Por:
Juan Pablo Yañez Barrios.
Algo
pasa en el mundo. En Chile tenemos a una presidenta,
Michelle Bachelet, elegida en votación democrática.
En Alemania, la jefa de gobierno es Angela Merkel, la
dama de hierro, también elegida por
los ciudadanos. Por primera vez en la historia de Africa,
en Liberia, después de su triunfo en las urnas,
una mujer es elegida gobernante: Ellen Johnson-Sirleaf,
o simplemente Mamá Sirleaf. Son sólo ejemplos:
de seguro se me quedan mujeres en el tintero.
Si
miramos hacia los horizontes futuros, las figuras femeninas
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parecen irse
dibujando en los contornos del mundo, o allá arriba, en
el cielo común de nuestro planeta. En efecto, por ejemplo,
vemos a Lourdes Flores en Perú, en campaña para
la próxima elección en su país, y en Estados
Unidos vemos a Hillary Clinton y a Condoleezza Rice aproximándose
a la presidencia del gigante del norte. En Francia, la diputada
Ségolène Royal parece ir ganando la carrera para
suceder al Presidente Chirac, quien, como muchos otros hombres,
debe ir retrocediendo ante la autoridad de la decisión
popular. Son sólo ejemplos, otra vez se me quedan mujeres
en el tintero.
Los signos
políticos parecen perder su rol de guía. Michelle
Bachelet, contra lo que argumentaban sus opositores (que daba
lo mismo que fuera varón o dama, que lo determinante
era la preparación del candidato), resultó elegida
más que nada por su condición de mujer. En los
medios de comunicación escuché a una señora
declarando que ella no tenía afinidad política
alguna con Bachelet, pero que la presencia de esa mujer en la
presidencia marcaría de por vida y positivamente a su
hija pequeña, la cual crecería haciéndose
consciente de su condición y capacidad femeninas. Eso,
decía la señora, ella no podía desconocerlo,
además de que la hacía feliz, por su hija.
Algo pasa,
pues. El que no se da cuenta de lo que pasa, es que no puede
ver, o se tapa la vista para no mirar. No hay peor ciego que
el que no quiere ver. Pero el que quiera ver, que mire la ilustración
de esta página, ese cuadro del maestro Balthus. ¿No
estará allí la clave de lo que nos va pasando?
Una cosa queda
clara: la honestidad gana, y parece que el mundo está viendo,
como lo retrata Balthus, que el espíritu masculino, quizás
por tener el poder ya desde hace siglos, milenios, hoy funciona
más por ser pillo que por ser honesto. Eso es: una lucha
de espíritus, no política, no de sexos.
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