La
historia que les relataré sucedió en la zona
de los Chacayes. Esto queda camino hacia el embalse del yeso,
y fue justamente cuando estaban construyéndolo cuando
esto pasó.
Habíamos
salido de la pega como a eso de las ocho de la noche, muy
cansados después de darle con la pala todo el día.
Todos ensillamos nuestras bestias y decidimos irnos a tomar
un vinito a la casa de uno de ellos, que no vivía
tan lejos. Al llegar a su rancho pusimos un pedacito de
cabrito a asar para la noche, porque tomar también
da hambre. Pusimos música en una radio a pila, donde
se escuchaba un poco chicharrienta la radio Colo-Colo, pero
no importaba porque ahí ponían música
romanticona, cuecas o rancheras que tanto nos gustaban.
Conversábamos de todo un poco, sobre todo de mujeres,
aunque muy pocas se veían por estos lados, y hacíamos
un salud por ellas. Pero en lo que verdad nos entreteníamos
era jugando a las cartas, donde apostábamos a veces
toda la platita que con tanto esfuerzo nos ganábamos,
pero con unos traguitos en la cabeza se nos olvidaba todo,
incluso que nos quedaríamos sin ni un real para el
mes.
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Me acuerdo que eran como las tres de la mañana cuando
decidí irme, porque tenía una vaca en el potrero
que tenía que pasar a soltarla, porque la había
dejado maneá de las patas pa que no se arrancara.
Me subí a la yegüita, iba llenito con el asado que
nos habíamos tirado, pero un poco mareado con el tinto
que nos tomamos. Partí despacito, porque no era muy lejos,
y al llegar vi la vaca entre la oscuridad que da la luna creciente,
en medio de una mancha de florcitas que salen al lado de la
quebrada que pasa por ahí. Me bajé y me acerqué
a desatarla, pero en eso veo una cuestión que pasa detrás
de mí, una luz que me iluminó que hasta las manchas
de la vaca se veían bien.
No
voy a negar que me asusté, porque pensé que era
el diablo, porque hasta los animales se encabritaron, pero como
uno en el campo se pone bruto, miré sin chistar, y lo
que vi fue un pájaro así grande, y cuando abría
las alas daba un resplandor. Como yo había escuchado
por ahí de la existencia del pájaro ese, lo seguí.
Se trataba del Alicán, que dicen que es un pájaro
que come oro y que sale en las noches, que poca gente lo ve
porque si mantiene las alas cerradas ya no se ve. Harta gente
creo que lo ha visto, pero pa la costa. Pacá,
pa la cordillera, es raro verlo. Por eso cuando les conté
a los viejos nadie me creyó.
Bueno,
y como decía, lo seguí. Me subí rápidamente
a la yegua y me puse a galopear detrás del Alicán.
Se metió por toda la quebrada, así es que mejor
lo seguí a pata. Iba corriendo detrás de él,
a veces se me perdía pero veía luego su luminosidad.
Yo iba todo rasguñado por las ramas y me pegué
en las piedras, pero si lo encontraba sería rico. Pero
en eso, cuando ya lo pillaba me caí a una poza. Quedé
todo embarrado, y cuando me paré ya no lo volví
a ver. Seguí corriendo pero quizá dónde
se metió, o bien cerró sus alas para no ser encontrado...
Nunca más nadie lo ha visto porque yo he preguntado por
él, y algunas veces me quedaba horas pa ver si
me iluminaba nuevamente, pero ni rastros del pajarito.
Este
pájaro, según se cuenta, vive donde hay lavaderos
o vetas de oro, y entonces como él come del mineral,
se le impregna en sus grandes alas, las que destellan por las
noches, y dicen que si uno lo pilla de donde sale o donde llega,
encuentra el mineral y se hace rico. Pero si bien no me hice
adinerado, lo brillante del Alicán no lo voy a olvidar.
Como
decía el relato, el Alicán es el pájaro
que come oro. Hay otros que han hablado de él, pero hacia
la zona de la costa, y hay personas que dicen que lo han pillado.
Pero lo que me llamó la atención fue que al parecer
a este animal lo conocían los indígenas del norte,
porque en aymará su nombre significa ardiente o
luminoso.
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