Por:
Vania Ríos Molina.
En
primavera, dicen, todo florece. Se produce el mágico
despertar de la naturaleza, de las flores, del amor. No
es ninguna novedad que para muchos ésta sea la
mejor estación del año. Se comienza a salir
del letargo invernal, el intenso azul y verde del paisaje
maravillan la vista y todos los sentidos. En Chile, la
primavera trae consigo un particular ánimo festivo,
el jolgorio de las fiestas patrias, del volantín
que se eleva impulsado por un viento renovador y fresquito,
que sólo se da en esta época del año.
|
|
|
Sin embargo,
para otros no todo es fiesta, pues durante este período
también se agudizan eventos negativos como el aumento en
las tasas de suicidios, una realidad que carece de certezas en
relación con sus causas, pero que entrega ciertos indicios
asociados a su aparición estacional.
La relación suicidio-primavera
no es un tema que afecte sólo a nuestro país,
sino que corresponde a un fenómeno mundial. Numerosos
estudios realizados en Europa y América, coinciden en
señalar que es en primavera cuando se produce un incremento
de intentos y de muertes a causa del suicidio. Entre los múltiples
factores que inciden en este aumento se citan los cambios climáticos,
que podrían alterar parte del sistema hormonal de las
personas; en otras palabras, el organismo se ve enfrentado a
una batería de estímulos que hacen que las hormonas
se revuelvan como coctelera. Habría, entonces, una relación
entre cambios estacionales y cambios emocionales.
La luminosidad
propia de la primavera y del verano frente al gris del otoño
y el invierno influye en que una persona se bajonee o tire
para arriba. Si bien, para muchos una mayor cantidad de luz
constituye un elemento revitalizador, para otros puede significar
un baño de energía que les permita materializar
sus deseos de quitarse la vida. El alegre espectáculo
primaveral, lleno de jovialidad y felicidad, puede transformarse
en sinónimo de tristeza para quienes no poseen estos
hermosos regalos de la vida, lo que, finalmente, podría
inducirlos a conductas suicidas.
Una amiga
me contaba que odiaba la primavera, pues veía que muchas
mujeres comenzaban a lucir sus cuerpos, usando ropas ligeras;
pero ella, entradita en carnes, veía decaer su autoestima.
Prefería mil veces la complicidad del invierno, cuando
la ropa ayuda a disimular el sobrepeso y el ingenuo espectador
se pregunta si la voluminosidad responde a una abundante indumentaria
o efectivamente a la acumulación de grasa y calorías.
Por suerte mi amiga no trató de suicidarse, pero tuvo
serios problemas de autoestima que la sumieron en una profunda
depresión, enfermedad que si no es tratada, puede gatillar
pensamientos suicidas
Otros
que no se complacen del todo con la llegada de la primavera
y que preferirían quedarse en casa, son los que padecen
alergias. Ellos tampoco disfrutan de la invasión de
estos nuevos aires primaverales. Niños y adultos pueden
presentar, sobre todo al iniciarse la estación, síntomas
que afectan principalmente las vías respiratorias,
la piel y los ojos. La alergia primaveral es una reacción
al polen de pastos, árboles, yerbas y malezas. Si usted
es de los que no puede parar de estornudar o lagrimear en
esta época, aléjese del Ciprés, del Plátano
Oriental, del Olivo, del Abedul y del Roble, aunque esto varía
según el microclima, el lugar geográfico, la
temperatura y las características de reproducción
de cada planta. Otro dato: hay más polen en la atmósfera
cuando hace calor, y su concentración disminuye notablemente
con la lluvia y la humedad.
No nos
queda otra que esperar el verano…

|