:: VIVENCIAS.
    
Y verás cómo quieren en Chile.

Invitamos a todos, de cualquier edad, a escribir su historia o aventura de amor o pasión. Ojalá que esté relacionada con el Cajón del Maipo, y si no es así, bienvenida también sea. Toda experiencia de ese tipo que se haga llegar en forma escrita a Dedal de Oro será evaluada para su publicación en esta sección. Si viene acompañada de foto o dibujo que la ilustre, mejor aún. Si quien escribe prefiere permanecer en el anonimato, no hay problema. ¡Te esperamos!

La verdad es que estaba bastante disgustado conmigo mismo. Era el inicio del nuevo milenio y ninguno de mis planes resultó. Quería que fuese algo grande, salir de San José y escaparme a esos lugares que reciben el año en medio de fuegos artificiales, fiestas, mujeres y alcohol. Pero me encontré haciendo lo mismo de siempre, en mi casa, abrazando a los míos, y luego saliendo a la calle a abrazar a todos mis conocidos. No es que eso me desagrade, sino que yo esperaba algo distinto.

Estaba tan envenenado por no haber festejado a lo grande, que me puse en contacto con uno de mis compañeros de universidad para juntarnos, y, puesto que el fin de año cayó un viernes, supuse que la gente se guardaría para el sábado.
Y así fue, nos pusimos de acuerdo y nos fuimos a la discoteca. Llegamos a esa que tiene forma de pirámide y figuras que recuerdan a la esfinge de Gizeh (no voy a hacer publicidad gratis).

Entramos y todo estaba dado para el éxito: mucha gente, mujeres hermosas, buena música, unos copetes en la mano. Sorbo a sorbo nos transformábamos en esos típicos personajes que en la zoología urbana reciben el nombre de jotes, así que abrimos nuestras alas y empezamos a revolotear por la disco. A eso de las dos, cuando pensé que la suerte me abandonaba definitivamente, miré hacia atrás y, en la oscuridad, en una mesa que se encontraba entre las columnas, tropecé con dos brillantes ojos que me observaban fijamente. A pesar de la oscuridad que la rodeaba, ella emanaba una luz que demostraba la pureza que yo pude comprobar después.

Me acerqué sonriendo y dije ¿bailamos? Ella sonrió y asintió con la cabeza. Mientras bailábamos manteníamos una sonrisa constante, y ahora que lo pienso era una sonrisa bastante tonta, tal vez porque sabíamos en donde terminaría todo eso. Convencido de que no sería rechazado por esta rubia de ojos celestes casi transparentes, me propuse iniciar un tema de conversación, no para engrupir, obviamente, sino para conocerla y dejar esa sonrisa bobalicona que ya empezaba a incomodarme. Como el más original de los galanes pregunte:
-¿Cómo te llamas?
-No espaniol.
-¡¿Qué? ¿Cómo?! -exclamé.
- No entendo -o algo así, respondió ella.

Esta es la mía, dije yo. Por eso estaba sola, es gringa y no habla nada de español. Así que hice gala de mis conocimientos del inglés para quebrarme un poco y caerle más en gracia. Comencé entonces con mis preguntas originales, pero esta vez en ingles:
-¿What’s your name?
-Anna.
-¿Where are you Fromm?
-I’m Swedish.
-And… ¿what your age?
-Nineteen.

¡Ahaa!, por eso es tan linda, ¡es sueca! Tendría que haberme comprado un boleto de lotería. Además tiene diecinueve, ¡y yo veinte! Todo es parejito, parejito.

Bueno, para resumir y no aburrir a los lectores, resulto que ella vivía en Londres y estaba en Chile de viaje junto a una amiga hija de exiliados chilenos que vivían en Suecia. Me dijo que me había visto en la entrada de la disco y que le habían gustado mis ojos (?). Suerte la mía, le había gustado a una mujer realmente hermosa. De ahí en adelante mi noche transcurrió en el segundo piso de la discoteca, en ese lugar donde los sillones se encuentran en la más absoluta oscuridad incitando a las parejas a amarse. Pero no se pasen rollos, sólo fue grado dos y medio, como dice el Rumpy. Así que al finalizar la noche, nos dimos nuestros números de teléfono para comunicarnos y encontrarnos de nuevo.

Así que pasado unos días la invite al Cajón del Maipo. Para ser sincero, ninguno de los dos se engañaba pensando que lo nuestro era amor, aunque no por eso lo pasamos mal. Al contrario, cada vez que venían nuestros encuentros se hacían en el más puro contacto con la naturaleza, con nuestros cuerpos desnudos sintiendo las frescas aguas del río Yeso, en la oscuridad del campo, o en cualquier otro lugar donde nuestras pasiones se apoderaran de nosotros. Ella suspendió su partida dos o tres veces, por lo que pensé que estaba dejando bien puesto el nombre de Chile, o que ella no quería dejar una “mala impresión” de las suecas.

En fin, con el tiempo llego la hora de su partida, y con ella se fueron tantas situaciones que no alcanzo a narrar en estas cortas líneas. Sólo quedó entre nosotros la comunicación vía mail, y siempre que le escribía estaba en un lugar del mundo diferente: España, Australia, la India, tal vez buscando a su verdadero amor, ese que un día me confeso quería que fuese su marido. Tan sincera era nuestra comunicación que nunca mas he encontrado a una mujer tan transparente. A pesar de que nunca la amé, creo que no hay mujer que se le compare. Yo mientras tanto, sigo esperando reencontrarme con la mujer que le confesé querer como esposa, y juntarme algún día con Anna para saber que ambos somos felices.