Por:
Juan Carlos Edwards Vergara.
Había
un tren que iba a San José de Maipo y más
allá. Había. Serpenteaba la ruta que
va de Puente Alto a El Volcán. Era pequeño
pero fuerte. Útil y eficaz. Pasaba por quebradas,
ríos y túneles. Un Gobierno decidió
eliminarlo. Se instalaron servicios de buses y camiones.
El golpe para la zona fue tremendo. No sólo
en costos de mantención de caminos que destruyen
vehículos de gran tonelaje, sino también
en calidad de vida, en posibilidades de turismo y
tantas otras cosas.
¿Qué
pasa con los políticos? Primero acabaron en
Santiago con los tranvías que no contaminaban
de ninguna forma. Después fueron los trolebuses.
Como guinda de la torta fueron los trenes. Estaciones
abandonadas en los ramales de la columna vertebral
que recorría el país desde Antofagasta
hasta Puerto Montt, son muda acusación.
Viajé
varias veces desde Santiago a Puerto Montt. Un viaje
inolvidable. En el coche comedor nos juntábamos
los viajeros a conversar. Vendedores viajeros, oriundos
del sur, comerciantes,
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.industriales,
enamorados. El tren es irreemplazable. Un ahorro para el Estado,
aunque tenga que subsidiarlo, por algo muy lógico: bajan
considerablemente los gastos de mantención de caminos.
El pequeño
tren de Puente Alto a El Volcán tenía una combinación
a Plaza Italia o Plaza Baquedano (tiene dos nombres esta plaza).
Sin problemas, con comodidad, sin peligro, un habitante del
Cajón del Maipo se movilizaba a la capital y viceversa.
El tren partía en Santiago y llegaba a Puente Alto,
combinaba con el de El Volcán. Desde Puente Alto era
un tren del ejército, que de esta manera contribuía
a proteger la frontera y ayudar a los chilenos que hacen patria
en regiones inhóspitas. Maravillosamente inhóspitas.
Nací
en la calle Rancagua, a dos cuadras del Parque Bustamante.
Cuando niño veía partir al tren cada vez que
pasaba bajo la estatua de Manuel Rodríguez, que está
al lado del que era su antiguo paradero. No sabía para
dónde iba. Algo de Puente Alto y El Volcán,
que no entendía mucho. Muchas veces les dije a mis
padres que me llevaran, pero nunca fuimos. Creía que
el tren sería eterno y que cuando grande iría
en él a esa Cajón Mágico (de las Verdades
Ocultas, según Nicanor Parra). Pero el tren desapareció.
No sé si
existen los vagones de trocha ancha que iban a Puente Alto.
Del pequeño tren del ejército que iba a El Volcán,
queda en El Melocotón la locomotora con un carro y
en la plaza de San José de Maipo otro carro de recuerdo.
El pragmatismo nos está quitando la ilusión,
la alegría, el encanto. Está destruyendo las
familias, la juventud, la esperanza. De la misma manera que
se fue el tren del Cajón del Maipo (y que ojalá
vuelva), estamos destruyendo el equilibrio que permite a nuestro
planeta sustentarnos. Todo en beneficio de lo coyuntural,
cuando debemos intentar ser duraderos en el tiempo. Sabemos
que no seremos eternos, pero dejemos algo a nuestros hijos.
Ojalá vuelva
el tren. Ojalá la cordura predomine sobre la ambición.
Como cuando niño, no pierdo la esperanza. Chuqu chuqu,
vamos sobre el tren, al Cajón del Maipo.
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