Por:
Juan Pablo Yañez Barrios.
Contra
viento y marea, capeando mil dificultades, la revista
Dedal de Oro N° 12 está en sus manos, lectora,
lector. Durante un año ha crecido la flor, la
flor de oro y papel, mostrando la zona del Cajón
del Maipo al mundo entero a través de sus páginas
escritas y su página web. Todo un mundo va haciendo
nido en las hojas de esta revista, un mundo cultural
que vive latente entre los cerros del Cajón y
que se enriquece con alcances que van más allá
de nuestro territorio. En
muchos puntos de distribución de Dedal de Oro,
tanto en el Cajón como en Santiago, el público
reclama la revista, y no son pocos los que se admiran
de que sea distribuida sin costo. Se preguntan cómo
es posible hacerlo, y la respuesta es sencilla: por
amor al arte, por mística, por el deseo de que
la cultura florezca en nuestro territorio como las flores
silvestres florecen en el campo: libres y frescas. La
dirección de esta revista puede asegurar que
aquí no ha habido, hasta hoy, beneficio económico
alguno para la publicación, y que tampoco recibe
apoyo financiero o ingreso por publicidad por parte
de ninguna institución oficial, como podría
ser, por ejemplo, el municipio de la comuna, a pesar
de los esfuerzos de
la dirección de la revista por ser apoyada. De
hecho, la única respuesta recibida hasta ahora
a una carta en ese sentido entregada a la Ilustre Municipalidad,
dirigida a su |
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Como
este niño, Dedal de Oro cumple un año.
Y como él, ya puede hacer algunas cosas solito,
como caquita y tocar ciertos instrumentos varios.
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alcalde,
después de meses, ha sido el silencio. La dirección
de la revista se pregunta si se lo merece. Y si fuera merecido,
¿por qué? ¿Dónde están
las razones? No las tenemos, porque no hay respuesta.
Las
páginas de Dedal de Oro están abiertas para
la comunidad entera, y cada artículo puede ser rebatido.
Sólo se pide respeto y tolerancia entre los diferentes
criterios. Los seres humanos, Dios mediante, somos diversos,
lo cual de ningún modo significa que no podamos vivir
en colaboración mutua en aquello que nos une: el bien
de la comunidad. ¿Por qué, entonces, mereceríamos
el silencio como respuesta? ¿Por qué el silencio
ante una iniciativa privada que, a juzgar por la aceptación
entre los lectores, promete posibilidades ciertas de desarrollo,
como los hechos van demostrando? Dedal de Oro tiene un tiraje
de 3.000 ejemplares cada mes, lo que significa que al menos
10.000 lectores la leen, conociendo así mejor nuestra
región. Esto es, sin considerar la página web,
que incluso es visitada en otros continentes.
El
ser humano vive con diferencias entre unos y otros, pero cuando
hay un interés común vale una máxima:
la unión hace la fuerza. Quien no lo entienda peca
de ignorancia, o de sectarismo, o de afán de poder
para sí solo, y gestiona, con esos sentimientos, su
propio derrumbe. Esa no es ley humana, sino ley del cielo.
Dedal
de Oro es una iniciativa privada que debe su permanencia en
el tiempo al apoyo de otras empresas privadas que han participado
en la revista no sólo con el fin de publicitarse, sino
también con el espíritu de estar presente en
el crecimiento de la cultura. Hacia ellos va el más
sentido agradecimiento de la revista. Y no sólo eso:
también el reconocimiento de que son ellos los que
realmente trabajan para el desarrollo de la zona, más
allá de sus legítimos intereses personales.
Tener esos intereses corresponde a la naturaleza humana: el
progreso personal trabajando para el progreso comunitario.
Así actúa el que está guiado por una
ética, o por el conocimiento de que un mundo humano
se construye en mutua cooperación. Todo lo demás,
como ciertos silencios, cae en el mismo saco: intolerancia
y separación, o el afán de ser incompleto.

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