Theodoro
Elssaca conversa con Gastón Soublette.
Fotos
de Theodoro Elssaca.
Durante
más de 30 años Gastón Soublette
asciende a las montañas, como una manera esencial
de no perder la relación natural del hombre con
la naturaleza y, a través de ella, el Sentido,
entendiéndolo desde lo más profundo de
la enseñanaza del Tao. Por más de 27 años
lo he acompañado en estas excursiones, que nunca
han cesado, lo que ha sido un privilegio difícil
de plasmar en palabras y que ahora trato de transcribir
a partir de «Conversaciones», grabadas algunas
de ellas, o de anotaciones que hice en los «Cuademos
de Viaje». Por respeto a los lectores de Dedal
de Oro, he omitido al máximo mis palabras.
T.E:
Gastón, ¿de qué manera podrías
explicar el vocablo TAO?
G.S:
La palabra TAO quiere decir Sentido. Dicho en forma
solemne: «El Gran Sentido del Mundo». Es
una palabra china, no se sabe a cuántos milenios
atrás se remonta. Pero, la percepción
del Gran Sentido del Mundo no ha sido una exclusividad
de los chinos, todos los pueblos lo han percibido cuando
han vivido insertos en el orden natural. En qué
lo perciben: en las mutaciones del orden natural se
percibe El Gran Sentido del Mundo; se perciben los cambios
que se rigen por un tiempo lineal, como acontecimientos
que comienzan, se desarrollan y terminan; y los cambios
que se rigen por un tiempo circular, es decir los que
comienzan, se desarrollan, giran sobre sí mismos
y vuelven a reproducir las mismas etapas. Por ejemplo:
el ciclo de las cuatro estaciones, el movimiento de
los astros, todo eso. Esos dos tipos de movimientos:
los que son regidos por un tiempo lineal y los que son
regidos por un tiempo circular, entravados unos con
otros, tejidos unos con otros, forman el gran escenario
del cambio, de la mutación. En la estructura
de esas mutaciones, del concierto de esas mutaciones,
se percibe el Gran Sentido del Mundo.
Ahora,
el hombre que vive inserto en el orden natural no percibe
el Gran Sentido del Mundo como algo objetivo, distinto
a él, sino que él se percibe a sí
mismo inserto en ese Sentido. 0 sea, el Gran Sentido
del Mundo no es observado como un acontecer ajeno al
sujeto que lo observa, este también observa en
sí mismo la expresión del Gran Sentido
del Mundo. Por ejemplo en los nacimientos, en la alimentación,
en las relaciones humanas del hombre que tiene autoridad
sobre la comunidad, en las migraciones tanto de los
animales como de las comunidades humanas. Me estoy remontando
a la época en que la humanidad era itinerante,
que es la época, diría yo, en que más
claramente el hombre pudo percibir, en los cambios del
orden natural, la estructura que expresa el Sentido
del Mundo. Entonces, digamos que la cultura china ha
sido la que mejor ha representado esa antigua tradición,
porque los pueblos, al civilizarse, al descubrir la
agricultura, al radicarse, al construir ciudades, se
separaron del orden natural. No digo que tanto como
hoy, porque ahora la separación es absoluta.
Son civilizaciones, ésas, que de alguna manera
también estaban insertas en el orden natural,
pero con todas las interferencias que la civilización
provoca en él. Yo diría que el imperio
chino fue la organización social y política
que más fiel fue a esta vieja tradición,
en que el hombre, para vivir, primero percibe el Sentido
del Mundo y lo cumple, se inserta en él, lo conoce
y lo asume.
Esa
es la grandeza de la cultura china, por eso los chinos
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Gastón Soublette y Theodoro Elssaca en las montañas.
Gastón tocando el piloilo en una caverna.
Gastón tocando un milenario instrumento en una tumba
cacical.
Gastón en la serenidad después del toque de
instrumentos.
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elaboraron
este vocablo que se pronuncia TAO. Es una T casi D, TAO. Y existe
a este propósito un libro fundamental sobre el TAO, que
es el «Tao Te King», el libro del TAO y de su virtud,
atribuido al sabio Lao Tse. Entonces, en el orden natural es donde
más se percibe la estructura del movimiento, siendo esa
estructura el Gran Sentido del Mundo, que le concierne tanto a
la naturaleza como al hombre, en cuanto el hombre es un hijo de
la tierra. Hay personas que tienen mayor o menor sensibilidad
para percibir esto. Se diría que todos los que militan
hoy en la cultura alternativa, tienen una ventaja sobre los otros,
los que pertenecen a la cultura tradicional, la que ahora ya está
en decadencia; o sea, los que no pertenecen ni al primero ni al
segundo ni al tercer mundo, los que no están con las grandes
potencias ni con el mundo revolucionario que rechaza el poder.
