Por
Carlos Russell Olguín.
Teníamos
seis o siete años, pasábamos horas a través
de la reja de mi casa tomados de las manos, tú
en la calle y yo dentro. No recuerdo si hablábamos.
Sobre tus hombros brillaba con el sol una sutil alfombra
de cortos vellos color ámbar. Mis manos descubrieron
que por el costado de tu vestido podían entrar
y posarse en tus omóplatos triangulares, pronunciados,
duros y suaves. Aún recuerdo tu olor a tierra
y vainilla.
También
recuerdo que jugaba al trompo en tu vereda, frente a
mi casa. Tú jugabas con mi hermana y no me mirabas.
Nunca entendí que tuvieras momentos en los que
yo no existía, entonces apareció un chevrolet
color crema y corrí compitiendo desde la vereda
mirándote de reojo para confirmar tu atención.
La propia atención perdí y terminé
siendo empujado bruscamente por el auto. Este enamorado
lloraba como un niño en la Posta cuando le curaban
sus heridas superficiales.
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Nostalgia
de ironía.
Por
Carlos Russell Olguín.
¡Atención!
Baudelaire ha muerto. Su blasfemia de vanguardia flota
en el Limbo.
El Murciélago de Serrat que no bebía sangre,
ya no es tan distinto de sus verdugos:
los cinco quirópteros de lidia, quienes beben y
beben agua.
Rimbaud y Verlaine bajo las sábanas ríen
consumidos por la sorna.
Murió a causa de una terapia de esencias florales
de Bach, postula un crítico literario.
Verlaine afirma que la causa fue la interpretación
del Preludio y Fuga N°2 en Do Menor
por Wanda Landowska, pero Rimbaud sabe con seguridad que
las Flores le producían un gran Mal.
Rimbaud con su amabilidad hostil, sin siquiera conocer
mi persona, me hace llegar una invitación a Una
Temporada En El Infierno.
Por la magia que conduce la realidad he optado por subir
a la
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montaña,
queriendo encontrar el diálogo filudo de Setembrini, haciéndome
pasar por Hans Cartop.
Me hizo falta un pulmón enfermo, un padre autoritario...en
fin, lo único que deseé estando arriba, fue deslizarme
por el barranco...
Baudelaire, aún faltan las Iluminaciones... Rimbaud ya
las cantó.
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