Por
Nina Moreno Dueñas, desde Hamburgo, Alemania.
¡Volvieron
las pieles! Ya hace un tiempo venía observando los avances y la recuperación
de terreno que estaba logrando el uso de las pieles. Unas pocas y tímidas
presentaciones al principio y abiertamente provocadoras ahora, ya que no hubo
reacciones negativas. Ya desaparecieron aquellas modelos famosas que se negaban
a exhibir en sus cuerpos pieles de lujo, actitud admirable en personas que se
mueven en ese medio artificial, superfluo y muchas veces corrupto. El resto perdió
la memoria. Parecía
que ya el Mundo de la Moda había aceptado la consigna de no matar y torturar
animales sólo por su piel. Después de años de lucha se había
logrado ganar esa batalla. Pero la industria de la moda tiene poder y hay mucho
dinero en juego. Los diseñadores necesitan materiales muy finos para satisfacer
los deseos de consumo de sus millonarios clientes, entonces no cuentan la razón
ni la moral. Ya olvidamos
las fotos y documentaciones impactantes de asesinatos en masa de cachorros de
focas bañados en sangre, separados de sus madres, solos, aterrados y desprotegidos,
a merced de esos hombres provistos de palos que los dejan no del todo muertos.
La cosa es no dañar la piel para obtener mejores ganancias, sin que importe
el dolor de la agonía. Eso está ocurriendo de nuevo ahora, y pienso
que deberíamos comprometernos nuevamente para eliminar el mal por sus raíces:
Si la gente no compra pieles, no habrá matanzas. Ya eso funcionó
por un largo período y podemos hacer que funcione otra vez. | |
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Si apelamos a la
moral de aquellos que usan las pieles, si los tratamos de concientizar, instruir,
o si los rechazamos públicamente; si ponemos en evidencia y miramos con
repugnancia a aquellos que pese a todo insisten en hacerlo, vamos a impedir más
masacres. Ya que hemos decidido que para vivir necesitamos proteína animal
(tema también cuestionable), podemos además usar sus pieles, y así
no los matamos exclusivamente por ellas. Los
pueblos nativos usaban los recursos naturales con respeto, sin dañar la
ecología. Nuestra civilización ignora todas las reglas de la naturaleza,
lo único que cuenta es lo profitable, a cualquier precio. Hemos logrado
destruir en proporciones alarmantes nuestro sistema ecológico, y el reconocimiento
de que es necesario actuar para impedir daños irreversibles es un proceso
muy lento. La
vida de cada ser que habita la tierra es importante para todo el resto. Nuestra
responsabilidad como personas es enorme, y tenemos aún el poder de cambiar,
modificar o solucionar los problemas, denunciar y eliminar las injusticias. Si
cerramos los ojos y dejamos pasar la oportunidad de corregir nuestros errores,
terminaremos como las grandes civilizaciones: desapareciendo. Quién sabe
si el planeta se podrá recuperar alguna vez de los estragos que hemos ocasionado,
o será un planeta muerto más. Cuando
miro las últimas fotos de esos cadáveres de cachorros en el polo
norte, debo pensar en el efecto mariposa de E. Lorentz: “El aleteo de una mariposa
en California puede provocar una tormenta tropical en Australia”. |