Por Rose Deakin, vecina inglesa de San Alfonso.
En
Chile, la ocupación de arriero o huaso está desapareciendo, especialmente
en la zona central, y en particular, en el Cajón del Maipo. La llegada
de camiones refrigerados suprime la necesidad de arrear ganado a través
de las montañas desde Argentina. De igual manera, la disminución
de la agricultura y el reemplazo de caballos por maquinaria agrícola significa
que, aunque se ocupen estos animales de gran valor para la zona, hay mucho menos
que antes, utilizándose la mayoría para actividades deportivas y
turísticas. Sin
embargo, el deporte tradicional del Rodeo, de correr, se mantiene vivo y fuerte.
Existen por lo menos cinco medialunas en el Cajón y el Rodeo atrae a un
numeroso público. Aquí, los huasos muestran sus habilidades y también
su indumentaria. Tradicionalmente llevan un sombrero o chupalla, una manta, una
chaqueta corta, pantalones oscuros rayados (como los abogados de Inglaterra),
polainas, botas y espuelas. Muchos de los huasos son ‘dandis’, es decir, hombres
distinguidos por su elegancia y buen tono, que aprovechan este evento para hacer
gala de sus cualidades. El
Rodeo no está muriendo. Puede verse un importante número de jóvenes
jinetes en la medialuna que, a veces, corren muy bien. Se nota la diferencia con
Inglaterra, donde cada pequeño quiere un uniforme de fútbol. A los
niños del Cajón, en cambio, les encanta vestirse como huasos desde
chiquitos, incluso con polainas y espuelas. Y sus padres, felices, gastan su dinero
en vestirlos así para las ocasiones especiales. Al finalizar el día,
puede verse a pequeñitos de tres o cuatro años bailando cueca entre
la gente grande. Asistí a muchos rodeos en el Cajón y una
vez estuve en el de Rancagua. De a poco fui entendiendo en qué consiste
este deporte. Lo que al principio parecen dos huasos montando a caballo, galopando
por aquí y allá sin un plan determinado, se vuelve interesante cuando
aparece en el ruedo un tercer animal, un ternero, y cuando uno empieza a comprender
lo que se está tratando de hacer y cómo funciona el asunto del puntaje.
Obviamente, el interés aumenta si tenemos un caballo o un amigo en competencia. Los
dos jinetes deben trabajar como pareja, y aún mejor si los caballos también
se conocen. Primero, esperan que desde la puerta del corral irrumpa un animal,
cuando éste aparece lo persiguen alrededor del corral chico tres veces,
para que se despierte bien, y luego salen rápidamente hasta la medialuna.
Se otorga un punto bueno por una salida buena. Posteriormente, uno de los jinetes
arrea al animal mientras el segundo trata de mantenerlo cerca de la pared para,
cuando lleguen a la parte acolchada, poder doblarlo. Eso hace el segundo jinete,
que ataca y empuja al animal contra la pared para que doble y regrese en otra
dirección. Si el ternero no toca el muro o lo hace sólo con su cabeza,
la pareja de jinetes obtiene cero puntos. Si lo hace con el cuello, los competidores
tienen un punto bueno; con los hombros, dos puntos buenos; tres puntos buenos
si logran tocar la pared con el lomo del animal. La mayor puntuación de
cuatro puntos buenos se | |

La medialuna más antigua de la zona es la de El Toyo
| obtiene
si se consigue arrimar al muro el trasero del animal, una de las tareas más
difíciles. Si el animal no dobla y corre adelante, hay varios puntos malos
dependiendo de hasta dónde pueda llegar. Esta
maniobra la deben realizar en tres ocasiones, pero también hay una manera
de obtener puntos malos, como cuando se hace una especie de tijeras al momento
en que el animal dobla y corre entre los dos caballos. Los
rodeos oficiales, como los de Rancagua, se asemejan a las carreras del Club Hípico,
que cuentan con montadores profesionales, como los jockeys de los hipódromos.
En el Cajón del Maipo los jinetes son hombres comunes que trabajan, a veces
como arrieros, camioneros o como obreros en el metro. Ellos corren los fines de
semana y no tienen más tiempo para practicar. Como los animales vienen
del cerro, resulta muy difícil controlarlos, por eso durante las competencias
hay bastantes puntos malos. La
medialuna más antigua de la zona es la de El Toyo. Fue levantada a principios
del siglo XIX, durante el Período Colonial, época en que el terreno
pertenecía a la familia Subercaseaux, antepasado de su actual propietario,
Pedro Guillón. Siguiendo el modelo español, se construyó
en pirca, al principio forrada en barro. Al tiempo cayó en desuso y sólo
hace treinta años fue restablecida, pero el barro no ha sido renovado.
Eso significa que si un jinete se azota contra la pared, tocará piedra
y es muy probable que se quiebre más de un hueso. Además, hubo ocasiones
en que los toros consiguieron subir por estos muros y escapar, causando pánico
entre los espectadores y llenando de piedras la medialuna. Muchos huasos rechazaron
correr en el lugar, pues las condiciones eran muy peligrosas. Recientemente,
y gracias al Club de Huasos de El Toyo y a la colaboración de don Pedro
Guillón, se pudo renovar la medialuna. Fue forrada con madera muy linda,
pintada de tricolor, ocupándose bastante tiempo en limpiar su suelo, lleno
de arena y piedras. El fin de semana del Primero de Mayo del año
pasado, en medio de una gran fiesta, se inauguró la nueva Medialuna, realizándose
rodeos los días domingo y lunes. Las celebraciones premiaron el gran esfuerzo
del Club de Huasos, y los dignatarios de San José de Maipo honraron a los
asistentes con su presencia. Durante las fiestas también hubo números
artísticos, donde cantó el grupo “Las Brujas”, y el domingo la gente
bailó toda la noche. Lo que me gusta después de un rodeo es que
el piso está tan lleno de bailarines de cueca, que es casi imposible no
toparse con ellos. En
el campo, por lo menos, se vive la cueca. También el rodeo y la medialuna.
Que dure mucho.
|