saluda
burlona desde el cielo y las montañas. Tengo que
vencer la depresión ocasionada por esa reina traicionera
y lujuriosa. Cuando el hervidor eléctrico indica
que el agua está lista, me acuerdo de Camila, la
bella y delgada Camila, aquella tímida y provocativa
chica. Pero yo aún dudo de sus intenciones, de ese
juego de miradas que se da entre los dos, de esas sonrisas
y palabras lanzadas al azar, de esos encuentros fortuitos.
Todo podría tratarse de un juego, de un engaño
o de una mentira, como también podría ser
una exquisita verdad que se podría saborear como
el menudo y frágil cuerpo de Camila, mi nueva musa.
Me
serví un café cargado, sin azúcar,
y preparé un sándwich de jamón con
queso mientras observaba detenidamente un cuadro con la
foto de Nataly y yo en la entrada de su casa.
-Tú
no eres humana, tú no tienes alma ni corazón
–le dije a su imagen.
-Soy feliz viviendo una falsedad de vida –me contestó
su imagen.
-Pues entonces, perra mentirosa y traicionera, sigue así,
que te olvidaré pronto.
Tomé
el cuadro y lo lancé contra la pared. Luego agarré
las llaves del auto y salí, dejando todo desordenado.
Para eso está la empleada -pensé.
Iba
conduciendo tranquilamente por la carretera hacia el pueblo
de Tetricovia cuando una jovencita delgada, de ojos café
claro y cabello recortado, me hizo detener la marcha.
Era Camila.
-¿Me
llevas al cole?
-Sube -dije indiferente.
Cuando
ya estaba arriba, sentada a mi lado, acomodándose
descaradamente las bragas, me dijo:
-¿Cuándo
vamos a poder conversar en serio de nosotros?
Me
encogí de hombros
-Yo...
–dijo.
En
ese instante detuve el auto bruscamente y, cerrando los
ojos, me puse a llorar.
-¿Qué
te sucede? -dijo, y trató de abrazarme.
-Suéltame -le dije rechazándola-. Mujeres
como tú son las que me han hecho padecer.
-Discúlpame, pero yo...
La
dejé abrazarme, la dejé también besarme,
y sentí que no volvería a tener corazón,
que el último trozo ya había sido entregado,
mejor dicho regalado, a otra villana.
-¿Qué
es esto? -pregunté.
-Que me gustas y quiero estar contigo.
La
dejé en el colegio y ella prometió llamarme
en la noche. Después detuve mi auto frente a la
municipalidad del pueblo. Saqué un pitillito y
fumé con pasión y alevosía. Me relajé
un poco y me quedé dormido. Cuando ya creía
sentirme en la otra dimensión, mis huesos crujieron
fuertemente. La lluvia había cesado y el sol quería
asomarse por entre las montañas.
Cuando
desperté de las ilusiones, la vi afuera del auto,
de brazos cruzados, con actitud desafiante en su hipócrita
mirada. Sí, ella, Nataly, la fusión de la
ternura física, la maldad y la falsedad del corazón
y del alma. Bajé del auto y me miró enojadísima
para luego exclamar:
-Si
me pudieras decir todo lo que le dices a Elizabeth o a
mi hermano o a tus amiguitos sobre mí...
-Mira, quiero ser educado contigo, una extraña
que se me acerca descaradamente a decirme estupideces.
-¿Extraña yo? ¿Después de
todo?
-¿Después de tus mentiras y descaros, Nataly?
¿Después de saber todo por otro lado? ¡Tú
eres muy cínica!
Me
subí al auto y ella se subió también.
Cerré la puerta y conduje velozmente hacia la carretera.
-¿A
dónde me llevas?
-Tu misma te has subido, perra.
-No me digas así.
-Dime
que es mentira, a ti te gusta que te traten mal, ¿O
no te excitaba que Guillermo te tratara mal y te obligase
a...? Tú eres de ésas. Mejor dicho, una
prostituta tiene más dignidad que tú, a
lo menos lo hace por trabajo.
-¡Maldito, eres un maldito resentido!
-Mi amor se transformó en odio.
-Si tanto peleamos es porque aún nos queremos.
-Yo no te quiero.
-Yo tengo rabia contra ti.
-Te dije que nada teníamos que conversar.
Iba
a como a 150 kilómetros por hora cuando Nataly
comenzó a gritarme:
-¡Eres
un imbécil, anticuado, poético y más
encima artista! ¡Cómo los odio! ¡Detesto
tu vida, por eso jugué contigo y tus sentimientos!
Detuve
el auto frente a un barranco y me bajé. Nataly
también se bajó. Echaba fuego por la boca.
-¿Por
qué me decías entonces, perra, que me amabas
más que a nadie en este mundo? ¿Por qué
decías que sólo a mí me amabas de
verdad?
-¿Qué iba a hacer, si no me gustas, infeliz,
y mi familia te adora?
-Nataly, ¿por qué me hiciste sufrir? ¿Te
gustó, gozaste?
-¿De verdad? Sí, me gustó burlarme
de ti, como de muchos otros más...
Estábamos
conversando cerca del barranco. Yo miraba fijamente el
río para ver si algo sucedía, a ver si un
milagro me salvaba de esa piraña de los corazones.
-¡Mentirosa,
cínica, asquerosa, perra, vulgar, ramera!
Nataly,
enfurecida como un demonio, me iba a golpear, pero yo
me moví y ella pasó de largo hacia el barranco,
y cayó. Alcancé a sujetarla con mi mano.
-¡Quédate
quieta, tranquila, y trata de sostenerte de mi brazo con
fuerza!
-¡No es necesario, no me salves, no lo merezco!
-¿Cómo dices eso? -le grité con rabia
y casi llorando mientras trataba de equilibrarme para
que no nos cayésemos.
-¡No me salves, imbécil!
-¡Perra, no te puedo dejar morir! ¡Perra,
debes rehabilitarte del alma!
-¡Yo no tengo alma! ¡Déjame!
-¿Y tus padres?
-Ellos te quieren a ti...
-¡Tú eres su hija, estúpida!
-¡Ahora es tu momento de venganza, J...!
-¡Nooooooo! -grité cuando Nataly logró
zafarse de mi brazo.
Cayó.
En su rostro se veía el pánico y el horror,
en formas terribles. Cayó gritando con todas las
fuerzas de su voz y de su corazón:
-¡Te
odio, nos encontraremos en el infierno!
Me
quedé llorando un buen rato, luego me levanté,
me sequé las lágrimas y exclamé:
-Nadie
me vio con ella ...
Luego
miré hacia donde había caído (en
las rocas, pues vi una mancha roja y un bulto) y grité
con todas mis fuerzas para que me escuchase incluso más
allá de la muerte:
-¡El
infierno no existe, sólo púdrete allí
y verás!
Me
subí al auto. Llegaría tarde al trabajo,
y además en la tarde quería ir a buscar
al colegio a Camila. Al fin y al cabo, no debía
amargarme por una mala mujer. La vida continuaba y era
un día más en mi vida. Un día. Un
día quise tenerlo todo y morí intentando
absorber las riquezas del mundo. Un día aprendí
que la falsedad rige la mayoría de los corazones,
y que el amor, lamentablemente, no existe. Un día
aprendí que la venganza no se sirve en un plato
frío, que no envenena el alma, y que es sólo
un paso para la liberación. Un día aprendí
que quien se burle de mi corazón, sufrirá
más que yo...
Mayo
2005