Desde niño tuvo apego por la música. Escuchaba
la radio y soñaba con tocar la guitarra y cantar. El
cree que esta vocación se la inculcaron sus bisabuela
y abuela maternas, ya que de chico lo subían a una
silla, le pasaban una escoba simulando una guitarra, y él
tocaba y cantaba Tire tu pañuelo al río, de
Lorenzo Valderrama. Con 14 años, viviendo ya en San
José, aprendió a tocar guitarra. Una vecina,
la Sra. Luisa, le prestaba una para que con Manuel, el hijo
de ella, aprendieran sus primeros acordes. Poco después
Juan Carlos se acompañaba de la guitarra y cantaba.
A veces iba a cantarles a otras vecinas, como las hermanas
Basalette, señoras mayores y solitarias que se entretenían
cuando Juan Carlos les cantaba Soledad, de Emilio José.
A veces iba donde unas primas hermanas -Virginia, Miriam y
Jessica- que tenían una guitarra, y así formaba
dúo con el papá de las chicas, que tocaba el
acordeón.
Su primer grupo musical fue Quecherehue, formado con compañeros
de curso de la Escuela Industrial Superior de Puente Alto,
donde hizo su enseñanza media. Terminado el colegio
fue a trabajar a la planta hidroeléctrica Los
Queltehues, donde trabajaba su papá. Era un lugar
hermoso que contaba con escuela, capilla, policlínico,
almacén, casino, piscina y cancha, y que hoy está
abandonado. Allí Juan Carlos formó el grupo
de folclore Viento y Agua, con amigos.
Por los
años 80 aún estaban vigentes las quintas de
recreo en San José. Eran restaurantes con pista de
baile y música en vivo. Los fines de semana había
noches bailables y las familias acostumbraban reunirse para
cenar y bailar. Era también el carrete de los lolos.
Una quinta de recreo famosa fue El Colo-Colo, ubicada en calle
Comercio, frente a la plaza, que cerró sus puertas
para siempre en 1993. Hoy sólo queda su fachada, que
es monumento nacional. Otra quinta famosa fue El Tunary, ubicado
en calle Volcán a una cuadra de la plaza. También
estaban el célebre Kaiser, en la Calle del Río,
y el El Playa, en Comercio con 4 Sur.
Esas eran
las quintas de recreo que Juan Carlos recorría cuando
venía algunos fines de semana a San José. No
se cansaba de escuchar a los conjuntos electrónicos
que tocaban allí, y aprendía de ellos. Una noche,
en El Tunary, se hizo amigo de los integrantes del conjunto
de turno. Lo invitaron a participar, le pasaron una guitarra
y tocaron La Guajira, de Carlos Santana. Fue la primera vez
que Juan Carlos tocó una guitarra eléctrica.
Quedó tan alucinado que se le encendió el anhelo
de formar su propio conjunto electrónico, pero no tenía
ni instrumentos ni equipo. Pero un día tuvo la oportunidad
de comprar unos equipos que vendía el primer guitarrista
del conjunto Hawai, Luis León, que tocaba en El Kaiser,
para lo cual vendió hasta unos animalitos que tenía.
Compró los aparatos, y así nació el grupo
Ataúd, de rock clásico, con cuatro integrantes:
Juan Carlos en el bajo, Pancho Riffo como baterista, Iván
García en guitarra y Nano Sánchez de vocalista,
grupo que tuvo gran éxito en la zona, con fans que
llenaban los lugares del Cajón en que se presentaba.
También tocaron en Santiago, en el gimnasio Lautaro,
donde fueron teloneros del grupo de rock chileno Tumulto.
Para los ensayos, tres veces por semana, no siempre contaba
con medio de transporte para trasladar los equipos, entonces
recurría a una carretilla de mano haciendo varios viajes
de ida y vuelta, terminando a altas horas de la noche. Ataúd
entregó su música durante dos años y
medio, hasta mediados de 1987, año en que se disolvió
por diferencias de opinión entre los integrantes. Pero
poco después formó el grupo tropical Bahía
con sus amigos Manuel Núñez y Javier Caneo,
y luego tocó el bajo en el grupo Ilusión de
Las Vertientes. A estas alturas ya estaba mejor equipado para
formar otro grupo, y además contaba con un furgón
de sus papás para trasladar sus equipos. Así
fue que poco después, junto a amigos, funda el grupo
Scala, al que integra todos sus equipos y el furgón
y en el que toca la segunda guitarra. Este fue su último
grupo, que estuvo vigente hasta 1995.
Hoy en
día, Juan Carlos ha mejorado notablemente la calidad
de sus equipos, contando con una mesa vocal de 250 Watts de
potencia por lado, con micrófonos shure,
DVD y otros. Ha formado la empresa Rioscas-Eventos, junto
a su pareja, quien es la que narra esta historia y la que,
para terminar, le dedica con amor el siguiente poema:
YO
TE ESPERABA
En
mis sueños te vi
el viento silbó tu voz
y la brisa tu aliento.
Y
así te conocí
como sol madrugador de primavera
llenando de luz de colores mi vida sola
llegaste como noche de estrellas y luna llena
trayendo esperanza a este corazón vacío
y despertando deseos a mi alma dormida.
Llegaste
abrigando con manto de amor
a mi frío lecho de espinas en flor.
Yo
te esperaba
la montaña enseño el camino
siendo el guía el río
trayendo a este destino de mis sueños
que me llevó hacia ti.
Sí,
yo te esperaba
en mis sueños te vi
el viento silbó tu voz
y la brisa tu aliento.