Durante la fiesta, el tedio dijo:
-Qué fome está esto, estoy
aburrido.
De inmediato la iniciativa propuso:
-¿Juguemos a las
escondidas?
-¿Y para qué? -dijo el negativo.
-¡Sí,
sí, juguemos! -dijo el entusiasmo.
-Yo la cuento -dijo el voluntarioso.
Y el juego comenzó…
La
mentira y la envidia se escondieron en el fondo del mar, y la mentira le decía
a la envidia:
-Ahora te voy a contar todo lo que hablan de ti…
La envidia
fue indiferente ante la ternura.
El
orgullo se escondió en el alma de todos.
El ingenio se inventó
un escondite.
La gula se escondió en las siembras.
La tristeza
se escondió en el corazón de la alegría.
La astucia se
escondió en la luna llena, porque sólo aparecía una vez al
mes.
La pereza se quedó en el sillón, porque cuando empezaron
a contar para esconderse ella se puso a contar ovejas y se durmió.
La humildad fue la última en esconderse, porque no encontraba un lugar
para ella.
Y así se escondieron todos por muchos, muchos años.
Pero
la voluntad empezó a encontrarlos a todos. Al primero que pilló
fue al entusiasmo, porque estaba tan entusiasmado que se cambiaba de un lugar
a otro, y así se delató.
Después apareció la ternura
y dijo:
-¡Uy, me pillaron!
Y fueron apareciendo la conciencia, la
alegría, la tristeza, la paciencia, la locura, todos… Pasaron muchos años
y el único que no aparecía era el amor. La paciencia y la voluntad
salieron a buscarlo nuevamente, mientras el pesimismo decía:
-Yo sabía
que esto no iba a funcionar.
Siguieron buscando por muchos años…, hasta
que el entusiasmo gritó:
-¡Ohhhh , yo quiero jugar de nuevo!
Pero la tristeza lloraba al no encontrar el amor.
-Ya sé -dijo el Ingenio-,
consultemos a la sabiduría.
Y la sabiduría les preguntó:
-¿Han buscado en el fondo del corazón?
-¡Pues sí!
-respondieron todos.
-¿Han buscado dentro del alma?
-¡Pues
sí! -respondieron todos.
-Pues…, se me ocurre que no debe estar lejos
de aquí. ¿Ven aquellos matorrales? Puede que ahí se encuentre
el amor.
La impaciencia
y la locura fueron corriendo hacia allá y empezaron a removerlo todo. La
locura, en su desesperación por encontrar al amor, comenzó a cortar
ramas con una picana y, sin querer, hirió los ojos del amor.
-¿Qué
has hecho? –le dijo la justicia-. ¡Has dejado sin ver al amor!
En
ese momento llegaron todos los vicios y virtudes, y al verificar que la locura
había dañado al amor, todos sin excepción decidieron castigar
a la locura por el resto de la vida. Le dijeron:
-Desde hoy serás el
lazarillo del amor…
¿Una
moraleja?
Que
el amor es ciego
y siempre irá acompañado
de la locura.