dinosaurio
y yo, pero sí la vale repetir una frase del señor
conductor: “¿Frenar por un perro? ¡Si vale callampa!”
Los dos
episodios anteriores acontecieron en el tramo de la Calle
Comercio que va desde el alto (después de la Cañada
Norte yendo hacia Santiago) y el callejón que conduce
al Camping Los Héroes. El tramo en cuestión
es un declive en que los vehículos suelen tomar velocidades
inauditas. Se trata de un sector en que habitan innumerables
vecinos. Las casas están una junta a otra, y hay, incluso,
comercio y oficinas establecidos, como el Mercadito Donde
el Pitón y La Libroteca del Dedal de Oro, que otorga
lectura a los lugareños del Cajón y funciona
además como administración de esta revista.
Como en el sector las aceras no existen, los niños
-a pie o en bicicleta- y las señoras con guagua -en
coche o en brazos- deben transitar por la calzada. Si hay
algún trozo de acera (de polvo en verano y de barro
en invierno), generalmente hay vehículos estacionados,
ya que no está permitido hacerlo en un costado de la
calle de dos pistas.
La mortandad
de perros y gatos puede que no les importe a algunos. No escribo
estas líneas para defender precisamente la vida de
esos animalitos (que son, en todo caso, criaturas cuyo derecho
a la vida es tan válido como el de un ser humano) sino
la vida de las personas. En este sector la alta velocidad
es una insensatez. Por lo demás, en la carretera del
Cajón del Maipo (¿y del país?) son pocos
los que respetan las velocidades máximas. El que suscribe
cuida no sobrepasar el límite de velocidad permitido,
lo que suele traducirse en una molestia manifiesta a los vehículos
que van atrás y que a menudo adelantan sobrepasando
la línea continua.
Si en
el tramo en cuestión, tanto por la calle Comercio como
por el Camino a El Volcán, se permitiera estacionar,
como en el resto del pueblo, quizás el problema de
exceso de velocidad sería menor. Eso significaría
que habría una sola pista, lo que obligaría
a una velocidad acorde a lo racional. Naturalmente, también
hacen falta letreros indicando la velocidad máxima,
pasos de cebra y, sobre todo, aceras, ya que los transeúntes
también tienen derecho a transitar. Si la inteligencia
se impone y se toman medidas para eliminar este estado de
cosas, muy probablemente no sólo se salvarán
vidas de perros y gatos, sino de personas como usted o yo.
Cualquier día tendremos un accidente. Vendrán
las lamentaciones. Estas líneas habrán pasado
a la historia.
Antes
que eso suceda, las autoridades correspondientes pueden actuar,
que es lo que la gente desea. Las autoridades están
para servir a su gente, para cuidarla y quererla. La gente
espera. Uno se murió esperando.