Las garrafas
se dejan abiertas para que la chicha siga mejorando, y
me dijeron que si se le pone un corcho éste puede
saltar a causa del gas. Así se elabora la chicha
cruda y todos fuimos por un poco con una botella o una
garrafa.
También
hay una manera de tratar la chicha para que dure más
y su nivel de alcohol sea controlado: se la pone a hervir
y luego de esto ya no sigue madurando, pudiéndose
guardar hasta el dieciocho o cualquier fecha.
Después
de colgar todas las uvas en bolsas de malla para sacar
la chicha, me dijeron que es posible usar los restos de
la fruta para hacer aguardiente. Esto es ilegal ahora,
pero antes solía hacerse también en la casa,
aunque no me dijeron cómo, ni me dieron detalles
de la receta.
Más
tarde descubrí que en otros países de Sudamérica
la chicha se hace con maíz o arroz. En Chile se
elabora con uvas o manzanas. Los ingleses también
toman ‘cider’, que es un tipo de chicha de
manzanas.