Siete
años antes, el 16 de Julio de 1792, Ambrosio O’Higgins
había fundado la Villa de San José de Maipo,
con su trazado de 27 manzanas de 84 metros por lado, cortadas
por nueve calles de sur a norte y cuatro de este a oeste.
Asignados los 104 solares de la Capital de la Comuna se considera
un solar para la Iglesia y otro para el Párroco. En
el corazón de este trazado colonial se ubica la Plaza
de Armas y, frente a ella, se erige la Iglesia, que se transformará
en el hito mas importante de la comuna.
El templo
parroquial recoge en su edificio la arquitectura y los sistemas
constructivos de la época colonial, típicos
del siglo XVIII. Terminada su construcción en 1800,
se aprecian sus simples líneas, dirigidas especialmente
a acoger su funcionalidad, denotando un equilibrio formal
con su gran volumen central; y en su esquina sur, la torre
de madera , sobre arcos y columnas de ladrillo, y que fue
levantada casi cien años más tarde. En la torre
se ubicaban las tres campanas de bronce que hacían
resonar su tañido en brazos del viento del Cajón,
retumbando en los cerros e invitando a los fieles al recogimiento
espiritual. (Por el estado de la torre, las campanas de bronce
han sido reemplazadas, desde hace algún tiempo, por
una grabación de su tañido trasmitida a través
de parlantes, ubicados en la misma torre.)
Al igual
que la mayoría de las iglesias coloniales de la zona
central del país, ésta se caracteriza por su
volumen de una sola nave alargada de proporción 1:4.
Sus materiales principales aportan con su nobleza, como los
adobes de sus gruesos muros, estructurados al exterior por
pilastras y machones del mismo material. Por su costado sur,
fuera del trazado original y sobre gruesos pilares de albañilería
de ladrillo, por iniciativa del Párroco Don Rafael
Eizaguirre, se construye, en 1878, el pórtico de arcos
de medio punto que conforman su acceso principal, y la torre,
cuyo diseño neoclásico es atribuible al arquitecto
italiano Eduardo Pravasoli. En el centro de éste pórtico
se levanta la Torre, de 18,10 metros de altura, la que es
dañada con el sismo de 1906. Posteriormente la torre
es repuesta por la actual, de estructura de roble forrada
con un entablado de la misma madera, la que remata en un chapitel
de cuatro mantos curvos coronado por una linterna y la cruz.
(Hoy en día la torre se encuentra seriamente dañada,
pues su estructura ha sido atacada por termitas y algunas
pudriciones por humedad, por lo que urgentemente deberá
ser abordada su restauración. Esta recomendación
técnica se viene haciendo a las autoridades municipales
y parroquiales desde 1997.)
En 1969,
siguiendo la nueva liturgia post Concilio Vaticano II, el
Párroco Luis Farré modificó el interior
acortando la nave con un tabique falso que ocultó el
presbiterio y el retablo de mármol instalado en 1878.
El altar original es recuperado a incitativa en los noventa.
En el interior podemos apreciar su rústica estructura,
de techumbre a 6.25 metros del piso, la que con una pendiente
de 50º eleva sus piernas para formar la cubierta a dos
aguas. El Coro sobre el acceso, también de madera,
es soportado por dos columnas del mismo material, con fuste
circular sobre las basas de piedra. Cuenta además con
una entrada lateral hacia Calle Comercio.
Don José
Santos Arambulo, su primer Cura Párroco, fue nombrado
en el cargo por el Obispo Don Francisco José de Marán
en 1798. Luego seguirían otros sacerdotes de diferentes
congregaciones, como Agustinos, Mercedarios, Franciscanos,
entre titulares y suplentes, que suman a la fecha más
de sesenta. Muchos de ellos dejaron a su paso importantes
obras y avances a través de su gestión parroquial,
entrega a la comunidad y realizaciones perdurables en el tiempo.
Algunos estuvieron sólo un año en el cargo,
y otros, como Fray José de la Cruz Bravo, estuvo a
cargo de la iglesia veinte años (1857–1876), no obstante
ser interino.
No quisiera
terminar este recuento histórico de nuestra Iglesia
sin mencionar a uno de los párrocos más destacados
por su labor y logros, el Presbítero Rafael Eizaguirre
E., el mismo que en 1878 hizo levantar la Torre de la Iglesia.
A él también le debemos la existencia del Hospital,
el Cementerio y la Escuela Parroquial que lleva su nombre,
su obra más destacada en la Comuna en los seis años
que estuvo en su cargo (1876 – 1882). Hay mucho más
que conocer de él y de otros destacados sacerdotes
que colaboraron junto a otros vecinos y hombres públicos
de la zona al desarrollo y engrandecimiento de la comuna.
Esperamos, más adelante, hablar de ellos y sus obras.
FUENTES:
1. Archivos del Departamento de Patrimonio Arquitectónico
de la Dirección Nacional de Arquitectura MOP.
2. Archivos y publicaciones Parroquiales de la Iglesia de
San José de Maipo.
3. Apuntes para una Historia Parroquial. 200 años de
una Parroquia.