En
1924, cuando la editorial Nascimento lanzó la primera
edición de Veinte poemas de amor y una canción
desesperada, su autor, nuestro futuro Premio Nobel Pablo
Neruda, contaba con apenas 20 años de edad. Los antecedentes
en el mundo muestran que para cualquier escritor principiante
es difícil enfrentarse a las editoriales cuando llegan
a ellas en busca de una publicación. El NO que suelen
recibir es contundente, independientemente de la calidad
de su obra, o, mejor dicho, dependientemente de los caprichos
del editor. A pesar de lo anterior, Pablo Neruda no tuvo
problemas para ver publicada la obra aludida la primera
vez que la presentó a Nascimento.
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¿Por
qué? ¿Acaso porque Don Carlos George Nascimento,
el dueño de la editorial, fue capaz de reconocer el valor
del original? Neruda, en el discurso de incorporación
como miembro académico a la Facultad de Filosofía
y Educación de la Universidad de Chile, pronunciado el
30 de marzo de 1962, nos revela la causa fundamental que llevó
al Señor Nascimento a aceptar su original, al decirnos:
En cuanto a mis veinte poemas de amor, contaré una vez
más que fue Eduardo Barrios quien lo entregó y
recomendó con tal ardor a Don Carlos George Nascimento,
que éste me llamó para proclamarme poeta publicable
con estas sobrias palabras: Muy bien, publicaremos su
obrita. Estas mismas palabras explican el motivo que tuvo
el poeta para dedicarle de puño y letra uno de esos ejemplares
a Eduardo Barrios. El señor Nascimento confirma lo que
dice el poeta cuando declara que Eduardo Barrios le dirigió
a él en persona, antes de que Neruda se presentara en
la editorial, las siguientes palabras: Va a venir a hablar con
usted un muchacho muy tranquilo, modesto, que usa el seudónimo
de Pablo Neruda. Ese va a ser un gran poeta. Va a dar que hablar
algún día. No lo pierda de vista.
Todo esto
sucedía en 1924, la misma época en que el entusiasmo
del escritor Eduardo Barrios por el Cajón del Maipo lo
hacía tomar la decisión de afincarse por el resto
de sus días en la región. Es grato darse cuenta
que la mente de aquel escritor sabía distinguir, en diferentes
ámbitos, la paja del grano: el campo antes que la ciudad,
y la buena poesía antes que los cúmulos de palabras
mediocres que los editores, desde que los hay, suelen publicar
en sus editoriales. Y más grato aún es constatar
que una persona que se vinculó estrechamente con esta
zona del país, jugó un rol importante en la publicación
de uno de los primeros escritos de un poeta que llegaría
a recibir el Premio Nobel de Literatura. Aquello podría
ser, hoy en día, un pequeño aliciente para jugárselas
más fuerte por el verdadero florecimiento de la cultura
en el Cajón del Maipo.
Quisiera
hacer notar, además, que Eduardo Barrios era un hombre
que simpatizaba con las ideologías de derecha, hasta
el punto que colaboró estrechamente con la campaña
presidencial de Carlos Ibáñez del Campo (siendo
posteriormente ministro de su gobierno); en cambio, Pablo Neruda
respaldó al socialista Salvador Allende desde sus primeros
intentos por llegar a la presidencia del país; incluso,
más tarde, el mismo poeta sería precandidato presidencial,
en las elecciones de 1970, representando al Partido Comunista.
A pesar de estas diferencias, aquellos dos hombres se acercaron
en lo cultural, lo que culmina cuando Pablo Neruda, reconociendo
el gesto de Eduardo Barrios, le dedica afectuosamente un ejemplar
de la primera edición de sus famosos veinte poemas. Esta
mutua colaboración, ¿no sería una fuente
de inspiración en estos tiempos que vive el país?
Hoy, en Chile, cuánta falta hace un poquito más
de humanidad en esos terrenos conflictivos: la política.
Cualquiera puede ser político, pero sólo el que
siente y reconoce la buena obra de su oponente puede ser un
político humanista.
J.P.Y.B.
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