enamorado
que paseaba a sus amantes sin disimulo; y en nuestros días
al Príncipe Felipe y su hijo Carlos. También Isabel
I tuvo varios amantes, a pesar de ser la Reina Virgen. El elegido
no podía negarse, ya que corría el peligro de
ser la última de sus negativas. Y el pobre Oscar Wilde,
con el hijo del marqués...
Respecto
a la sexualidad aceptada, en la antigua Grecia, el Batallón
Sagrado de los tebanos estaba conformado por homosexuales
que vivían en parejas y peleaban fieramente, espalda
a espalda, defendiendo la vida del amado. Eran los mejores
soldados de Tebas.
Respecto
al abuso, las falanges de Alejandro Magno, cuando arrasaron
Tebas, violaron por igual a hombres y mujeres. Para los macedonios
era signo de virilidad penetrar, sin distinción de
sexos. Para ellos, igual que para el pueblo chileno, los homosexuales
son los penetrados.
De los
samuráis se habla de muchos amores entre ellos. No
he profundizado sobre el tema.
Los antiguos
romanos, que formaron el imperio más grande que ha
existido, prohibieron las prácticas homosexuales durante
la República y las toleraron durante el Imperio. El
gran emperador Adriano recorrió sus dominios con su
mujer y un apolíneo joven, Antinoo, que era su amante
y que se ahogó cruzando el Nilo. Ordenó edificarle
un templo, en su memoria, a orillas del Nilo.
Para qué
hablar de Rusia y los insaciables apetitos sexuales de muchos
de sus zares, zarinas y nobles. Catalina la Grande dejó
pálidos a los más bizarros tenorios. Rasputín
dejó una huella indeleble en su historia. Y los jerarcas
posteriores también tuvieron serias consumaciones en
torno a la práctica del tema erótico.
Los más
refinados en el tema fueron los del Medio Oriente -persas,
árabes y otros-, donde las mujeres se hacinaban en
harenes y serrallos. Abundaban los mancebos.
En todos
estos casos existe una constante que he sintetizado en una
frase que, seguramente, cause controversias: La mujer es el
botín del vencedor. Claro que con la liberación
de costumbres en el mundo occidental, debemos completarla:
El hombre es el botín de la vencedora. Y aún
más: Hay hombres que son el botín de vencedores
y mujeres que lo son de vencedoras. Tenemos que ser justos.
Hoy las cosas son así, reconozcámoslo sin hipocresías,
simplemente.
Creo que
hay que dejar que la naturaleza siga su curso. Aceptar sin
prejuzgar y actuar en consecuencia. Se debe definir claramente
el derecho de cada persona a decidir el curso de su vida según
su conciencia, mientras no dañe a la comunidad. Hace
poco, aquí en Chile, una pareja de diputados logró
aprobar una Ley -esto lo digo a manera de ejemplo-: que toda
mujer menor de 18 años no puede tener relaciones sexuales,
en cuyo caso su pareja es acusado de abuso sexual y se expone
al escarnio y a las penas del infierno. ¡Qué
absurdo! Mi abuela se casó a los quince años.
Hoy, una niñita de doce sabe más que los diputados
de marras sobre el sexo, de los cuales cabe preguntarse: ¿Habrán
tenido algún trauma en su juventud? Nadie tiene derecho
a poner edad al libre discernimiento de una mujer o de un
hombre sobre lo que haga con su cuerpo, mientras no exista
violación o fuerza. Esto ha llevado a “excesos” de
la Justicia, en pos de una legislación que proteja,
pero que parece que está desequilibrada. ¿Esto
es Inquisición o Derecho Penal? Para el niño
que tira piedras: discernimiento a los 14 años. Preso.
Defensa del Capital. Extraño. ¿Y ése
niño no tiene derecho al sexo hasta los 18? Más
extraño. El Gran Inquisidor, el dominicano Torquemada,
debe estar muy contento.
¿Y
a qué todo esto? Es que vivimos en un mundo hipócrita,
lo cual lleva a que la gente desprecie legislaciones absurdas
e injustas. Algunos, con buenos abogados, escapan ilesos de
ser castigados por delitos enormes. A otros, por ser desvalidos
frente al sistema, les dan cinco años por robar una
cartera. Se construyen cárceles y cárceles,
se contratan más gendarmes. Está bien. Pero
para evitar la proliferación del delito -producto de
la falta de oportunidades, que llevan a la droga y el alcohol-
deben construirse más escuelas y centros deportivos,
dar más trabajo y acortar la brecha entre pobres y
ricos. De lo contrario, los presos serán más
que los libres, o las cárceles serán para que
vivan protegidos los “buenos”, mientras los “malos” andarán
sueltos. Preocupémonos de lo realmente importante:
de las causas que producen estos efectos.
Yo estoy
muy preocupado. No sé cómo comportarme con las
mujeres, los hombres, los niños, los viejos. Incluso
no me atrevo a acercarme a las estatuas. No vaya a ser que
al tocar un desnudo discóbolo de piedra me acusen de
homosexual, o si acaricio los senos de mármol de una
réplica clásica griega de una hetaira, sea llevado
al cepo por degenerado y salga en todos los diarios, avergonzando
a mis descendientes y causando la huida de mis conocidos.
Me expongo a quedar en el más absoluto abandono y tal
vez encarcelado de por vida. Sólo me quedaría
sacarme un gran premio en alguno de los sorteos que proliferan,
para poder ser defendido por alguno de estos grandes estudios
jurídicos frente a alguna acusación absurda.
Por de pronto, he optado por no llevar a nadie “a dedo”. También,
tener una declaración jurada ambulante para que sea
firmada por todos los que entren a mi modesto vehículo
o a mi pequeño hogar.
¿Ustedes
creen que este escrito es irónico o satírico?
Señoras y señores, es la pura verdad.