Entre
tanto sonido, uno llama en especial mi atención: el
guitarrón, llamado también guitarrón
chileno o pircano. Definido como un instrumento complejo,
del cual no se sabe con precisión su origen, posee
25 cuerdas: 4 laterales (llamadas diablitos) y 21 en el puente,
ordenadas en 5 grupos conocidos como ordenanzas. Su aspecto
es similar al de una guitarra: ya los tocadores de guitarrón
de la década del 40, según el conocido cultor
Santos Rubio, lo llamaban la guitarra grande, aunque se trata
de un instrumento muy diferente. Los guitarroneros han pulsado
este particular instrumento para acompañar cantos que
hablan de los dioses y de los hombres, memorizados o improvisados,
empleando una técnica poético-musical conocida
como la décima, cuyas técnicas poéticas
fueron introducidas en las comunidades cercanas a la zona
del río Maipo por las primeras misiones jesuitas y
que, al parecer, se ha mantenido desde tiempos coloniales
en la actual Provincia Cordillera. Así relató
el cantor y guitarronero de origen pircano Lázaro Salgado
Aguirre:
Yo
me acuerdo que de antaño
los poetas se explayaban
y en el guitarrón cantaban
amores o desengaños.
Nada parecía extraño
en el arte de cantar
quien sabía improvisar
muy alto su nombre estaba
y en todas partes reinaba
la poesía popular.
El uso
del guitarrón fue transformándose durante el
siglo XX: fenómenos como los procesos migratorios hacia
los centros urbanos, la incorporación de tecnología
en los hogares (radioemisoras en reemplazo de música
en vivo de cantores y poetas) y el interés por el estudio
del guitarrón en cuanto a instrumento musical folclórico,
entre otras causas, hicieron que este instrumento viera transformada
su contingencia de contextos más bien rurales, incluyendo
actualmente ambientes de espectáculo (como las peñas)
y espacios académicos de investigación folclórico-musical
(como el estudio de 1960 llamado El guitarrón en el
Departamento de Puente Alto, de Raquel Barros y Manuel Danneman).
Cabe señalar entonces que el uso del guitarrón
ha ido incorporando distintas formas que hoy coexisten junto
al uso campesino: talleres, clases de guitarrón, registros
y producción audiovisual y, sobre todo, encuentros
de payadores y guitarroneros, como por ejemplo el Encuentro
de payadores del año 1981 en el festival folclórico
de San Bernardo, registrado y difundido en casete y que contó
con la participación de Santos Rubio, Jorge y Pedro
Yañez, y el “Piojo” Salinas (que fue mi primer acercamiento
al guitarrón y el canto a lo poeta). También
destaco el Encuentro nacional de Guitarroneros, que se realiza
en Pirque desde hace 5 años, organizado por la agrupación
Herederos del Guitarrón.
En varios
de estos “nuevos usos” para el guitarrón, se habla
de un renacer del guitarrón chileno enmarcado dentro
de una tradición que aún conserva vestigios
campestres, secretos, personajes e historias... (asumiendo
como) un deber (el) rescatarlos y preservarlos (Botello: 2001)
del supuesto estado de abandono y desaparición en que
se ha visto esta práctica. Frente a este panorama construido
por investigadores y folcloristas, puedo decir que en Pirque
el guitarrón ha tenido continuidad y vigencia hasta
hoy gracias a sus cultores oriundos de la zona, como Santos
y Alfonso Rubio, “Chosto “Ulloa, Juan Pérez y Javier
Riveros, que residen actualmente en Pirque y transmiten el
arte y la música del guitarrón y el canto a
lo poeta en distintas formas. Han heredado un saber de generaciones
anteriores y lo han proyectado en encuentros, talleres, registros
audiovisuales y estudios. También es importante decir
que los cultores, estudiosos y seguidores del guitarrón
han hecho que este instrumento esté presente en distintos
puntos de Chile, confirmando su plena vigencia. Difícilmente
se podría decir, entonces, que el guitarrón
ha estado o está en desaparición, o que necesita
ser ‘rescatado’ de un supuesto olvido. Por el contrario, cada
vez hay más interesados en él presenciando encuentros
de payadores y guitarroneros, y cada vez somos más
quienes aprendemos sobre el guitarrón, acercándonos
a una práctica musical única en el mundo. Dice
Moisés Chaparro: “Corridos los cinco (primeros) años
del siglo XXI, cada vez somos más ejecutantes de este
instrumento tradicional chileno, que es usado principalmente
para acompañar el Canto a lo Poeta, en coplas o décimas
de memoria o improvisadas” (Chaparro: 2005).
Entonces,
al hablar del guitarrón, se ha empleado tal vez una
visión tendiente a “rescatar” o “revalorar” una práctica
que se encuentra en proceso de desaparición: una especie
de “tradición” lejana, campesina, anacrónica
y extemporánea. Obviamente, quien se ha expresado de
esa forma observa desde un mundo de características
urbanas, ocupando un relato que entiende la ruralidad de la
Provincia Cordillera como un otro desconectado de los procesos
“modernos”. Puesto en otro caso, podría ser un equivalente
a visualizar al mapuche aún únicamente arriba
del caballo, desconocedor absoluto de la contemporaneidad,
en pleno siglo XXI.
Es probable
que para los usuarios cotidianos del guitarrón, los
guitarroneros de Pirque (quienes usan teléfono celular
y organizan conciertos), más que recoger un arte “olvidado”,
se necesite difundir la presencia viva del guitarrón
a modo de re-conocimiento de una práctica musical única
y duradera, que viene en gestación al menos desde el
Siglo XVI (Astorga y Bustamante: 1996), que no ha desaparecido
y que continúa en vigencia y transformación.