Es gente que por su vida interior se ha desvinculado de este sistema
imperante, hoy. Y eso lo han echo en lo más secreto de
su alma, porque han nacido con la sensibilidad suficiente como
para sentirse atraídos por el orden natural, sentirse concernidos
por el orden natural; más aún, sentirse como perteneciendo
a ese orden. Es por eso que en ellos, es decir, en toda esta minoría
del mundo actual que puede llamarse cultura alternativa, hay mayor
sensibilidad para percibir la magnificencia del mundo natural
y el sentido que está implícito en él.
De ahí
emana la ecología profunda. Con algunos de sus postulados
yo no estoy de acuerdo, por ejemplo con eso de que no hay que
reproducirse. Esos aspectos de ciertas ramas integristas de
la ecología profunda yo no los comparto, pero básicamente
comparto todo lo que ellos perciben en el orden natural y todo
lo que hacen por defenderlo. Esa sensibilidad es heredada, son
vestigios de la antigua pertenencia del hombre al orden natural,
o sea al TAO, al Gran Sentido del Mundo; son vestigios que quedan
en cierta porción de la humanidad. Los otros, los que
han perdido eso, yo los llamaría Los Huérfanos
de la Tellus Matter, Los Huérfanos de la Madre Tierra.
Ellos no ven en la Tierra una Madre, no ven la bondad intrínseca
del orden natural, no ven el sentido de este mundo en perpetua
mutación, no lo captan. Ellos proyectan al mundo natural
un sentido inventado por los imperativos de la empresa civilizadora.
Es lo único que ven. Por eso la naturaleza para ellos
no es más que recursos naturales, por eso es que el hombre
para ellos no es más que recursos humanos, por eso es
que un bosque para ellos no es más que un complejo maderero.
T.E: Gastón,
¿de qué manera el hombre actual, que vive una
realidad compleja -generalmente en las grandes ciudades-, puede
acercarse a la Tellus Matter, entrar en el Gran Sentido del
Mundo, sentirse parte de la montañas del Cajón
del Maipo o de las montañas de la Tierra?
G.S: La
mejor manera es acercarse a personas que están en esa
visión del mundo. Porque la pobreza psicológica
del habitante de las grandes urbes, la pobreza psicológica
de esos conglomerados que ya no constituyen un pueblo, sino
simplemente una masa, es pavorosa. Necesitan que alguien que
tiene esa sensibilidad y que ha asumido esa visión del
mundo, los despierte a ella, y lo digo por la experiencia de
la cátedra. Yo he conocido alumnos que -si bien por la
influencia de su hogar, de sus padres, que viven una rutina
insoportable, han venido a la universidad con esos prejuicios
también, participando de los lugares comunes del progreso,
de la rentabilidad, del status, pero con ansiedad, con anhelo
oculto que de alguna manera no los deja vivir tranquilos- de
pronto han escuchado esto que estamos ahora conversando. Por
ejemplo, en el curso de Filosofía Oriental, donde se
estudia el confucianismo y el taoísmo, para ellos ha
sido un relámpago de luz solamente oír hablar
de esto. Y después los testimonios que yo he recibido
es que esa enseñanza sobre el TAO les ha ayudado a sacar
de su interior toda esta inquietud que no tenía forma,
que no tenía manera de expresarse. Cuando oyeron hablar
del TAO y del Gran Sentido del Mundo y de que eso estaba implícito
en el orden natural, como que se reconocieron en algo que ya
era de ellos. Son personas que no han querido militar en la
triste cofradía de Los Huérfanos de la Tellus
Matter, y que han tenido una inquietud justamente porque sienten
que el orden actual del mundo los esteriliza, los detiene en
su desarrollo. Les causa aflicción tener que insertarse
en esas formas de vida. Yo creo que ese es el gran malestar
de la juventud de hoy. Sienten que el mundo actual no está
bien, que le causa daño al hombre, que lo mata psicológicamente
y..., bueno, sobre ellos pesa como una especie de condena: de
que sea como sea no tienen otra alternativa, porque igual van
a tener que insertarse en ese mundo. Entonces de pronto oyen
hablar del TAO y del Sentido del Mundo, oyen hablar de la virtud
tal como la entiende el taoísmo, es decir, un Don del
Cielo, que en forma de Amor impulsa al hombre a obrar rectamente,
sin enseñanzas morales, sin el mandato compulsivo de
la moral. Entonces resulta para ellos mucho más atrayente
saber que existe un estado interior de amor, que te impulsa
espontáneamente y sin dificultad a obrar rectamente contigo
mismo y con el prójimo, sin pasar por esta enseñanza
tediosa y compulsivo de lo moral. Ahora, claro que la moral
no se puede abolir, pero tú ves los tremendos límites
que tiene. Incluso hace poco leyendo el Refranero Tradicional
Chileno, se dice ahí, sin ninguna influencia del taoísmo:
«La moral es humana, la virtud es divina». O sea,
es parte de la enseñanza del libro del TAO eso, y así
y todo el pueblo chileno en otros tiempos lo supo. La moral
es solamente humana, es una pura convención, es una racionalidad
de la conducta. Y la virtud, esa fuerza interior que en sí
es amor, es lo único que legítimamente te permite
obrar rectamente contigo y con tu prójimo. Eso es una
revelación tremenda.
