Con
frecuencia se piensa que la homosexualidad supone un
conflicto de identidad sexual. En otras palabras, el
sentir “haber nacido en un cuerpo equivocado”. Esta
afirmación se sustenta, por ejemplo, ante la
insistente pregunta de quién asume el rol masculino
en una relación de lesbianas, dando por sentado
que una de las integrantes de la pareja reniega de su
femineidad adoptando el papel del sexo puesto.
Evidentemente,
existe una confusión de conceptos en relación
con este tema. Vamos por parte.
La
palabra homosexual deriva del griego homos, que quiere
decir, lo mismo, igual. La RAE, define el término
como inclinación hacia la relación erótica
con individuos del mismo sexo. Por lo tanto, la homosexualidad
no tiene que ver con un conflicto de identidad de la
persona, sino que se relaciona con la orientación,
es decir, hacia quién se dirige la preferencia
sexual. Tanto los hombres como las mujeres pueden ser
llamados homosexuales, pues esto no es otra cosa que
sentir atracción por personas del mismo sexo,
lo que no significa, necesariamente, renegar del propio.
La cuestión es simple: Si un hombre siente atracción
por otro, no deja de ser ni de sentirse hombre. Si una
mujer se enamora de otra mujer, no deja de ser ni de
sentirse una de ellas.
El
error en la mayoría de las personas surge al
confundir la homosexualidad con la transexualidad, la
que sí está relacionada con un conflicto
de identidad y alude a quienes sienten una contradicción
entre su sexo físico y el psicológico.
Un hombre transexual, por ejemplo, es alguien que fue
identificado como mujer al nacer debido a sus genitales,
pero que se identifica como hombre. Cabe señalar
que la asociación de genitales y la identidad
de género varía de cultura en cultura,
por lo tanto, no hay que asumir que una variante es
anómala, pues eso contribuye a la estigmatización
y a la proliferación de prejuicios.
En
ocasiones un sujeto transexual, al sentirse identificado
con un sexo distinto al que se le asignó al nacer,
recurre al travestismo, que consiste en vestir ropas
del sexo opuesto. Este vocablo se refiere a personas
de sexo masculino que adoptan de forma permanente los
modos culturales, vestimenta y manera de arreglarse
convencionalmente aceptados para la mujer, modificando
algunos su cuerpo, mediante el uso de hormonas y hasta
cirugías con el objeto de tornar femenina su
anatomía. Usualmente no se utiliza este término
para referirse a personas de sexo femenino que adoptan
los modismos culturales masculinos.
Homosexualidad,
transexualidad y travestismo son algunas de las innumerables
variaciones que existen de la vida sexual y representan
la libertad y el legítimo derecho de las personas
a practicar su sexualidad de la manera que ellas decidan,
siempre que estas prácticas no afecten la integridad
física y moral del resto de la comunidad.