Por:
Juan Pablo Orrego S.
Para
la biología y la ecología convencionales
la biosfera es sólo la “capita” de
lo viviente, la así llamada vida orgánica
que se desarrolla sobre la corteza terrestre, desde
una cierta profundidad en los mares hasta una cierta
altura en la atmósfera. El holista, o el ecólogo
profundo, en cambio, percibe que lo orgánico
y lo inorgánico constituyen distintas fases de
un único fenómeno. Son exactamente los
mismo elementos que han estado reciclándose en
la Tierra desde su formación, lo inorgánico
dando paso a lo orgánico y viceversa, en una
alucinante y misteriosa danza creativa. |
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Según
los científicos la Tierra es un sistema cerrado con
respecto al cosmos porque no intercambia materia con este
último, sino sólo energía. Nuestro
planeta recibe cantidades de luz solar e irradia de vuelta
calor (proceso que está siendo entorpecido hoy en
día por el “efecto invernadero”), pero
prácticamente no ha entrado materia al sistema terrestre
ni ha salido de él desde sus orígenes. El
polvo cósmico y los aerolitos que caen en la superficie
terrestre, así como los satélites que enviamos
para afuera de la atmósfera, son hechos muy aislados
y no representan un ingreso o salida suficientemente grandes
y regulares de materia como para tomarlos en cuenta. Lo
que esto nos está diciendo es que nuestro cuerpo
está compuesto de átomos, moléculas,
partículas y elementos, que provienen de todos los
tiempos, de todos los lugares y de todas las cosas, plantas
y animales de la biosfera. ¡Recordemos entonces! Nuestros
átomos han sido fondo marino, punta de montaña,
picaflor, murciélago, parte de Cleopatra, de Jesús,
de Hitler, un antiquísimo tigre diente de sable hace
millones de años o una exótica orquídea
andina. Así de biosférica es nuestra identidad.
Somos
una pequeña galaxia efímera, una constelación
momentánea y milagrosa de agua, tierra y sol, un microcosmos
donde está presente todo el macrocosmos que es la biosfera
con respecto a nosotros. Después de morir devolvemos
nuestras partículas al flujo recursivo de la biosfera
para que vuelvan a incorporarse a otras constelaciones nacientes...
¿Y qué pasa con vibraciones más sutiles?...
¿Con el alma, el espíritu?... Poco sabemos.
Hay que preguntárselo al corazón de la Pachamama
y del Cosmos... De nosotros mismos.
Percibido
desde un modo de percepción holista, la vida, la biosfera,
abarca directa y concretamente desde el magma del centro de
la Tierra... pasando por la corteza, sus cavernas, volcanes,
lagos, ríos y mares subterráneos... por sus
océanos exteriores... pasando por toda la atmósfera
hasta sus capas más altas, sin olvidarse de una serie
de capas como la magnetosfera, por ejemplo (inmenso y misterioso
campo magnético de extraña forma que rodea la
Tierra)... hasta el Sol a ¡150 millones de kilómetros
de distancia! Nadie puede decir que el Sol, a pesar de esta
gran lejanía, no está relacionado con la vida.
Estrictamente hablando, es todo el Cosmos el que está
involucrado, gestando -¿acurrucando?- en uno de sus
remotos rinconcitos el frágil y milagroso fenómeno
de la vida.
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