:: LEYENDAS.
   La mujer de blanco.

Por:Julio Arancibia O.

¿Quién es el que sufre de mayor forma o quién no puede llegar a las nubes sicodélicas?
¿Quién puede morir sin pensar que el amor le ha abandonado?
Quizás nadie pueda morir y llorar por la traición que no se puede cambiar,
nada puede ser entonces.
¿Vale el amor de una traición que se vuelve sangre en las nubes de plata?
¿Es para creer en eso que llaman sentimiento y que no lo es?
No vale,
como así no valen nada los dogmatismos
Nada vale para mí, porque nada es lo mismo y sin embargo el corazón es distinto,
mientras el alma es la misma inmortal ocurrencia de un sueño de Dios.
(Francisco Javier Bécquer)

Mientras ella llora, esperando aún al ingrato ser que la había abandonado, los cielos de San José de Maipo se desgarraban en una maquiavélica poesía de muerte. Ella estaba sola en un mundo artificial que no entendía y que la alejaba de la realidad y los recuerdos. Sola como un árbol blanco que se seca lentamente. Las paredes de ese mundo son pálidas y la asfixian, como los otros seres que le hablan de sus mundos personales incomprendidos por los demás. Recuerda que cuando llegó estaba pálida, como la luna que fue testigo de aquel dolor que la llevó a ese infierno. Las evocaciones llegaron en ese momento en forma de paisajes llenos de melodías…
La felicidad abunda en los corazones de todos los que están junto a ella. Piensa que su novio la espera ansioso junto al altar y el corazón rebosa de alegría. Pasan por las calles
del pueblo y antes de llegar a la iglesia siente un escalofrío que le recorre toda la espalda. La vida se le pasa por los ojos como una película, como si fuese el momento de su muerte el que estuviese llegando. Al llegar a la iglesia todos han palidecido. Ella en cambio, emocionada y preocupada pregunta:

-¿Dónde esta él?
-Se ha ido -le responden
-¿Cómo es eso? -responde ella tratando de calmar sus acumulados nervios.
-Simplemente te ha dejado...

Ella se quedó como muerta sentada frente al altar, con las manos tapándose la cara. Sus padres, acercándose, le acarician los cabellos. Ella sale corriendo de la iglesia, dejando su vida y su felicidad, su corazón y su alma en los momentos que allí murieron. Desesperados sus pies la llevaron días y noches por caminos que no guiaban a ningún lugar. Allí fue donde las evocaciones de su pasado terminaron. Luego fue todo diferente y ella se dejó llevar por esos hombres de blanco a un lugar enclavado en los cerros, a una cárcel de la mente donde en vez de sanar, los seres más bien pierden el juicio. Pero ella no les dejó que le quitaran su traje de novia, esa obra de arte de la sastrería, en la que los encajes son como nubes y ángeles. Tampoco quiso huir de aquel lugar, porque su rumbo de regreso no tendría sentido y porque ya no se acordaba ni siquiera de quién era. Sólo sabía en su ser interior que debía esperar a un hombre que le juró felicidad, un hombre al que ella le había dado todo.

Pero los tiempos pasan lentamente y se llevan las amargas flores que no merecen vivir. En el hospital sanatorio cuentan que el efecto de los años fue matando lentamente a “la novia”, como la llamaban. Siempre solía quedarse largas horas frente al camino que daba al recinto de salud, para ver si su prometido regresaría para buscarla y casarse. Pero una tarde oscura de invierno sus pasos no se sintieron más por el camino de tierra. No se la vio más rondar con su traje de novia todo roído por el tiempo. Su historia casi quedó en el olvido y de su cuerpo nunca más se supo. Pero sin embargo sus llantos siguieron escuchándose como ecos de su alma adolorida.

El tiempo pasó con más fuerza y esta historia de la mujer de blanco que se aparece por el sanatorio se fue quedando en calidad de leyenda y de fantástica historia inventada por los funcionarios más antiguos del recinto. Pero hay muchos testigos, hasta el día de hoy, que juran haberla visto y sentido por los alrededores de la casa de salud. Dicen que sus llantos no son como los de la Llorona, que paralizan el alma, sino que son tan tristes que contagian una amargura que enloquece. Los que la han visto dicen también que es una mujer delgadísima y que su rostro es como el de una anciana de facciones cadavéricas. Lo único que produce su aparición es una tristeza inmensa que llega a causar horror.

Como la noche llama al corazón amargado, así es llamado mi espíritu por la soledad, para que yo huya de la traición y del falso amor profesado por adolescentes inconscientes e ignorantes de amor que se creen adultos expertos. Me da rabia que se digan que aman y están enamorados y sin embargo odian al día siguiente como si fuese tan natural. Pero como la infidelidad les nace del alma, a mí me nace el deseo de exprimir mi alma en las nubes. Pero yo amo. ¿Amo o simplemente juego otro juego más de lo que el ser humano llama amor? Muchos me dirán: este es el verdadero amor y la verdad, pero yo les diré: no les creo… Sólo creo en el espíritu puro que espera desconsolado que la traición se vaya y deje descansar en paz mis neuronas saturadas de triste poesía de muerte. DdO.