T.E: Gastón, me gustaría saber qué ha significado
para ti la experiencia del Cajón del Maipo: desde el
TAO, la naturaleza, la montaña y el rito.
G.S: El
Cajón del Maipo ha sido para mí uno de los lugares
predilectos de mis incursiones y de mis investigaciones sobre
la vida interior, la relación del hombre con la naturaleza,
la experiencia de la integración -lo que podría
llamar también experiencia cósmica-, que se obtiene
con la meditación profunda, en la cual se acrecienta
la sensación que uno tiene de pertenecer a este Todo.
Y que no es que esté aquí yo y allá la
montaña, sino que de alguna manera las montañas
están en mi corazón, y yo estoy identificado con
las montañas también. Aquí hay un entramado
de corrientes vitales, las montañas están vivas,
su inmutabilidad es lo que nos comunica esa sensación
de lo eterno, y por eso uno vuelve aquí, vuelve para
suspender la dictadura del tiempo sobre nuestras vidas. Si yo
he tenido una experiencia fuerte de eso ha sido en el Cajón
del Maipo. Y esto se acrecentó, por así decirlo,
se acentuó, porque ahí se celebraron ritos mapuches
de integración, ahí se celebraron guillatunes.
Guillatún significa Rogativa, pero en el fondo la palabra
Guillatún implica la Gran Rogativa, porque hay otro tipo
de rogativas también, pero esta es la Gran Rogativa de
la Comunidad Mapuche, y eso se hizo en el fundo que antaño
perteneció al escritor Eduardo Barrios, un fundo que
abarca unas diez mil hectáreas, lo que incluye montañas
de hasta tres mil quinientos metros de altura. Ese fundo lo
adquirió Don Mario Larraín, y como su hija Sara
era alumna nuestra del Instituto de Estética de la Universidad
Católica, tanto la influencia de Fidel Sepúlveda
como la mía fue bastante decisiva para ella, para tomar
la orientación que tomó su vida después:
dedicarse a conocer y a amar a su pueblo, a los mapuches, a
la cultura tradicional de este país... y a defender la
naturaleza en forma científica e incluso política.
En ese fundo
celebramos guillatunes secretos, en los años ochenta,
durante cinco años consecutivos, en los que tú
también participaste. Acuérdate que venían
mapuches de lugares lejanos, especialmente de Lumaco, y mapuches
que vivían en Santiago. Me acuerdo que en el primer
guillatún había unos 70 mapuches y unos 300
huincas, los no mapuches. Y para eso hubo que erigir un Rehue,
y ese Rehue se obtuvo de una barraca española que hay
aquí. Fue muy curioso eso, que los españoles
que fueron enemigos durante tantos siglos de los mapuches,
entregaran el Rehue, de madera de roble pellín, rojiza.
Entonces hubo que hacer el Rehue -o poste sagrado- con ceremonia.
El encargado de hacerlo se llamaba Bernardo Montupil, y se
hace solamente con azuela; es un cuchillo que golpea y va
sacando lonjas de madera. Eso demoró un día
entero. Empezó muy temprano y alrededor de las seis
de la tarde lo estaba terminando, ante unas 60 personas, con
cantos y ceremonial para participar de la erección
del Rehue. Es un Tótem que tiene 7 escalones, y una
cabeza que representa a Nguenechén por una parte y
también al ancestro mítico. Esa escalera representa
las 7 plataformas en que está compuesto el cosmos,
según la mitología mapuche. Y se hizo el Guillatún
y ofició Montupíl, autorizado por la comunidad
mapuche para oficiar guillatunes. Es un gran cantor, domina
muy bien la lengua mapuche. Se tocaron instrumentos: la trutruca,
el cultrún..., llevando los ritmos, y él organizó
esta ceremonia. Lo interesante es que sin tener la menor idea
de nuestro proyecto, Montupil contó después
que había soñado que un hombre de barba llegaba
a su casa y le decía: «tú le harás
rogativas a Nguenechén». Era yo (risas), pero
él no me conocía.
Todo esto en el Cajón del Maipo, en el fundo que fue
de Eduardo Barrios, en Lagunillas. 0 sea que para llegar había
que recorrer el Cajón, pasar por San José del
Maipo y más allá trepar hacia la izquierda y
entrar subiendo en el cajón profundo del estero que
sale ahí. Por las quebradas del estero está
el camino. Arriba había un campo extenso donde cabían
las más de trescientas personas de la rogativa danzante.
Era una manera de participar no sólo a través
de la meditación, sino a través del rito también.
Un rito no inventado por uno, sino que instituido por los
ancestros de nuestra Tellus Matter.
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